Scilingo: los silencios rotos – por Andrea Benites Dumont

Hay momentos que en la sala de la Audiencia Nacional dónde se desarrolla el juicio por genocidio, terrorismo y torturas contra Adolfo Scilingo, el aire se torna especialmente denso cuando las voces de los testigos corporizan, en ese espacio específico, tanto sufrimiento y tanta memoria.

En las sesiones realizadas se van incorporando documentos y testimonios diversos, que además de tener que probar -una vez más- el genocidio habido en Argentina, se van solidificando las pruebas de la confesión inicial de Scilingo: su participación en los vuelos de la muerte.

Se palpan también las diferencias evidentes en la perspectiva y en el desarrollo del juicio mismo; así para algunos medios de prensa ya no “hay nada que vender”, ni circo, ni desmayos, ni la prueba sorpresiva y escandalosa. Sin embargo la dimensión de este acto procesal -que un ex-militar que asumió el pacto de sangre y participó en la ejecución de crímenes espantosos- se encuentre en el banquillo de los acusados cuando parecía que la impunidad para todos los que cometieron delitos de lesa humanidad, quedaría inalterable por el fin de los siglos, hoy, en Madrid se está resquebrajando ese muro que protegía a los militares, aún cuando muchos no vean las pequeñas grietas y no escuchen el ruido de las piedritas que se van cayendo.

En las últimas jornadas han testimoniado periodistas que entrevistaron en España al acusado, como también el que fuera corresponsal del Washington Post y actual director del Buenos Aires Herald. Robert Cox relató que una oportunidad pasaba con su vehículo a pocos metros de la Escuela de Mecánica de la Armada, y presenció la llegada de un camión, se abrieron las puertas y ya dentro de la ESMA observó cómo eran obligadas a descender, personas con las manos en la cabeza. Este testimonio desmantela la afirmación de Scilingo que nunca vio ni los coches ni las personas que iban en los mismos, a pesar de hacer guardia en la entrada del campo de concentración de la Armada argentina.

También prestaron testimonios Abuelas de Plaza de Mayo, entre ellas Rosa Tarlovsky de Roisimblit, cuya hija Patricia fue secuestrada estando embarazada de ocho meses. Fue a través de los relatos de supervivientes de la ESMA que supo que fue llevada allí para dar a luz y que había tenido un niño. Después de mucho tiempo, concretamente en el año 2000 pudo localizar a su nieto que había sido apropiado por un miembro del personal civil de Aeronáutica.

Otro testimonio de calado fue el realizado por un joven perteneciente a la asociación H.I.J.O.S.(Hijos por la Identidad, la Justicia contra el Olvido y el Silencio) que agrupa a hijas e hijos de desaparecidos, represaliados, y exiliados durante la dictadura militar argentina. Emiliano Lautáro Hueravillo nació en la ESMA, su mamá Mirta Alonso había sido secuestrada junto al papá de Emiliano, Oscar Hueravillo. Durante el parto fue ayudada por otra detenida, y le realizaron a Emiliano una marca en la oreja para facilitar una futura identificación. El bebé a los 3 meses fue abandonado con una nota en sus ropas en las puertas de un hospital de la ciudad de Buenos Aires conocido como Casa Cuna.

Tanto el parto de Patricia Roisimblit como el de Mirta Alonso, tuvieron lugar en la ESMA coincidiendo con el tiempo en que Scilingo desempeñaba sus funciones de Jefe de electricidad y automotores.

Estas son las razones “climatológicas” que espesan el aire y provocan las grietas.

Andrea Benites Dumont. Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. vaelona, 4 Febrero 2005.