sed algo más que hombres»
Mary Shelly creó en 1816 al monstruoso Frankenstein y le hizo pronunciar la frase citada en el encabezamiento. Entre lo atrabiliario y fantasioso del personaje, se atisba un afán de superación, eso sí, con repercusiones discutibles según la propia narración. Ello no obsta a que nos lance esa invectiva pidiendo ese añadido, ese algo de mayor valor, a los humanos de su entorno.
Hoy me quiero referir aquí a una violencia singular, aquella ejercida a través de la mirada, sobre todo en el momento de discernir algunas aberraciones disfrazadas de muñecos variopintos y alegres. En ocasiones vemos los hechos desnudos, comportamientos nefastos, pero no parece que percibamos su perversión, tal es nuestra actuación posterior. La actividad acelerada disimula hasta las diabluras con publicidad manifiesta.
Haciendo referencia a la obra de mayor énfasis contestatario de Géricault, se trata de La Balsa de la Medusa, comentaré algunas circunstancias monstruosas. El cuadro actualiza la impericia de los mandos de la fragata Medusa, en 1816 provocó su hundimiento, abandonando después a los marineros sin ninguna ayuda. Trás penalidades de todo tipo sólo 10 sobrevivieron (149 iniciaron la peripecia).
Son muchísimos los paralelismos posibles entre los acontecimientos reflejados en la obra y situaciones de la más rabiosa actualidad. Me planteo 4 situaciones mostruosas de ayer y de siempre que pueden cumplir esos condicionamientos:
1. ABANDONO INSTITUCIONAL. Unicamente los que dispongan de buenos asideros quedarán libres de esta lamentable vivencia. Hoy en día siguen percibiéndose colectivos minusvalorados, plagas de enfermedades, desidias o agravios más directos contra determinadas gentes. Con ser grave todo ello, conviene empezar a considerar que no estamos al márgen, colaboramos de diversas maneras para conformar esas instituciones, pero es más cómodo descargar la responsabilidad. No sirve el lamento desnudo si no le precedió una postura en sintonía con los valores pretendidos. ¿Cuántas veces se suceden actuaciones con estas caracterizaciones?
2. ANTROPOFAGIA. Como culminación de una rivalidad tan intensa como lo será la supervivencia más dura en medios hostiles. Suponemos las disputas frecuentes, los primeros desfallecidos, como también los gestos amigables y los luchadores que no cejan en el empeño de subsistir. Mas los hechos históricos han demostrado la crueldad necesaria para sobrevivir al borde del abismo. El hacha ensangrentada no se percibe bien en las fotografías del cuadro, pero constituye un signo demasiado expresivo. Las personas podemos vernos abocados a luchas desaforadas.
3. FUERZAS DESATADAS DE LA NATURALEZA. Aunque sean imprevisibles y ajenas a nuestras decisiones, no iremos a dudar ahora de la importante repercusión de las medidas preventivas que pudieran haberse tomado. Son demasiado recientes y demasiado repetitivas las situaciones de estas características. Ahora bien, echaremos en falta mayor interés y decisión para estudiarlas, para prevenirlas y atenuar sus efectos. Se trata de monstruosidades que se pueden aminorar. Un ejemplo simple, inundaciones en una ciudad y los daños sufridos según el tipo de barrio afectado. Solemos quedarnos en puros comentarios y más tarde apenas se exige nada, sobre todo si eso supone alguna aportación extraordinaria de cada uno.
4. SUFRIMIENTO. En este apartado emerge una variedad recalcitrante, en la misma balsa a la deriva, en nuestras ciudades o en ubicaciones de lo más novedosas. Vemos sufridores solitarios de los que no se acuerda nadie. Otras veces, aunque disponen del consuelo de un compañero no disponen de los remedios imprescindibles. Si nos ponemos en aquel sálvese quién pueda del cuadro, ¿Se frenarán impulsos propios para mitigar el sufrimiento del menesteroso cercano? El altruismo no se intercambia con las monedas actuales, no con la intensidad que fuera menester.
Los oleajes y las tormentas no son exclusivamente marinos, se originan en gran cantidad de ambientes. Los hay domésticos, a diario y con alevosía. Discurren por las carreteras ataviados con motores de gran cilindrada. Se disfrazan de silencio en una cantidad ingente de marginaciones por paro, raza, edad. Y no hará falta que insista en aspectos de dominio político, macroeconomías inhumanas o informaciones tan sesgadas que han logrado darnos, no gato por…, sino gato por gato muerto.
No se puede solventar esto de los monstruos desde las atalayas, como situados a distancia, siempre disimulando las repercusiones que nos rocen en exceso. Cómo vamos a ser capaces de mencionar algún tipo de ética si no ponemos nunca en comunicación nuestra ética con la de los vecinos. A éticas separadas, comportamientos dispares. A lo sumo llorones simultáneos.
Hay que darles otra vez sentido a las palabras, no valdrán los subterfugios; pero no perdamos de vista que quizá no estemos interesados en una sinceridad auténtica. Preguntémos en nuestros entornos, a diferentes grupúsculos, respuestas de lo más discordante. ¡No me digan que no hicieron la prueba alguna vez! Para sacar la conclusión no hacen falta ni los porcentajes estadísticos.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Febrero 2005.