Entre el 3%, el infinito y la poca vergüenza – por Teresa Galeote

«Las desgracias nunca viene solas», dice un refrán popular; desgraciadamente es verdad. A la penuria de las víctimas reales, se suma la desgracia de comprobar que bajo el fondo del túnel del barrio del Carmelo «algo huele a podrido y no es en Dinamarca». Decir lo que muchos saben o presienten, lo que muchos callan por complicidad, lo que muchos no quieren decir por cobardía o porque esperan entrar en el juego, no hace más que poner en evidencia que hay quienes se valen de la política para forjarse un buen porvenir. Era un secreto a voces que en los entresijos del poder se comentaba, aunque nadie le pusiera voz. Los pactos de silencio hablan por sí solos; dicen demasiadas cosas y ninguna buena, además de dejar la puerta abierta para que cada cual imagine a su antojo. Las complicidades llegan a ser muchas y las consecuencias también. ¿A quienes interesa el descrédito de la política? Interesa a aquellos que siempre la despreciaron, a aquellos que sólo ven la vida como un gran negocio. La credibilidad es algo delicado que cuesta ejercer y hay que cuidar, no con el silencio, sino con el ejemplo permanente. Son constantes las referencias a porcentajes, al tráfico de influencias, a los contratos a dedo, a privatizar los servicios que deberían prestar las administraciones públicas; debajo de todo eso «algo huele a podrido».

Ya se sabe que ejercer el poder suele ir acompañado de presiones múltiples, de ahí la solidez de principios que debe acompañar a quienes pretenden ejercer de cargos públicos. Ya hay algún empresario que está aportando algunos datos sobre grandes porcentajes y posiblemente aparecerán más, aunque sea sólo la punta del iceberg, lo silenciado será mucho más. De momento están las víctimas del desaguisado. Después háganse cuantas comisiones de investigación hagan falta para aclarar si el hundimiento está relacionado con los supuestos «pellizcos desviados», con la calidad de los materiales y la técnica utilizada en las obras. Veremos en qué acaba todo esto.

Sabemos que durante el franquismo los responsables políticos no cobraban sueldo, pero era vox populi que se quedaban con un porcentaje de las obras. Puede que sea otra de las reminiscencia del pasado que no se quiere perder; por aquello de la tradición. Se dice que todo es consecuencia de la financiación de partidos, que no hay una ley adecuada que lo regule, aunque yo creo que hay algo más. Es la erótica del poder que lo malea todo; sentirse con el poder suficiente para pensar que nadie levantará la voz porque la seducción que emana del poder deja a casi todos embrujados, sobre todo si hay alguna participación por medio.

En Madrid tenemos el caso de Majadahonda, y para colmar el vaso de tanto desaguisado aterriza el blanqueo de dinero en Marbella. Como vemos, se cuecen habas en todas partes; sólo hacen falta unos cuantos sinvergüenzas y mercancías o terrenos con los que traficar; lo demás se dará por añadidura.

Llegado a este punto, me viene a la memoria algo que un amigo, ya alejado de la política, me contó. A él, un compañero le ofreció ser «El hombre en la Habana», dicho de otra forma, «el conseguidor»; le decía que entre recalificación y recalificación algún que otro pellizco de tierra o prebenda se dejaba caer. «Hay que tener hombres de confianza para asuntos de interés público y personales», concluyó el avispado hombre. Tiempo atrás, dicho personaje había puesto a mi amigo al corriente de la trama que había entre ciertos grandes empresarios y un grupo de personas de la agrupación filantrópica que dirigían; ambos grupos esperaban salir muy bien parados de ciertos consentimientos urbanísticos, o de algunas abstenciones que permitían aprobaciones dudosas. Hay que decir que, en otros tiempos, el personaje se enfrentó a las personas que, según él controlaban los resortes del poder, aunque algunos meses más tarde comenzó a claudicar ante algunas presiones de la «gran familia».

Mi amigo se negó a la propuesta y, al poco tiempo, le fue dando de lado y otro ocupó el cargo que él rechazó. El medriocre preboste que se lo propuso, aunque sumaba bastantes centrímetros de estatura, en cuestión de ética no daba la talla. «Recabar información es importante, aunque no sea para descubrir a golfos, sino para callar al contrario», había dicho en alguna ocasión el personajillo; eso parece que le sucedió a él pues cambió el discurso radical por otro lleno de ambigüedades y silencios. Se agrupó con la «gran familia», familia que agradecía generosamente los favores prestados. ¡Qué vueltas da la vida! A partir de ese momento, la familia aumento de miembros y todos formaron parte de un entramado de intereses del que casi todos salían beneficiados.

Corremos el riesgo de convertir la política en algo indeseable y las consecuencias son graves, por cuanto favorece que la aversión mantenida a los partidos políticos, potenciada por tantos años de franquismo, se instale entre los ciudadanos como un virus cualquiera. La puesta en escena de personajillos que van a buscar en los partidos lo que la sociedad no les proporciona no son buenos referentes para llenar de ejemplaridad los asuntos públicos. Dicha situación facilita que cualquier financiero, empresario o sártrapa puede dirigir los destinos de ciudades, pueblos y naciones.

Así nos va.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Marzo 2004.