¿Kioto o Uppsala? / III – por Pedro Prieto

Tercera y ultima parte de ¿Kioto o Uppsala?. Se presenta el Protocolo de Uppsala y se contrapone al Protocolo de Kioto. Ante el fin de los combustibles fósiles -antes o durante los efectos del Cambio Climático-, se muestra el peligro de la caida del sistema financiero.

Cambio Climático y el fin de los combustibles fósiles
¿Kioto o Uppsala? – por Pedro Prieto (Parte III)

El Protocolo de Uppsala

En fin, sólo los científicos de la ASPO parecen atreverse a mirar al precipicio y a contarnos lo que se nos avecina, aunque sean malas noticias. Con posterioridad a la reunión anual de la ASPO, que tuvo lugar en París en mayo de 2003, elaboraron el denominado Protocolo de Uppsala, que incluso si fue aireado por la CNN el 2 de octubre de 2003, pasó obviamente inadvertido para el común de los mortales. Helo aquí:

EL PROTOCOLO SOBRE EL AGOTAMIENTO DEL PETRÓLEO

CONSIDERANDO que el paso de la historia ha registrado un aumento en el ritmo de cambios, tal que la demanda de energía ha crecido rápidamente en paralelo con la población mundial en los últimos doscientos años, desde la Revolución Industrial;

CONSIDERANDO que el suministro de energía que demanda la población ha provenido fundamentalmente del carbón y del petróleo, que se han creado de forma muy lenta en el pasado geológico y que tales recursos están inevitablemente sujetos al agotamiento;

CONSIDERANDO que el petróleo proporciona el noventa por ciento del combustible para el transporte, que es esencial para el comercio y juega un papel crítico en la agricultura, necesaria para alimentar a una población en expansión;

CONSIDERANDO que el petróleo está distribuido de forma irregular en el planeta, por razones geológicas bien conocidas y la mayoría del mismo concentrado en cinco países que bordean el golfo Pérsico;

CONSIDERANDO que todas las áreas productivas del mundo ya se han identificado con la ayuda de tecnologías avanzadas y con un cada vez mayor conocimiento geológico, siendo evidente que los descubrimientos alcanzaron un cenit en los años sesenta, a pesar del progreso tecnológico y una búsqueda diligente;

CONSIDERANDO que el pasado cenit en los descubrimientos conduce inevitablemente a un cenit correspondiente de la producción en la primera década del siglo XXI, suponiendo que no se da una reducción drástica de la demanda:

CONSIDERANDO que el efecto del declive de este recurso vital afecta a todos los aspectos de la vida moderna, lo que tiene graves implicaciones políticas y geopolíticas;

CONSIDERANDO que es conveniente planificar una transición ordenada a un nuevo entorno mundial de un suministro reducido de energía, haciendo las provisiones anticipadas para evitar el gasto de energía, estimular la entrada de energías sustitutivas y aumentar la duración del petróleo remanente;

CONSIDERANDO que es deseable enfrentarse a los retos que surgen de una forma cooperativa y equitativa, que pueda tratar las preocupaciones relacionadas con el cambio climático, la estabilidad económica y financiera y las amenazas de conflicto por el acceso a los recursos críticos.

SE PROPONE POR TANTO

1) Convocar una convención de naciones para considerar este asunto, con vistas a conseguir un Acuerdo, con los siguientes objetivos:
a) Evitar lucrarse con la escasez, de forma que los precios del petróleo puedan mantener una relación razonable con los costes de producción.
b) Permitir a los países pobres realizar sus importaciones
c) Evitar la desestabilización de los flujos financieros que surjan de los excesivos precios del petróleo.
d) Promover que los consumidores eviten el despilfarro
e) Estimular el desarrollo de las energía alternativas

2) Este Acuerdo tendrá las siguientes líneas generales:
a) Ningún país producirá petróleo más allá de su tasa actual de agotamiento, que se define en la producción anual como un porcentaje de la cantidad que se estima queda por producir.
b) Cada país importador reducirá sus importaciones para ajustarse a la Tasa Mundial de Agotamiento, deduciendo cualquier producción local.

3) Se regularán detalladamente las definiciones de las diferentes categorías de petróleo, sus exenciones y cualificaciones y los procedimientos científicos para la estimación de la Tasa de Agotamiento

4) Los países signatarios cooperarán para proporcionar información sobre sus reservas, permitiendo auditorías técnicas, de forma que se pueda determinar con precisión la Tasa de Agotamiento.

5) Los países signatarios tendrán el derecho a apelar la valoración de su Tasa de Agotamiento si cambian las circunstancias.

Es evidente que este Protocolo es mucho más avanzado que el de Kioto y también más consciente de los peligros inmediatos a los que se enfrentará la humanidad.

En resumen, el Protocolo de Uppsala:

Prevé no sólo reducir al 9% de las emisiones de 1990 para el 2012, sino comenzar a estudiar la bajada voluntaria de consumos, en función de las tasas de agotamiento de los combustibles, y ello para intentar evitar el gran batacazo social.

Tiene previstos mecanismos de solidaridad con los más pobres. Analiza de forma mucho más científica y realista la situación, porque da por supuesto que las naciones intentarán seguir consumiendo lo que queda de petróleo, pero intenta que lo hagan de forma ordenada, ya que se sabe que será obligatoriamente decreciente, pero no por la voluntad del sistema capitalista de contaminar menos, sino por la realidad geológica. Y propone el fin del crecimiento económico y de producción ilimitado e infinito, en su lucha contra esos que Colin J. Campbell, fundador de la ASPO, denomina «economistas de la tierra plana», es decir, aquellos que cometen el mismo error de quienes no reconocían la esfericidad de la tierra (la esfericidad es una prueba de la finitud). Hoy, como prueba de la persistencia de la estupidez humana, existe una escuela de economistas que no le reconocen límites al crecimiento económico.

El drama del colapso financiero

Y aquí es donde radica el principal problema, tanto para los del bando del Protocolo de Kioto, que se niegan a abrir este melón, como para los que proponen el Protocolo de Uppsala: el impostergable pero dramático fin del sistema económico actual. En su boletín de febrero de 2005 (*6), la ASPO publica un artículo titulado «Los albores de la segunda mitad de la era del petróleo», en el que sus científicos advierten que, a pesar de la inminente llegada al cenit de la producción del mismo, el principal problema para el mundo se presentará el día en que definitivamente se llegue a la obligatoria conciencia colectiva de que el sistema no puede crecer más.

Dado que el sistema está diseñado para un crecimiento constante y que la confianza del sistema financiero se basa en ello, el colapso puede dejar en mantillas al hundimiento de la bolsa en 1929. Porque esta vez será verdaderamente mundial, de dimensiones mucho más gigantescas que aquél y, lo que es peor, con carácter permanente.

Muchos tsunanis a la vista

Por ello, Kjell Aleklett (*7) ya ha comentado que, siendo muy grave el problema del calentamiento global, se teme que el colapso de la llegada al cenit de la producción del petróleo y el fin del sistema financiero de puro humo en que se sustenta gran parte de esta sociedad, pueda llegar mucho antes que el cambio climático. El problema es que, si el sistema financiero se colapsa, no habrá forma ni de sacar el poco y disperso petróleo de mala calidad que va quedando. Y, sin él, tampoco se podrá extraer el carbón. La agricultura –hoy por completo dependiente del petróleo, tanto en los fertilizantes, como en los pesticidas y en la fuerza agrícola de tractores y del transporte, envasado y elaboración– también se colapsará. David Pimentel, profesor mundialmente conocido y experto en alimentación, entomología y ecología energética de la Universidad de Cornell, asegura que, sin petróleo, este planeta no puede acoger a más de mil o mil quinientos millones de personas. Eso son muchos tsunamis. Son al menos dos tsunamis diarios de la magnitud del reciente en Indonesia, durante los próximos 20 años.

Y entre esta tragedia y la del calentamiento global nos movemos; los grupos ecologistas y los especialistas en el Cambio Climático y defensores del Protocolo de Kioto ya se han hecho escuchar y han conseguido que los gobiernos hagan suyas las tesis que propugnan (otra cosa es que tengan verdadera voluntad de aplicarlas y, la peor, que sirvan para algo). Estos grupos se han revuelto –a veces con agresividad, aunque ha habido aproximaciones amistosas– contra quienes preconizan el Protocolo de Uppsala, acusándolos de hacer ojos ciegos al calentamiento global, de apoyar de forma encubierta el consumo de combustibles hasta el final (como si Kioto lo pusiese en cuestión) o de trabajar para gobiernos, entidades ocultas o multinacionales del sector.

Por otra parte, es muy significativo que ni los grupos ecologistas ni los que creen en el calentamiento global hayan hecho suyos los postulados del Protocolo de Uppsala, que prevé reducciones mucho más drásticas en el consumo de combustibles fósiles (del orden del 4 al 6% anual para la mayoría de los países) y que sigan ignorando el problema fundamental, cual es el del crecimiento infinito. Deberían avergonzarse de seguir embaucando a los pueblos del mundo con la argucia del «desarrollo sostenible», cuando el mundo está al borde de un abismo de sostenibilidad. Es difícil culparlos, no obstante, porque está en la naturaleza humana negar las realidades cuando son tan crudas y vivir ciegamente en las contradicciones.

De hecho, los gobiernos firmantes del Protocolo de Kioto (y, sobre todo, el Imperio, que no lo ha firmado) se preparan para afrontar el problema que parece no quieren ver, pero que de seguro discuten en los war rooms de sus cuarteles generales y agencias de inteligencia, de la única forma que se les ocurre: apelando a la garrota, a la ley del más fuerte, a las guerras por los recursos, mientras les cuentan a sus poblaciones que se trata de guerras contra el terrorismo (y a fe que lo son: tratan de evitar el terror propio promoviendo terrores ajenos).

¿Morir por Kioto o por Uppsala?

Si moriremos por las sequías, los calentamientos imposibles, la desertización o la deforestación crecientes, la subida de los niveles del mar, las catástrofes naturales cada vez más frecuentes o si moriremos por la falta de la energía que hoy mueve nuestro mundo y lo hace complicadamente posible, o por las guerras que ya está desatando por todo lo largo y ancho del mundo, es algo que está por ver. No sabemos si llegará antes la profecía de Kioto o la de Uppsala; no sabemos si son galgos o podencos, pero todos los oímos ladrar y acercarse a pasos agigantados.

Y seguimos sin tocar la raíz del mal: el modelo de crecimiento infinito. En este sentido, y sin ignorar los problemas del clima y de la contaminación, sino precisamente preocupados por ello, ya va siendo hora de que enterremos al niño muerto de Kioto, justo después de brindar –sobre su partida de nacimiento– por su inscripción en el registro y empecemos a pensar si el Protocolo de Uppsala puede hacer algo mejor para parar el crecimiento infinito antes de que la naturaleza nos enseñe cómo hacerlo.

Será una buena demostración de si nuestra racionalidad es capaz de superar los impulsos neurobiológicos que al parecer compartimos con los avestruces: los de meter la cabeza en el hoyo ante el peligro. Y de que podemos salvarnos en el último minuto de los ángeles del Apocalipsis, que ya están preparando los cálices de la destrucción total.

(*6) ‘Los albores de la segunda mitad de la era del petróleo’, en el boletín de febrero de 2005 de ASPO – enlace
(*7) ‘Too little’ oil for global warming’, en New Scientist – enlace y ‘World oil and gas ‘running out’, en CNN – enlace

Pedro Prieto Pérez. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Marzo 2005.