Lo que viene a continuación es la primera parte del artículo ¿Kioto o Uppsala?. Pretende demostrar la falacia del Protocolo de Kioto, abriendo las puertas a la cruda realidad acerca del cambio climático y del fin de los combustibles fósiles.
Cambio Climático y el fin de los combustibles fósiles
¿Kioto o Uppsala? – por Pedro Prieto (Parte I)
El 16 de febrero entró en vigor el Protocolo de Kioto, firmado por unos ciento cincuenta países, aparentemente defendido por los gobiernos firmantes y apoyado a bombo y platillo por todos los principales medios de difusión y organizaciones ecologistas como un medio para reducir los niveles de contaminación y la emisión de gases que están conduciendo al planeta al calentamiento global por el efecto invernadero que provocan. Los telediarios airean la entrada en vigor y se felicitan, porque los países, sus gobiernos o sus dirigentes han tomado al fin decisiones importantes para evitar una tragedia sin parangón.
Este artículo pretende demostrar la falacia de dicho Protocolo, su inutilidad, su engaño. Abre las puertas a un abismo y deja muy pocas esperanzas de redención, aunque cree que el Protocolo de Uppsala es una propuesta mucho menos mala y más en sintonía con una dramática realidad que muchos no desean ver y que la mayoría no quiere escuchar, incluso si las trompetas del Apocalipsis están sonando con fuerza.
¿Es que nadie oye las trompetas?
1) Apocalipsis, 8,7: Tocó, pues, el primer ángel la trompeta; y fuego, mezclados con sangre, y descargó sobre la tierra, con lo que la tercera parte de la tierra se abrasó, y con ella se quemó la tercera parte de los árboles, y toda la tierra verde.
Cerca del 40% de las tierras agrícolas del planeta están seriamente degradadas; casi el 75% de las tierras de cultivos de Centroamérica, el 20% en África y el 11% en Asia.
El mundo ha perdido cerca de la mitad de su superficie forestal en los últimos 8.000 años y la mayor parte de esta pérdida ha tenido lugar en el siglo XX, en que el área cultivada se expandió rápidamente y el consumo de madera y papel aumentó de forma dramática.
2) Apocalipsis, 8,8: El segundo ángel tocó también la trompeta, y se vio caer en el mar como un grande monte todo de fuego, y la tercera parte del mar se convirtió en sangre.
9. Y murió la tercera parte de las criaturas que vivían en el mar, y pereció la tercera parte de las naves.
Más del 70% de las pesquerías marinas del mundo están sobreexplotadas o han pasado los límites de la sostenibilidad. Las flotas comerciales ilegales, no reguladas o subsidiadas amenazan las formas de vida de las comunidades artesanales en todo el planeta. Las prácticas pesqueras destructivas causan cientos de miles de muertes de animales marinos al año y contribuyen a la destrucción de importantes hábitat submarinos. La contaminación es otra amenaza a la vida marina, así como a la salud humana y a sus formas de vida. El 80% de toda la contaminación marina proviene de actividades terrestres. Los ríos llevan al mar sedimentos, residuos no tratados, vertidos industriales y una variedad de basura del consumo procedente de muy tierra adentro. También contienen los excedentes de los residuos de fertilizantes agrícolas, que están creando un creciente número de «zonas muertas» costeras, en las que el explosivo crecimiento de las algas consume todo el oxígeno del agua.
Marine and Coastal Environment – enlace
Muchos científicos creen que estamos siendo testigos de la primera gran extinción desde la desaparición de los dinosaurios, hace ya 65 millones de años. Las estimaciones varían. Algunos estudios sugieren que el ritmo de extinción de los grupos vertebrados podría ser de un 15 a un 20% del total en los próximos 100 años. Otros han dicho que el 50% de las especies del planeta podrían ser barridas el próximo siglo, debido a las actividades humanas.
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3) Apocalipsis, 8,10: Y el tercer ángel tocó la trompeta; y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una tea, y vino a caer en la tercera parte de los ríos y en los manantiales de las aguas.
11. Y el nombre de la estrella es Ajenjo, y así la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, con lo que muchos hombres murieron a causa de las aguas, porque se hicieron amargas.
Cerca de un tercio de la población mundial vive en países que sufren de estrés hídrico moderado a alto (donde el consumo de agua representa más del 10 por ciento de los recursos renovables de agua dulce).
1 100 millones de personas carecen de acceso al agua potable y 2 400 millones carecen de acceso a servicios sanitarios adecuados.
La ausencia de acceso al agua potable y al saneamiento trae aparejados cientos de millones de casos de enfermedades relacionadas con el agua y más de 5 millones de decesos cada año.
4) Apocalipsis, 8,12: Después tocó la trompeta el cuarto ángel, y quedó herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, de tal manera que se obscurecieron en su tercera parte, y así quedó privado el día de la tercera parte de su luz, y lo mismo la noche.
El agujero de la capa de ozono alcanzó un nuevo record en septiembre de 2000 con 28,3 millones de km2, el triple de la extensión de Estados Unidos. Las zonas marcadas en azul oscuro registran un alto nivel de agotamiento del ozono.
«Una densa niebla causa problemas médicos y de tráfico en Beijing. El martes pasado, la capital de la nación se vio envuelta por una densa niebla y la visibilidad en muchas partes del norte de China era únicamente de 200 a 300 metros. La niebla era tan densa en la ciudad que dos personas mayores se cayeron en un lago cuando hacían ejercicios matutinos en el Palacio de Verano de Beijing.»
La concentración de CO2 en la atmósfera del planeta ha aumentado de 280 a 380 ppm desde 1800 hasta la actualidad, por causas atribuibles a la actividad humana.
Apocalipsis, 9, 1-3: El quinto ángel tocó la trompeta; y vi una estrella del cielo caída en la tierra, y diósele la llave del pozo del abismo.
Y abrió el pozo del abismo; y subió del pozo un humo semejante al de un grande horno; y con el humo de este horno quedaron obscurecidos el sol y el aire.
Y del humo del pozo salieron langostas sobre la tierra, y dióseles poder semejante al que tienen los escorpiones sobre la tierra.
Apocalipsis, 9,13-19: Tocó, pues, el sexto ángel la trompeta y oí una voz de los cuatro cuernos del altar de oro que está ante los ojos del Señor.
La cual decía al sexto ángel, que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados en el grande río Eúfrates.
Fueron, pues, desatados los cuatro ángeles, los cuales estaban prontos para la hora, el día, el mes y el año en que debían matar la tercera parte de los hombres.
Y el número de las tropas de a caballo era de doscientos millones. Yo oí el número de ellas.
Así vi también en la visión los caballos y sus jinetes, que vestían corazas de fuego, y de color de jacinto y de azufre, y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego, humo y azufre.
Y por estos tres azotes fue muerta la tercera parte de los hombres; el fuego, el humo y el azufre que salían de sus bocas.
Porque la fuerza de los caballos está en su boca y en sus colas; pues sus colas son semejantes a serpientes, y tienen cabezas, y con éstas hieren.
«Cuando la llamada Guerra del Golfo, en 1991, Estados Unidos lanzó sobre territorio iraquí más de 40 toneladas de uranio empobrecido, prohibido por las convenciones internacionales, causante, de que entre 1991 y 1994 la incidencia del cáncer en Irak aumentara en un 700%.»
«Hablando de Irán, Scott Ritter (antiguo marine y ex director del programa de Naciones Unidas de inspección de armas de destrucción masiva en Irak) dijo que el presidente George W. Bush ha recibido y firmado las órdenes para un ataque aéreo sobre Irán, planeado para junio de 2005. La razón aducida es la destrucción del supuesto programa iraní para desarrollar armas nucleares.»
¿Y por qué seguimos sordos y ciegos, pretendidamente ignorantes y con los mismos modelos de consumo, gasto y destrucción ante esta situación terminal? ¿Por qué estamos permitiendo que después de los ángeles de las trompetas, que destruyen un tercio de todas las cosas importantes, tengan que venir los ángeles del Apocalipsis vertiendo los cálices de la destrucción total? Quizá es que el ser humano es así, como había también advertido San Juan desde Patmos:
Apocalipsis 9, 20-21: Entre tanto los demás hombres, que no parecieron esas plagas, no por eso hicieron penitencia de las obras de sus manos, dejando de adorar a los demonios y a las estatuas de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que ni pueden ver, ni oír, ni andar.
Ni tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus robos.
¿Qué es el Protocolo de Kioto?
La pretensión de los países consistía en reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero hasta el 95% de las emitidas en 1990, si bien sólo en 2012, para darles tiempo a los países a ajustarse. Este acuerdo se estableció en 1997, pero únicamente ha podido entrar en vigor unos 8 años después y sin la participación del primer contaminador mundial, EE.UU. –que con el 5% de la población planetaria arroja a la atmósfera el 30% de la basura mundial–, así como tampoco de China e India, que no están obligadas o restringidas por el Tratado. Entretanto, China ha pasado a ocupar en fechas recientes el dudoso honor de segundo contaminador planetario e India sube también muchos enteros.
Y, ahora, analicemos con un poco de rigor lo que supone el cumplimiento del Protocolo de Kioto para el planeta Tierra.
Los hechos
Tomando los datos de consumos mundiales de British Petroleum 1, sobre los tres tipos de combustibles cuya combustión provoca el efecto invernadero y el calentamiento global, el nivel de consumo total mundial de combustibles fósiles en el año 2003 fue bastante brutal:
El crecimiento de su consumo y quema, desde 1990, ha seguido los siguientes patrones:
Esto nos coloca en la triste situación de observar una tremenda desviación entre los objetivos del Protocolo de Kioto y la realidad comprobable desde 1997 hasta 2003 y la que presumiblemente sucederá, si algo no cambia drásticamente, desde ahora a 2012.
Como se puede ver en el siguiente gráfico, tomado de los datos de British Petroleum de 2004 (*1), la situación es la siguiente:
En 2003 nos encontramos con que el planeta, en su conjunto (y aquí no vale echar las culpas a los demás, sino hacer una enmienda al modelo en su totalidad) consume un 20% más de energía primaria que en 1990, el año de referencia al que se supone deberíamos llegar en 2012, con el 95% de aquel nivel de emisiones.
Parece realmente una quimera que se pueda conseguir. Una simple extrapolación del crecimiento promedio a lo largo del periodo observado 1990-2003, nos lleva a que en 2012, con el modelo actual, llegaríamos a tener una diferencia superior al 40% respecto del objetivo de Kioto, nivel que España ya ha alcanzado en 2003, sin esperar a 2012. No existe mejora tecnológica ni del rendimiento que pueda eliminar ese diferencial.
Pero aquí se acaba todo en los medios de comunicación. Se multiplican las citas y las proyecciones parciales sobre cumplimientos o incumplimientos nacionales (en general con tendencia a reducir las críticas de los incumplimientos propios y a potenciar las críticas de los ajenos) y los discursos hueros sobre los efectos de no cumplir, los perjuicios para algunos y los temores –generalmente de industriales y economistas de la tierra plana– de que, si se cumple con los requisitos, puedan dispararse los costes o frenarse el desarrollo económico.
Unos optan por los parches y hablan de ir hacia edificaciones sostenibles que no se sostienen; otros se refieren a las energías renovables, que no se renuevan o que si lo hacen es a ritmo de tortuga y, muchos, muchos, hablan de la necesidad de ir a «desarrollos sostenibles», definición mantra según el neolenguaje, igualmente huera y que no es más que una antigua letanía, venida a confortar a los que sufrimos de hambre y sed de ecología.
La naturaleza en almoneda
Los más astutos ya metieron en el Protocolo de Kioto las cauciones suficientes para hacer ahora lo que hacía el conde de Romanones («Dejad que hagan la ley, que yo haré el reglamento»). Y, encima, se permiten presumir de que ellos sí cumplen, mientras los otros no lo hacen. Se trata de quienes deslocalizan industrias contaminantes en los países donde tienen la sede, para trasladarlas a países pobres donde no importa que se contamine, pero sin perder el control accionarial ni los beneficios, que además aumentan de rebote a causa de los salarios y condiciones perrunas que aplican en tales países. Y todo ello para luego presumir de que cumplen en sus países con las cuotas asignadas.
A estos cínicos se los descubre porque son quienes impusieron las cuotas y el mercadeo de la contaminación, es decir, que países muy contaminantes pudiesen comprar cuota de contaminación a otros más pobres que estuviesen por debajo de la cuota asignada.
No dejan de ser mercaderes que siguen considerando la naturaleza como un producto para la compraventa en el mercado.
Son los mismos que introdujeron ese otro reglamento ladino por el cual si uno presenta bosques suficientes en su país, puede considerarlos como sumideros de CO2 y aumentar en consecuencia la cuota que inicialmente se le asignó o, dicho de otra forma, restárselos (teóricamente) a la contaminación producida.
Para clarificar el Protocolo de Kioto suelo utilizar el símil del club de fumadores. Veamos:
Supongamos que un club de fumadores, cuyo promedio de consumo en 1990 fuese de una cajetilla diaria, se diese cuenta en 1997 de que el ambiente es ya irrespirable cuando están fumando 22 cigarrillos diarios de promedio por miembro (aunque haya miembros que fuman cuatro paquetes y otros dos cigarrillos diarios) y que es preciso hacer algo. Después de sesudas reuniones acuerdan, parcialmente, que harán un gran esfuerzo: intentarán reducir el mortal vicio… ¡pero hasta el 95% del nivel de 1990!, es decir, a 19 cigarrillos diarios de promedio… ¡y además sólo en el 2012! Pero, claro, como eso a muchos les parece excesivo, acuerdan que quienes se traigan al club las macetas que tengan en sus casas –dado que las plantas absorben CO2– podrán fumar más de lo asignado. Y, además, acuerdan también que aquellos que tenga mucho vicio, pero también mucho dinero, podrán comprar cuota a los miembros poco fumadores del club (no importa si no fuman, porque no tienen dinero para tabaco) y seguir ellos con el vicio, siempre que el fumador de ocasión siga fumando por debajo del nivel asignado.
Sólo los grandes fumadores y los mentirosos de Kioto son capaces de engañarse de esta forma a sí mismos e intentar engañar a sus familiares y amigos con que van a dejar el tabaco.
¿Por qué Kioto no alcanzará su objetivo?
La razón es muy sencilla; porque con todos los cínicos reglamentos anteriormente explicados el Protocolo apenas previó una reducción de los 20 cigarrillos de promedio de 1990 hasta los 19 de promedio en 2012. Nada más… pero dejaron intacta la producción creciente de tabaco, los estancos, la publicidad de las marcas de cigarrillos y el fomento del consumo. Es decir, Kioto no prevé, porque no se lo hubiesen permitido ni los más cínicos, que para dejar de contaminar sea necesario reducir la actividad económica, que en el planeta Tierra siempre ha ido en paralelo con el consumo.
La paradoja de Jevons
Aunque los apologistas digan que ha habido países que lo han logrado con mejoras tecnológicas o de mayor eficiencia, eso es más una falacia que una verdad a medias. No lo han conseguido ni lo conseguirán nunca, de forma permanente, mientras siga en vigor el mundo industrial y capitalista de crecimiento infinito. O, si lo han hecho, ha sido a base de trasladar la contaminación o la producción a terceros, manteniendo el beneficio y el control de la misma y declarando la mejora en un determinado ámbito nacional elegido por el apologista de turno.
Las mejoras de los rendimientos, sobre todo en motores de combustión interna, hace tiempo que están en la asíntota de la mejora de rendimiento, porque las leyes físicas (Carnot, la termodinámica) les impiden llegar al infinito en esas mejoras. Y, finalmente, veamos la paradoja de William Stanley Jevons. En su obra de 1865 The Coal Question (La cuestión del carbón), Jevons observó que el consumo de dicho mineral se elevó en Inglaterra después de que James Watt introdujera su máquina de vapor alimentada con carbón, que mejoraba en gran manera la eficiencia del primer diseño de Thomas Newcomen. Las innovaciones de Watt convirtieron el carbón en un recurso con mayor eficiencia en relación con su coste, haciendo que se incrementara el uso de la máquina de vapor en una amplia gama de industrias. Ello, a su vez, hizo que aumentara el consumo total de carbón, aunque disminuyera la cantidad necesaria de éste para cada aplicación concreta.
No podemos seguir engañándonos de esta forma. El aumento de la actividad económica en el ámbito mundial es totalmente paralelo al aumento del consumo de combustibles y, éste, totalmente paralelo al aumento de concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Las correlaciones se encuentran en todas las presentaciones de la Agencia Europea de Medio Ambiente, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, que son organismos económicos que trazan los niveles de desarrollo, la Agencia Internacional de la Energía cuando realiza sus previsiones de consumos hasta el año 2020 o 2030 o el mismo Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Da lo mismo. Si se incrementa la actividad económica, sube el consumo y sube la contaminación terrestre. Es así de simple.
Quienes presentan como panacea el pasar a las energías renovables es que no han hecho los deberes o no se hablan con los expertos de la Agencia Internacional de la Energía ni con sus ministros de economía, sus primeros ministros o sus presidentes de gobierno, o bien no tienen ni idea de lo que es reemplazar con generadores eólicos o paneles solares los 9.741 millones de toneladas equivalentes de petróleo que quemamos en la atmósfera cada año, a saber, una tonelada y media de petróleo por persona y año, en este planeta o unos diez barriles equivalentes de petróleo por cada habitante y año. Tampoco han hecho los cálculos de las infraestructuras residenciales, comerciales, industriales y de transporte que habría que cambiar en todo el mundo ni de la contaminación que supondría la fabricación de los sistemas de generación de energía «renovable», que para ello utilizarían combustibles fósiles –ya no disponibles– y que, además, contaminan. Huyen de los estudios globales como de la peste.
No saben, o no quieren saber, que un generador eólico de 2 MW son 150 toneladas de acero y cobre y una gran cantidad de fibra de carbono en las palas; que es muy contaminante de producir; que habría que producir millones de ellos en pocos años… y que los campos eólicos con vientos de clase 6 (vientos con una velocidad promedio anual de 25 Km/h), de clase 5 o incluso de clase 4 ( 20 Km/h de promedio anual), son escasos.
Y, por último, lo peor de todo: quienes abogan por las energías renovables como alternativa para seguir con el modelo de consumo actual no parecen querer considerar el problema irresoluble: el crecimiento infinito en un mundo finito. Eso es tabú, incluso para casi todos los ecologistas y para muchos izquierdistas. Sus teóricos Marx y Engels o los que intentaron materializar el sueño socialista y comunista, como Lenin, Stalin y, en menor medida, el agricultor Mao no pudieron prever la limitación del crecimiento y el agotamiento de los recursos naturales y su obsesión se centró principalmente en alcanzar el nivel de infraestructuras económicas e industriales del mundo capitalista para ponerlas al servicio del proletariado, en sustitución del capital.
Se cuenta que el filósofo comunista francés Roger Garaudy, en una visita a la URSS, y durante su visita a una fábrica de automóviles, fue informado por cuadros políticos de que, según sus planes quinquenales, esperaban poder superar en poco tiempo a los EE.UU. en la fabricación de los mismos. En aquel momento, al parecer, se dio cuenta de que el comunismo estaba acabado en la URSS. Garaudy se convirtió posteriormente al Islam; teniendo en cuenta lo que sucede hoy con el capitalismo en el mundo islámico y especialmente en los países con reservas de petróleo, su conversión pública ha sido todo un símbolo.
El dilema y la paradoja del crecimiento infinito
Por un lado, tenemos a los gobiernos del mundo que dicen por boca de sus ministros de medio ambiente que cumplirán con los 19 cigarrillos de Kioto en 2012, mientras que hoy fuman 22. Es decir, esperan contaminar un 95% de lo que contaminaban en 1990, aunque ya sepan que hoy contaminan un 20% más que en 1990.
Y, por el otro, tenemos la contradicción de los ministros de economía y primeros ministros de esos mismos gobiernos, que siguen intentando crecer un 3% anual como mínimo, si es posible. Con ello, saben perfectamente que el consumo de energía y, por lo tanto, la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero se encontrará en 2012 un 40 o 50% por encima de tales niveles.
La siguiente gráfica muestra lo irresoluble del problema:
Y saben, también, que a ese ritmo de crecimiento económico el año 2030, tal como muestra el gráfico de la Agencia Internacional de la Energía en su World Energy Outlook de 2004, se encontrarán con la previsión de emitir el doble de gases de efecto invernadero que en 1990 y con que su consumo habrá pasado a ser, desde unos 6.800 millones de toneladas equivalentes de petróleo en 1990 hasta unos 11.900 millones de toneladas equivalentes de petróleo en 2020, es decir, prácticamente un 75% mayor.
Sin saber muy bien si esos other (otros) del gráfico se referirán a más biomasa, que ya está muy agotada y agota mucho las tierras, o si serán las energías renovables –los maravillosos generadores eólicos y las placas solares– las que nos lleven en volandas a consumir en 30 años por encima de 13.000 millones de toneladas equivalentes de petróleo en forma totalmente distinta, puramente eléctrica para hacer volar la aviación mundial de ese entonces y mover los buques mercantes y pesqueros del mundo y los 150 millones de tractores que habrá y toda la flota de transportes mundial de forma eléctrica, o con hidrógeno derivado de la utilización de la energía eléctrica que se espera generar de paneles y turbinas eólicas…
¿Por qué pues, esa flagrante contradicción?
El artículo publicado por Jasón Bradford en la revista electrónica Energy Bulletin y titulado «The Neurobiology of Mass Delusion» (La neurobiología en el engaño de las masas (*2) es una excelente muestra de cómo opera el cerebro de las personas que se ven confrontadas a realidades que las superan y que no desean ver. Dichas personas admiten una dualidad de pensamiento que les permite adoptar con simultaneidad una postura y la contraria, sin entenderlo como una contradicción flagrante.
La más evidente es la de querer seguir creciendo económicamente, cuando se sabe que esa es la raíz del problema del cambio climático, del calentamiento global y del agotamiento acelerado de los recursos limitados y finitos. Con un ministro publican, gloriosos, las cifras de crecimiento industrial anual y, con una ministra, hablan fervorosamente de «desarrollo sostenible», como si eso fuese posible y teniendo las cifras a mano que confirman que no lo es.
*(1) Datos tomados del Statistical Review of World Energy 2004 en British Petroleum – enlace
*(2) Energy Bulletin, «The Neurobiology of Mass Delusion» – enlace
Pedro Prieto Pérez. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Febrero 2005.