Se han celebrado las elecciones iraquíes, que han sido presentadas por Bush y todo su poderoso aparato mediático, como un gran éxito de su política y de la democracia.
Se pone énfasis en el nivel de participación electoral. La realidad es que ha sucedido lo que era previsible. Las tres grandes comunidades étnicas y religiosas iraquíes se han comportado como estaba previsto.
Los kurdos del norte, han participado mayoritariamente obteniendo el 26% de los escaños. Estas elecciones les han servido para unificar las distintas tendencias y ver si pueden proclamarán su independencia, con las consecuencias que ello llevaría aparejadas para toda la zona, fundamentalmente en Turquía.
Los chiís han participado masivamente, siguiendo las instrucciones de sus clérigos. Estas elecciones eran reclamadas por esta corriente musulmana ya que representan el 55% de la población, históricamente han estado siempre marginados y veían en ellas una oportunidad para recobrar el protagonismo político que como demografía tienen, haciéndose con el poder político sistemáticamente negado.
Los suníes no han participado. Éste es el sector que mayoritariamente forma la resistencia, siempre han detentado el poder. Son los grandes perdedores de este proceso de elecciones, de ahí su oposición.
Pero no nos engañemos, ninguno de las tres comunidades quieren a los norteamericanos. Si han participado es porque les supone la obtención de ventajas políticas muy importantes.
Los iraquíes han sufrido una gran destrucción de sus riquezas. En un reciente informe, se acusa a la administración norteamericana de permitir una corrupción generalizada con un coste estimado de 9.000 millones de dólares.
La organización británica Christian Aid, afirma que al menos 21.000 millones de dólares en ganancias petroleras y otros fondos destinados a la reconstrucción del país, han desaparecido de cuentas bancarias administradas por los ocupantes. Estos se atribuyen el derecho de entregar, desde los primeros momentos, contratos a empresas como Halliburton, Kellog, Bechtel, fuertemente implicadas con la administración Bush.
La mayoría chií no se plantea el establecimiento de una república islámica porque entiende que no es el momento, pero sí aspiran que la sharia sea la fuente de la ley, la cual les aleja de la concepción democrática de los ocupantes.
Uno de los grandes errores norteamericanos es que por primera vez en la historia, la identidad étnica y religiosa se ha elevado al rango de principio básico de la organización política, lo cual ha envenenado todo el proceso político y va a tener difícil solución, ya que entrega el poder al mundo religioso, las experiencias no son precisamente positivas.
El proceso político iraquí pasa de un lado, por la elaboración de una constitución con grandes temas por solucionar, como la configuración del Estado iraquí, los niveles de autonomía o federalismo, etc. En segundo lugar, seguirá el proceso de violencia y es previsible que empeore en la misma medida que amplios sectores chiís no se sientan representados en el proceso político tutelado por los ocupantes.
La victoria chií en las elecciones tiene consecuencias en todo el Oriente Medio. Las monarquías feudales de la península Arábiga temen una creciente influencia de Irán en sus países. Barhein está gobernado por suníes cuando la mayoría es chií. Kuwait es gobernada por suníes, mientras que los chiís que son un tercio de la población no tienen ningún peso político. En Arabia Saudí la riqueza petrolífera está en la Provincia Oriental; siendo mayoritarios los chiís en ésta, no tienen presencia política alguna. Son gobernados por los suníes que apoyan las versiones más radicales del wahabismo y donde hasta hace dos años, los libros chiís eran tachados de herejes.
Como vemos, el reconocimiento norteamericano de las identidades religiosas y étnicas pueden tener consecuencias imprevisibles. Bush tendrá que apoyar a regímenes dictatoriales para poder mantener una precaria situación política y no poner en peligro el abastecimiento de petróleo, tan fundamental para las economías occidentales.
Los chiís van a tener al principio un comportamiento moderado, con dos principios básicos, la aplicación de la sharia como ley fundamental y la petición de salida de las tropas ocupantes rápidamente. Si no se aceptan estas dos peticiones el problema se agravará. Lo mismo sucede con los kurdos que están utilizando este período para mejorar su autogobierno, pero que a la menor ocasión ejercerán el derecho de autodeterminación.
El problema iraquí es un polvorín de muy difícil solución. Los que piensen que las elecciones han sido una solución se equivocan porque no han solucionado nada sino que han creado una dinámica que agrava las posibles soluciones de futuro.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 8 Marzo 2005.