Desconocimiento radical de las peculiaridades – por Rafael Pérez Ortolá

Al pairo del desinterés o de la frivolidad dominantes conseguimos superar la cómica situación de las fábulas más hilarantes. Jorge Luis Borges contó la historia de unos cartógrafos a los que su Emperador ordenó construir un mapa detallado del Imperio. Las ínfulas del gobernante nunca quedaron satisfechas, hasta el punto de exigir mayor precisión en los mapas. Eso les hizo llegar a la escala 1:1 y con ello el mapa ya cubría todo el territorio. El simulacro pergeñado en la mente del tirano se confundía con la realidad.

En pleno siglo XXI ¡Se limita la información que puedan dar los periodistas sobre los hundimientos del Carmel! * ¡Parece ser que los borradores remitidos a las cadenas privadas de televisión no eran los acordados! Es que esas mentes parecen ser eternas. Todo pa mí, todo lo trajino yo, etc.

De ahí la perplejidad ante las realidades que nos van tocando vivir. Los simulacros, las creaciones amañadas, adquieren tal estado de dominación que fuerzan las preguntas. ¿Qué hay de realidad en nuestras vidas? ¿Dónde está el límite entre las elucubraciones y el núcleo vital de las personas?

En toda sociedad existen diversas ubicaciones topográficas, uno puede moverse por ámbitos profesionales, científicos, religiosos, artísticos, jurídicos, estructuras estatales u otras supranacionales. Según donde practiquemos, las circunstancias se modificarán por la propia entidad de esas áreas. Podremos deambular por esos entramados; ahora bien, ¿Conscientes de lo que se cuece? Más bien detecto ese mirar sin ver al que se refería Antonio Machado: «Ojos que a la luz / se abrieron un día / para, después / ciegos volver a la tierra / hartos de mirar sin ver».

Como es tan difícil atisbar las verdades, porque hubieran muchas o porque se escurren por mil rendijas, siempre ofrecemos un aspecto menesteroso buscando las verdades que no acaban de llegar. Como reflejo resulta aún más grotesca la imágen de tantos oráculos públicos en cada uno de los campos sociales referidos. En su ridícula prepotencia, no parecen darse cuenta del desfase al querernos hacer tragar verdades que no pasan de balbuceos, por decirlo de forma agradable. Eso sí, merecerían un lenguaje hosco, con la acidez suficiente para delatarles. No existen atajos para buscar las verdades.

Pierre Bourdieu discurrió mucho por estas teorías de la acción social, valorando en libros e intervenciones las razones prácticas de los actores cotidianos que somos todos; repartidos por aquellas diferentes topografías a las que nos podamos dedicar. Por eso nos escribe: «Si hay una verdad, es que la verdad es un objeto de lucha». Machado también quería buscarla entre todos, no la tuya o la mía. Si muchas gentes bienpensantes perciben así las cosas ¿Porqué escasean tanto estas actitudes entre nuestros próceres y en nuestros ambientes?

¡Es más fácil vendernos humos! En vez de discernir asuntos complejos, ponerse a unas averiguaciones minuciosas o considerar las opiniones de los demás. Se utilizan pantallas de todos los colores, unas economicistas nos esconden otras esencias profesionales, despreciamos las religiones o estas nos quieren imponer cargamentos gratuitos, nos marcan el arte sin pensar que debiéramos percibirlo nosotros. No se atrevan a pensar, aquí el jerifalte más fuerte ya se encargó de pintar un cuadro aparente y está mal visto no reconocerlo así. Y eso ocurre en todos esos territorios topográficos, pero también en casi todas las menudencias cotidianas. Todo quiere clasificarse desde un absurdo prepotente.

No debiera de ser tan compleja la vida. Siguiendo a Bourdieu su envergadura es más simple, cada cual busca un lugar en el mundo; es decir, su lugar. Esa sí será una rañiz inesquivable. Todo debe partir del núcleo de las personas. Desde ahí habrá datos más objetivos, mucho subjetivismo y necesidades diarias. ¡Ese es el gran olvido! Las necesidades palpitan detrás de cada rostro humano. Nos encumbran en estructuras mastodónticas y allí no se percibe esa necesidad minúscula de los personajes humanos.

Sólo a partir de los múltiples rostros humanos, de las diversas realidades, necesidades y penurias, ideas y labores, se construirán estructuras sociales válidas. Aunque sea más fácil prescindir de tanto ciudadano molesto y convertir estos comportamientos en pura acción de fuerza. A ver quién decide lo contrario y cómo atreverse. Se invirtieron las directrices, alguien impone sus deseos y se desconocen las peculiaridades de los demás, será sólo cuestión de manipularlas. Se va conformando el mastodonte gris que disfrutamos cada día más y mejor.

¡Ah! Pero el gérmen no ha sido eliminado, permanece. Si la humanidad existe, cosa que es posible, viene definida por las peculiaridades, genética, mutaciones, ideas, sensaciones… ¡maravillosa diversidad! Algún resquicio quedará abierto para renacer con nuevas sensibilidades, darle otro cariz a los entornos que hoy parecen estólidos e inamovibles. ¿Queremos? ¿No le interesa a nadie? Cuando menos mantengamos el pábilo de esa nueva sensibilidad de siempre.

Las peculiaridades no se imponen, se convive con ellas, se asimilan y así se enriquece el acervo común. Mas conservemos el estilo machadiano, no la tuya ni la mía, vamos elaborando nuestras peculiaridades entre todos.

¡Me mosquean los uniformistas de pacotilla!

¡Abogo cordialmente por sentimientos inconformistas!

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Febrero 2005.