Hay que ver lo que pesa el pasado; decía Descartes que pesa más que una losa, aunque en España parece que pesa todavía más.
Las jerarquías eclesiásticas ponen el grito en el cielo por el intento del actual gobierno de no dar a la religión en la escuela, el status que hasta ahora se ha mantenido. La Constitución española se define cómo aconfesional y eso quiere decir que ninguna religión tendrá carácter estatal y, por tanto tampoco privilegios. Pero nuevamente habrá que decir: «Con la Iglesia hemos topado», como dijo el célebre personaje al que Cervantes dio vida.
El gobierno debe garantizar el culto a cuantas manifestaciones religiosas hagan las diferentes iglesias que en nuestro solar existen y así se hace; nadie negará que se realizan de forma generosa, pero de eso a que se mantenga la religión católica cómo asignatura obligada y evaluable en la escuela va un abismo. ¿No se desarrolla el culto religiosos con normalidad en las iglesias? ¿Acaso se prohiben cuantas procesiones en Semana Santa quieran realizarse, y cuantas manifestaciones religiosas se soliciten? Convendremos todos y todas en que nadie agrede a la iglesia; ¿a qué viene tanto escándalo?
La Iglesia católica, la que gobernó almas y cuerpos de católicos y no católicos durante siglos, quiere seguir haciéndolo sin pararse a pensar en nada más. Privilegios económicos los tienen todos ya que los ingresos por mostrar todo el patrimonio que la iglesia tiene no paga impuestos. La jerarquías eclesiásticas, no contentas con ello, ejercen una dura labor de oposición política a cada norma civil que se intenta aplicar; eso es una clarísima intromisión en la vida civil de todos los ciudadanos, católicos y no católicos.
Sin duda, ocho años de gobierno de Partido Popular han fortalecido a la Iglesia católica indebidamente, de ahí el escándalo que están armando. El arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, dice que la educación no debe ser un monopolio estatal; que están en juego las libertades ciudadanas. Mire usted, señor arzobispo, lo que se dirime aquí es la función que todo Estado debe tener en una sociedad democrática; éste debe garantizar la enseñanza de todos, a cada uno de sus ciudadanos, que son muchos y plurales. El arzobispo debería saber que la religión forma parte de las ideas y creencias personales y que éstas deben cultivarse fuera de la escuela; iglesias, agrupaciones católicas las hay en cantidad para quienes quieran acudir a ellas en horario no lectivo. Argumentan que la mayoría de los ciudadanos son católicos. ¿De verdad, quieren saber cuántos católicos hay en España? Dejen que ellos sostengan su Iglesia y así tendrán un criterio más ajustado; claro que eso no interesa porque la realidad se reflejaría estrepitosamente.
La Escuela debe estar para formar ciudadanos y ciudadanas tolerantes, con valores democráticos, que sean compresivos, a través del conocimiento, con otros valores, con otras culturas y otras creencias. La escuela está para impregnarlos de valores cívicos, no para aleccionarlos en la creencia católica, como única y verdadera; eso ya lo hicieron otros durante mucho tiempo. Dejen crecer a la sociedad civil; háganlo con el debido respeto, háganlo aunque sea por la caridad cristiana que predican.
La Iglesia está para realizar lo que no se debe hacer en la escuela, para eso cuentan con magníficos edificios, con modestas parroquias; para evangelizar también hay numerosas personas voluntarias que de forma desinteresada lo hacen. Además, la Santa Sede y sus iglesias nacionales cuentan con millonarios ingresos, para dar cobertura a la Iglesia Católica.
En el Consejo Escolar del Estado se dirimió la dura polémica y fue el voto de calidad de su presidenta, Marta Mata la que inclinó la balanza a que, siendo consecuentes con el Estado aconfesional de la Constitución, se saqué la religión del horario escolar y que no se evalúe. La jerarquía de la Iglesia Católica debería dejar de aconsejar a la sociedad civil de lo que debe y no debe hacer; puede que así recuperasen parte de los fieles que han perdido por su intolerancia y falta de comprensión hacia los que no piensan como ellos.
¿Alguien en su sano juicio puede pensar que se acosa a la Iglesia Católica? Hablemos de los profesores de religión en la escuela y quizá sepamos de qué estamos hablando. La jerarquía católicas no está reclamando justicia ni igualdad, están clamando los privilegios que siempre tuvieron; por eso ponen el grito en el cielo.
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Marzo 2005.