Hay enfermedades que no están en el vademécum médico, son prácticamente indetectables, pero que afectan de manera contusa a personas sometidas al bombardeo informativo unidireccional y tendente a que “veamos lo que interesa”.
El pasado fin de semana se mascó la tragedia en la zona de negocios de la capital hispana. Un gran incendio consumió el edificio Windsor en el área AZCA, lugar donde los grandes negocios asientan oficinas, despachos y centros de decisión.
Esto ha hecho que la noticia adversa (afortunadamente sin víctimas humanas) sea centro de atención mediática. Conexiones en directo, horas y horas de emisión, a cada paso que los líderes políticos, especialistas en edificios y derribos, y otras personas dan, las cámaras, micrófonos y bolígrafos están prestos a revelarnos nuevos datos. Los verdaderos artífices del trabajo pesado, los bomberos, son actores secundarios.
Las imágenes son espectaculares. Al fondo, el luminoso de los grandes almacenes, brilla aprovechando las cámaras. Un 10 para el marketing de este imperio comercial (tomo la referencia de Andreu Buenafuente).
Claro que los nombres de las compañías afectadas en el siniestro son de tan alto nivel que los medios de comunicación no pueden abstraerse y deben (tienen el deber) de informar de las desgracias de estos próceres para que la memoria colectiva se apiade de tanta desgracia y confirmen que “los ricos también lloran”. Despachos de abogados y consultoras (Garrigues, Deloitte), productoras de cine (Izaro Films), El Corte Inglés, y otras. El dueño del edificio, la familia Reyzabal. En el colmo de la frivolidad oigo en una emisora como el Rey y el Príncipe han podido observar la magnitud de la catástrofe desde su coche oficial.
Millones de euros tendrán que depositarse para derribar el monstruo calcinado, las compañías de seguros hacen cuentas, los dueños también, los trabajadores tiemblan, la culpa se predice, puede ser de alguno de los miembros de la seguridad privada, siempre la misma historia.
Sin embargo otras noticias son tragadas por la vorágine de esta, cuya magnitud parece que abruma a toda España.
En Murcia, Albacete y zonas limítrofes han sucedido una serie de seísmos que han dado al traste zonas muy amplias de su geografía. Los nombres de los damnificados son anónimos, simples ciudadanos que han tenido la desgracia de vivir en esa zona y, además, contar con viviendas susceptibles de caerse como un castillo de naipes. Los pueblos tienen nombres menos sonoros, no venden tanto, pero son indudablemente más bellos, más nuestros. Bullas, Zarcilla de Ramos, La Paca, etc. En Zarcilla 700 de los mil habitantes presentaron informes sobre desperfectos en sus viviendas. Me gustaría equivocarme, pero a tenor de sucesos parecidos, después del primer impulso, pasan los años y las soluciones a los problemas de los vecinos siguen sin resolverse.
En Barcelona, las obras del metro han provocado que la tierra se tragara algunos edificios en el Barrio del Carmel. Un enorme socavón ha acabado con la pacifica vida de esa barriada, personas que se han quedado sin hogar, sin su historia de convivencia con amigos y vecinos, que sin comerlo ni beberlo tienen que afrontar un futuro imprevisible. Aunque se les diera todo el dinero (que no se les dará) para adquirir otra vivienda, les han quitado parte de su vida. Pero no pasa nada. Los responsables del desaguisado se pasaran la pelota unos a otros, nadie asumirá las obligaciones, nadie dimitirá, ese es un deporte de alto riesgo en la política española. Aparecen informes chapuza (deporte nacional) donde se informa de desvíos en los trazados hasta ahora “secretos”. Aquí ya ha habido víctimas laborales, una joven ha perdido su puesto de trabajo basura por faltar dos días. Quizás alguna de las empresas adjudicatarias de la L5 Horta-Vall d’Hebrón, tanto del proyecto, dirección de obra o estudios geotécnicos, o el metro de Barcelona, le resarzan de esa agresión.
Pero estas noticias no tienen impacto. Los sufridores son ignorados. Quizás los dueños de las empresas que han sufrido el terrible accidente del edificio madrileño, algún día tengan relación con estos otros ciudadanos desconocidos. Me vienen a la cabeza como la productora de cine puede que financie alguna película titulada “Seísmo”, o alguna versión del “Viaje al centro de la Tierra”. O en los despachos de abogados lleven el caso de los responsables de las chapuzas en las obras de la línea 5 del metro de Barcelona, cuestión espinosa si tenemos en cuenta lo difícil, por no decir imposible, que alguien asuma las responsabilidades a que hubiera lugar. Quizás sea algo ingenuo, pero cualquier noche puede salir el sol. (Gracias a Jaume Sisa).
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 17 Febrero 2005.