Las políticas del bienestar social siempre han sido la seña de identidad de las fuerzas progresistas. Han tenido como objetivo el derecho a la salud, las pensiones, la educación, la protección frente al desempleo, los servicios sociales, la luchas contra la pobreza, etc.
Bienestar social y democracia son dos realidades que están estrechamente ligadas. El Estado del Bienestar ha transformado radicalmente las condiciones de vida de la inmensa mayoría de los países desarrollados. Se han caracterizado por la garantía pública de su viabilidad, por la solidaridad intergeneracional e interterritorial de sus prestaciones, por la gestión socialmente participada.
La distribución del gasto público nos dice que el 40% del total va a las pensiones, un 30% a la sanidad, mientras que un 20% va destinado a la protección al desempleo y al gasto por invalidez. El restante 10% cubre el resto de políticas asistenciales.
Sí merece la pena destacar que el gasto en protección familiar en España representa sólo un poco más del 20% de la media de gasto europeo, a pesar de las alabanzas que desde los poderes públicos y desde diversas instituciones se dedican al colectivo familiar.
El gasto social, en 1980, representaba el 17,4% del PIB. En el año 2003, alcanza el 20,2% del PIB. Un avance del 2,3% en veintitrés años parece escaso. Sin embargo, no podemos olvidar el gran crecimiento del PIB de nuestro país en ese periodo de tiempo, por lo que el aumento global es muy importante.
El gasto social ha tenido un crecimiento muy moderado, por debajo de la media europea. Se puede decir, que en el año 2001, estábamos más lejos de la media europea de lo que nos encontramos en 1980.
Todavía existen en nuestro país grandes carencias sociales, hay colectivos que no alcanzan el bienestar social o lo hacen de forma deficitaria, siendo una parte importante de mujeres las que tienen que sustituir con su trabajo las insuficiencias de las políticas sociales. Grupos poderosos del mundo empresarial y la política conservadora son quienes cuestionan y atacan el Estado del Bienestar.
Los sectores más neoliberales defienden abiertamente la reducción del gasto público en políticas sociales. Lo argumentan diciendo que para poder competir hace falta disminuir los impuestos y los gastos, teniendo a Estados Unidos como ejemplo a seguir. Pero no se engañen, la realidad es otra, países como Suecia o Finlandia con los niveles más altos de impuestos y un gran gasto social, son mucho más competitivos que los norteamericanos.
Otros, de forma más sofisticada y evitando el desgaste electoral que las medidas de recorte les puedan acarrear, propugnan la privatización de la gestión de las políticas de bienestar, trasvasando ingentes recursos públicos al ámbito de la gestión privada, ejemplos claros los tenemos con el gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona, gobernados por PP-UPN.
Las experiencias de este modelo privado de bienestar, son elocuentes, no sólo por la exclusión social y la ruptura de la solidaridad, sino porque la gestión es más cara, la calidad menor y los riesgos más frecuentes. Ejemplos paradigmáticos de la gestión privada es la clasista sanidad norteamericana, que margina a gran parte de la población, con altos costes de funcionamiento. Los efectos desastrosos de los fondos de pensiones en Chile y Argentina o la caída de la calidad de los servicios públicos en Inglaterra tras la privatización tatcheriana.
Hoy la derecha y el neoliberalismo nos hablan de “la sociedad del bienestar”, pero no del “ Estado del Bienestar”. ¿Existe diferencia? Sí. Los que nos hablan de sociedad y no de Estado apuestan por la reducción de las políticas de bienestar social, por la privatización de derechos y por la desigualdad, todo ello adornado con todo tipo de cantos, pero la realidad es esa.
Otra forma de debilitar o de congelar las políticas sociales, es la reducción de impuestos fundamentalmente directos o la obsesión por el déficit cero, cuando nuestra deuda es de las más bajas de la Unión Europea, resultando incompatible con la consolidación y mejora del Estado del Bienestar.
Defender dicho Estado es querer superar las desigualdades y las diferencias sociales. El papel del Estado y lo público es la garantía de corregir estas injusticias sociales. Es evidente, que hay un protagonismo por parte de la sociedad en la organización de la solidaridad, pero reivindicar el papel del Estado es una garantía del futuro social.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Febrero 2005.