Un pueblecito cercano a Guadalajara está sufriendo una profunda transformación demográfica gracias al paso del AVE. Pues sí. En Yebes, localidad de poco más de cien habitantes censados, van a florecer vecinos como si fueran setas porque los planificadores del territorio y el anterior Ministerio de Fomento del Partido Popular así lo quisieron.
No es que en el terreno se hayan descubierto restos arqueológicos de valor histórico, sino unos terrenos que estaban adormecidos esperando una recalificación cualquiera para que la zona adquiriera gran valor residencial. Los terrenos en cuestión, son de la familia del esposo de doña Esperanza Aguirre que, como todos saben, preside la Comunidad madrileña; «purita casualidad», como diría Lupita. Por arte de la «bendita recalificación», el terreno rústico, sin sufrir cambio metamórfico alguno, adquiere un valor tan inmenso como los preñados de oro negro.
A Yebes, pueblecito rústico, le fue a ver el AVE, pájaro bailarín que llegó con un pan de oro bajo el brazo. Claro está que con un tren de esas características no cabe otra solución que hacer una gran urbanización de lujo, con campo de golf incluido. Y es que las buenas amistades y los buenos parentescos valen un Potosí. Tan agradecidos están los pocos habitantes de la zona, que han bautizado a la futura urbanización con el simpático nombre de «Avelandia», aunque anteriormente ya tuviese el luminoso nombre; «Valdeluz». El Alcalde, del Partido Popular, no cabe en sí de gozo; no podía ser de otra forma porque la localidad que él preside va a dejar de ser un pueblo cualquiera para convertirse en foco de grandes inversiones. Dicen que la urbanización ha devuelto la «esperanza» al pueblo. Las edificaciones se construyen sobre cinco millones de metros cuadrados, de los que más de la tercera parte corresponden a Yebes. Y es que lo Planes de Ordenación Urbana dan par mucho; entre otras cosas para que los grandes poseedores de terreno rústico se conviertan en promotores inmobiliarios. Que los trazados del AVE se realicen por terrenos geológicos inadecuados no importa nada, como tampoco que el tren de alta velocidad no goce de buena fama, por el alto coste energético que conlleva y, mucho menos, que ciertas paradas se asienten en zonas poco relevantes. Qué importa que el tren se desvíe unos cuantos kilómetros de la ciudad si los terrenos de un pueblecito llamado «Yebes» se revalorizan. Nada importa que Guadalajara lo vea pasar de largo y de lejos y…, mucho menos que el arquitecto que recomendó construir la urbanización sea hermano de Luis de Grandes, importante político del PP; como vemos, un cúmulo de coincidencias. Todo parece indicar que las cosas están atadas y bien atadas y que cualquier intento de deshacer los nudos de tan tupida red será castigado con el ostracismo más absoluto; ¿por qué?, porque la mayoría de los habitantes están contentos con la situación. No cabe duda que la pequeña picaresca dio paso, hace mucho tiempo, a la gran picaresca y que todos los resortes están preparados para que la maquinaria funcione a la perfección. A los que esperamos que la política sea una acción cargada de referentes éticos y sociales nos causa gran decepción comprobar que es un juego de monopoli para aquellos que siempre ostentaron el poder.
Espero que la indignación que me inunda sea compartida porque necesito creer que el ser humano sigue vigente, que todavía no se ha disuelto en la levedad de la inconsciencia e indiferencia. Necesito creer que todavía contamos con algo de sentido común, aunque se repita hasta la saciedad que es el menos común de los sentidos.
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Febrero 2005.