Éste es el título de un libro del escritor, cineasta y activista político paquistaní, residente en Gran Bretaña Tariq Ali, extremadamente interesante, que nos convendría leer a todos, aunque sólo fuera por el caudal de datos históricos y políticos que aporta; y éste es sólo uno de sus muchos atractivos. Ignoro en qué editorial está publicado traducido para el mundo castellanohablante porque he leído el original inglés “The Clash of Fundamentalisms”, 1ª Edición, Verso 2002.
No pasa un día en el que no encontremos algún titular referido a la situación en Oriente Medio, o en el mundo islámico en general, y a su conexión con el resto de los asuntos internacionales. Así ha sido durante los últimos sesenta años, por lo menos. No obstante, se puede decir, por definirlo de algún modo, que la “velocidad de impacto” de tales titulares es mucho mayor en los últimos años. Incluso, la aceleración sigue creciendo. A pesar de que la ocupación de Iraq no le ha salido al gobierno de los Estados Unidos con la celeridad que estimaba en un principio, y de que sigue enfangado en una guerra de difícil solución en dicho país, se empiezan a entrever indicios que pueden hacer pensar que el próximo movimiento en el tablero de ajedrez de la zona puede estar dirigido contra Irán y, más probablemente, Siria. Hace unas semanas fue el asesinato de un antiguo primer ministro libanés, y hace escasos días el atentado en una discoteca de Tel-Aviv. En ambos casos, algunas fuentes –supongo que más o menos interesadas- apuntan hacia Damasco. Al mismo tiempo se ha reabierto el debate sobre la presencia militar siria en Líbano. No entro en ello pues carezco totalmente de cualquier indicio o prueba, sin embargo, no dudaría si la Historia no fuera tan generosa en pretextos “fabricados” torcidamente para lograr desencadenar operaciones militares. Sin ir más lejos, si aplicamos a cualquiera de estos sucesos el filtro de racionalidad de tres preguntas: “¿Para qué?, ¿A quién beneficia?, ¿A quién perjudica?” parte de las dudas se nos pueden aclarar.
Y ésta es una de los rasgos principales del libro que comentamos, la racionalidad. Resulta reconfortante encontrar a alguien como Tariq Ali, que acomete la empresa de desentrañar y explicar algo de lo que ahora se habla mucho pero que, en general, se conoce poco, como es la situación actual del mundo islámico, desprovisto absolutamente de prejuicios religiosos o políticos, con la lógica cartesiana como única arma. Este empeño puede calificarse como ilustrado, pues es la razón la argamasa que une todos los datos que nos son presentados, y la lógica la que hila las diferentes proposiciones hasta llegar a la conclusión de que además del fundamentalismo islámico existe un fundamentalismo imperialista norteamericano, y más vagamente occidental, decidido a poner el mundo a su servicio y utilizarlo como fuente de materias y de energía, necesarias para preservar el papel de una nación como superpotencia militar e industrial. Y no solamente esto, lo cual sería caer en un antiimperialismo de bobos, aliviador de falsas malas conciencias. Este expolio –una huida hacia delante- es necesario para que una relativamente pequeña parte de la humanidad pueda tener un nivel de vida artificialmente alto mientras los recursos de grandes zonas de la Tierra son vampirizados –es decir sometidos a los caprichos de lo que hipócritamente se conoce como el libre comercio- y sus poblaciones condenadas a la miseria y a la muerte.
La estructura del libro es clara y escalonada. En el prólogo se define el propósito. Ali, haciendo profesión de fe de ateísmo y racionalidad desde el principio, se pregunta en los días posteriores a los atentados de Nueva York y Washington de Septiembre de 2001 por los precedentes históricos y sociales, y las justificaciones ideológicas y religiosas, que han podido llevar a unas personas a realizar unos ataques semejantes, a una parte de la humanidad a compartir los puntos de vista de los terroristas suicidas, a otra parte de la humanidad a utilizarlos como pretexto para desencadenar guerras que les aseguren el control mundial de la producción de petróleo, y a una parte no desdeñable a alegrarse de que, al menos por una vez, quienes ellos ven como agresores hayan sido golpeados. Para explicar todo esto, que no parece sino un cúmulo de irracionalidades, Ali comienza con sus experiencias personales en aquellos días de 2001. Esto es una constante a lo largo del libro, y consigue que su lectura sea ciertamente amena, donde la Historia “grande” se entremezcla con la historia “pequeña” de las experiencias personales del autor, que pasó su infancia y juventud en Pakistán. Para todo ello nada mejor que comenzar por el principio. La primera parte del libro es una resumida y jugosa historia del universo islámico desde los días anteriores a Mahoma, poniendo un énfasis especial en todos los movimientos heterodoxos surgidos del Islam, comenzando por el cisma, que perdura hoy día, provocado por la sucesión del Profeta y que lo ha dividido entre sunníes y chiíes. Una de las preguntas que se formulan en el libro es por qué el Islam no ha experimentado un proceso de reforma como el que tuvo, por ejemplo, el Cristianismo; o por qué gran parte de su cuerpo doctrinal se quedó petrificado en los primeros siglos de su existencia. Siempre desde una perspectiva secular, Ali lo analiza dándole el papel de una ideología que se construye en un periodo muy corto –aunque no sin contradicciones ni vueltas atrás- para ser capaz de aglutinar a un conjunto de tribus nómadas y lanzarlas a la conquista del mundo conocido. Al señalar las contradicciones que tiene cualquier religión, cuyos textos siempre son escritos por los hombres, nos adentramos en el pasado de los tiempos del Profeta, incluso de los cultos preislámicos, para ver su peso en las supuestas nostalgias de los fundamentalistas por un pasado mítico que nunca existió, o en el papel de la mujer en las diferentes sociedades islámicas.
Otra parte muy interesante es aquélla que se centra en la génesis de los movimientos integristas islámicos que conocemos hoy día. Básicamente la tesis que se expone es la de unas tendencias siempre existentes, aunque de carácter más bien marginal hasta que a partir de comienzos del s. XX comienzan a ser fomentadas y utilizadas, primero por Gran Bretaña, y luego por los Estados Unidos para salvaguardar sus intereses durante la descolonización y más tarde en la Guerra Fría y, sobre todo, mantener a raya a las tendencias laicas y secularizadoras que podrían haber supuesto la asunción de un papel importante por uno o varios estados árabes en el control de su destino y del petróleo, más que nada de esto último. Luego, todos sabemos lo que ha pasado, el tigre ha crecido y se ha escapado de los domadores. Se da un origen triple del fenómeno fundamentalista: El Egipto de los Hermanos Musulmanes, el Wahabismo de la Península Arábiga que acaba formando la monarquía Saudí, y el Pakistán alimentado por los británicos en la descolonización de la India. Este último caso es tratado con especial detenimiento, puede que porque sea el que el autor conoce mejor, y también por el papel que desempeña a partir de finales de la década de 1970 con sus intervenciones en Afganistán. Pakistán no sería sino una especie de portaaviones de los servicios secretos y fondos estadounidenses para lograr desalojar a los soviéticos de Afganistán. Se crean y arman verdaderos ejércitos integristas, el último de los cuales serían los llamados talibanes, y todas las ramificaciones que han acabado originando el fenómeno Al Qaida y Osama Bin Laden, ahora enemigo, pero antes aliado. Además de todo esto, encontramos importantes capítulos dedicados a la formación de la república islámica chií de Irán, y al papel del estado de Israel en todo esto. El claro carácter colonial que tiene el actuar de los sionistas –adaptado a la peculiar y trágica historia judía en la primera mitad del s. XX- al crear un estado en tierras que ya tenían habitantes, y el papel de portaaviones estadounidense –otro- en Oriente Medio que acaba asumiendo. Especialmente interesante es uno de los apéndices del libro, que constituye una entrevista con el historiador judío –racionalista, ateo y no sionista- Isaac Deutscher. A pesar de estar realizada en Junio de 1967 –recién terminada la Guerra de los Seis Días- muchas de sus opiniones siguen teniendo plena vigencia, sobre todo aquéllas que señalan el peligro que tiene la supervivencia del estado de Israel, a pesar de todas sus victorias militares, si sigue empecinándose en concitar la hostilidad de los millones de árabes que lo rodean.
En fin, un libro que deberíamos leer para intentar comprender, basándonos en la razón, tantas guerras y catástrofes. Un rayo de luz en esta época en la que tan de moda están esas novelas pseudohistóricas que tratan de explicar todo eso a partir de conspiraciones inverosímiles y tétricas sectas medievales. Es mucho más interesante y, además, es verdad.
Maximiliano Bernabé Guerrero. Toledo.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 2 Marzo 2005.