La mano invisible – por Rafael Pérez Ortolá

Las actividades e inquietudes de cada persona tienden a orientarse hacia determinados FINES. Aunque puedan venir impuestos, o cuando menos forzados, cada individuo tiene capacidad para asimilarlos o no como propios; de no ser así perderá sus características más personales. De esta manera, uno mismo se va marcando una serie de fines, económicos, familiares, sociales, lúdicos; tantos como se plantee. Hacia esos fines nos encaminamos.

Si revisamos uno de esos fines, elijamos como ejemplo la diversión, al acercarnos a ese objetivo vamos con diferentes INTENCIONES, y hasta contrapuestas. Así, pretenderemos disfrutar pasivamente, respetando a los demás o no, subordinando los demás fines a la diversión, disfrutar en ámbitos públicos o recluirse en lo privado. Todas estas actitudes, por intencionadas, van a condicionar enormemente el resultado final de esas vidas.

Esta trama de actuaciones humanas genera una serie de estructuras, unas veces serán instituciones, o el propio lenguaje, la ciencia… Una vez consolidadas, estas formaciones se enfrentan a la espontaneidad de cada uno. Comienza a reflejarse una clara DISOCIACIÓN entre INDIVIDUO y SOCIEDAD; El resultado será variable, pudiendo alcanzar extremos opuestos. Aquellos humanos menos activos, con pocas inquietudes, irán diluyéndose en esas esferas más generalizadas.

Hasta tal punto se agranda la disociación que pueden llegar a molestar los rescoldos de vidas personales. Si uno revive sus recuerdos, se atreve a pensar o tiene unos sentimientos peculiares, llega a molestar; las estructuras le rehuyen y espantan cual mosca cojonera.

Se olvida perversamente que la dinámica de conexiones no la domina nadie y en el SUBCONSCIENTE COMUNITARIO no entran ni los jerarcas, politicastros, etc. El magma subconsciente es cambiante, libre, activo y, sobre todo, es espontáneo.

¡No será porque dejen de intentar dominarlo! Mas no conocemos sus vericuetos, el magma sigue su devenir para sonrojo y rabieta de los pretendidos dioses. ¡Qué los hay!, de la lengua, de las drogas, del sentido de los pueblos, detentadores de la verdad.

De todo lo anterior se deduce una aportación continuada a ese colectivo, repeticiones, modificaciones, modos y maneras, con aportaciones a ese subconsciente. Salvo los osados oráculos que pretenden conocer y dirigir ese fondo, nadie está al mando ni conoce la mayor parte de ese desarrollo comunitario. Si acaso, aprovechando la poca participación de algunos, proliferan los manipuladores dispuestos sacar partida de todo, desdeñando al minúsculo ciudadano, lo ven muy minúsculo.

La conclusión es muy precisa, la existencia de ese contenido colectivo es irrefutable, mas su accesibilidad total no será posible. Ahora bien, esas estructuras colectivas nunca se expresarán como entes individuales. Otra cosa bien distinta es que alguien intente proclamarlo así. ¿Quién podría representar todo eso? ¡Muchos lo pretenden!

No hay que teorizar demasiado, a partir de una presencia individual y de un entramado social, es necesaria una cierta organización. Sus múltiples facetas conseguirían alargar estas consideraciones. Podemos perdernos.

Me inclino a plantear una elección más sencilla, basada en la DISYUNTIVA INVISIBLE, porque se trata de como actúan las manos invisibles.

Tenemos la opción de las manos prepotentes, manos negras, manipuladoras o como mínimo desdeñosas hacia los demás. Como suelen ser ostentosas, basta una mirada para poder detectarlas en nuestros ambientes. También pueden originar logros meritorios (políticos, profesionales, etc.), pero su talante es dirigista hasta la saciedad. ¡Déjense llevar por ellos y no padezcan más! Ellos les pueden organizar los túneles que sean menester, distribuir las cadenas televisivas a su antojo o conveniencia. En realidad, no tendrían límite.

En mi opinión son otras manos las que necesitamos, unas manos colaboradoras. Conviene apoyar y propugnar estas manos con aportaciones personales, silenciosas, modestas, tenaces; en sus funciones diarias familiares, trabajo, relaciones sociales y en cualquier faceta de actividad humana. Su caraterística esencial radica en el trato hacia los demás, en su nula ostentación. Simple y llanamente promueven maneras de hacer y de comportarse.

Todas podrán ser invisibles, unas para mejor y otras que dan miedo. La elección es apasionante porque matizará esa vida que pretendamos desarrollar. Una decisión sencilla por nuestra parte es capaz de modificar muchas circunstancias del entorno. J. B. Priestley lo expresó muy bien en su obra de teatro «Yo estuve aquí antes». Como el protagonista estuvo antes allí, sabe que su suicidio hubiera impedido crear miles de puestos de trabajo y riqueza en esa región. Y como esa cualquier otra decisión personal. ¡Se puede variar el curso de muchísimas realizaciones!

Sin falsas pretensiones, ¿Qué pueden mejorar mis decisiones? ¿En qué se podrá notar mi mano invisible? ¿Para bien…o para mal?

Es decir, vida y relaciones más auténticas, desde uno mismo. Lo demás es fuego de artificio en caso de no contar con esas participaciones.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 28 Febrero 2005.