¡Ave César!: Masacres continuas e impunidad – por Teresa Galeote

Al gobierno de EE UU no le basta con haber invadido y masacrado a la población de Irak, con haber expoliado su riqueza material y cultural, con haber contaminado sus tierras y aguas con uranio empobrecido, ahora pretende sembrar el territorio iraquí de minas antipersonas. Así lo ha declarado el Pentágono que «…conserva el derecho de usar minas terrestres», según Amnistía Internacional ya tiene desplegadas 90.000 para su posible uso. Amnistía Internacional ha hecho un llamamiento a los bandos en conflictos para que no usen dichas minas, así como al gobierno estadounidense y británico para que no sigan usando bombas de racimos; la fragmentación de estas últimas dejan partes sin hacer explosión en el momento de ser arrojadas y dichas partículas hacen el mismo efecto que las minas.

En Irak ya existen multitud de minas antipersonas producto de otras contiendas bélicas, además de un número considerable de residuos explosivos dispersos, pero el gobierno de Bush quiere rematar la faena. Lo hará si la comunidad internacional no lo impide, y no parece que dicha comunidad esté por impedir demasiadas cosas al emperador. Vale muy poco producirlas, entre 3 y 5 dólares, aunque detectarlas y desactivarlas cuesta entre 500 y 1.000 dólares.

La minas antipersona fueron ideadas para impedir el avance del ejército enemigo, aunque ahora el único objetivo es aterrorizar. Además de la masacre realizada en Irak, el gobierno de Bush pretende dejar a gran parte de la población civil con minusvalías físicas y psíquicas para toda su vida. Suelen estar enterradas en zonas de sembrados y en caminos impidiendo el desarrollo normal de la población civil; ¿hay quién dé más por tan poco dinero? Se produce el éxodo y se impide el retorno hacia las zonas; así el terror continua después de las sangrientas batallas. Dejan la economía del país empobrecida y con una carga adicional de personas disminuidas para la mayorías de los trabajos y sin capacidad al país de poder rehabilitarlas.

Así lo decide una minoría de hombres y alguna que otra mujer que se han dejado seducir por la erótica sublime del poder; esos paranoicos dominan el mundo y, erigiéndose en dioses, juegan con las vidas humanas como si fuesen figuritas de cristal que pueden romper o cambiar de lugar a su antojo. Además, se atreven a dar clases de moral y civismo a todos aquellos que no caminen voluntariamente por el sendero diseñado por ellos. No se sienten culpables de nada, se aman así mismos más que al dios que tanto nombran y rezan, se proclaman libertadores de pueblos oprimidos y se creen con la gran misión de dar su credo y su «mortífera justicia» a fuego y sangre. Son como los antiguos Césares disfrutando de la sangre que se generaba en los circos romanos.

Nada importa que la situación de penuria en Irak esté al límite, que la precaria sanidad pública no pueda prestar servicios de atención primaria ni al 50% de la población, que la mortalidad infantil haya aumentado todavía más de la ya conseguida durante años de bloqueo. No les importa que las muertes por enfermedades fácilmente curables estén aumentando, ni que la falta de agua potable en gran parte de la población y la falta de higiene faciliten las enfermedades infecciosas, que no funcionen las mitad de plantas de residuos y que se viertan las aguas sin reciclar a mares y ríos. El gobierno de EE.UU. se ensaña con el pueblo de Irak; es como el rayo que no cesa sobre el pueblo iraquí.

En el año 1997 hubo una gran campaña contra las minas antipersona y se ratificó el acuerdo de prohibición en el Convenio de Ottawa en 1998. 143 países firmaron dicho acuerdo y 65 han destruido las almacenadas; otros están en ello, aunque hay países que no han firmado el acuerdo y siguen fabricándolas: Rusia. EE.UU., China, India, entre ellos; Finlandia ha aplazado su adhesión.

La riendas del mundos están llevadas por locos, por asesinos, o por una aleación de ambas cosas y, para mayor escarnio, se llaman libertadores.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Marzo 2005.