Del Holocausto se habla mucho, otra cosa será el pensar si es demasiado, y otra más si se habla adecuadamente. Biblioteca DEBATS publicó hace años unos debates en torno a los escritos de D. J. Goldhagen sobre este tenebroso asunto; de allí entresaco unas palabras del final: «habríamos avanzado mucho con que, tras este debate supiéramos mejor hacia donde hemos de dirigir nuestras reflexiones, qué es lo que vale la pena que nos preguntemos».
En demasiadas ocasiones se olvida el meollo central, con muchas conmemoraciones espectaculares, pero dejando la impresión de que ya se acabó aquello, sin entrar a fondo en las perversiones causantes, que además están de plena actualidad, es suficiente con observar los comportamientos sociales, ideológicos, económicos.
Conviene sacar a relucir una serie de silencios, anteriores, en plena desgracia y cuando ahora parece todo muy antiguo. Es decir, olvidos y silencios de siempre.
Cómo no vamos a apreciar en clave de olvidos lamentables algunas de las situaciones siguientes:
1. No solo Auschwitz. Hubo muchos otros puntos de los que se habla poco, Auschwitz es como el representante genérico, pero eso conduce a un protagonismo que, lejos de ejemplarizar, aminora su impacto. Lo reduce a un sitio concreto. Y es notoria la existencia de muchos campos similares.
Este silencio sobre los demás focos genera otro agravante, se desdibujan las verdaderas causas de ese tipo de conductas confluyentes, que son muchas y variadas.
2. Heidegger. No vamos a poner en tela de juicio sus grandes logros filosóficos al tratar del SER, de los otros seres más pequeñitos y de nuestra trágica ubicación en un TIEMPO concreto. Mas, imbuído de esos grandes pensamientos, se olvida, guarda silencio sobre ese paso nefasto de idea a ideología y de esta a la barbarie. Fatal olvido. A una cabeza de tantos quilates le resultó imposible discernir ese tobogán trágico capaz de anular todos los sentidos de las cosas.
Más que en SER y TIEMPO, me lleva a pensar en IDEA, IDEOLOGÍA y MASACRE. Eso no quiere menospreciar a las ideas, ideologías o pensamiento filosófico. Simplemente quiero resaltar unos caminos equivocados a los que se recurre con demasiada frecuencia.
3. Espionaje de guerra. Ya en esos años 40 fueron capaces de averiguar donde estaban las fábricas de material bélico, procedencia de la materia prima y gentes involucradas en su manipulación. Sobrevolaban esas zonas, bombardearon gran cantidad de focos neurálgicos, pero nunca una cámara de gas ni un horno crematorio.
¿No llegaron a conocer la existencia de esos campos de exterminio? Imposible. Otra cosa será comentar que sus objetivos no iban dirigidos a eso. Aquí se silencian los datos objetivos a disposición de los servicios de información.
4. Víctimas iniciales del ejército ruso. Se conocen casos de oficiales y soldados capturados en los momentos iniciales de la contienda, sometidos a los horrores de los campos y asesinados también. A qué viene decir al final que no se conocía su existencia, eso afirma el general soviético que entró en Auschwitz en sus memorias. ¿Porqué no se divulgaron los datos de esas primeras víctimas?
5. Banalidad del mal. Es ya todo un clásico desde que Hannah Arendt nos familiarizó con este concepto. Se trata del silencio sobre aquellos criterios imprescindibles para toda persona que como tal viva en sociedad. No son puras habladurías. Esos criterios exigen búsqueda, requieren diálogos, pero también constancia en su aplicación. Cuando se prescinde de ellos, comienza a tolerarse todo de una manera frívola.
6. Distracción – espectáculo. Cuando las referencias a todas estas crueldades, su martilleo mediático y esa frivolidad reflexiva mencionada, se potencian como un hervor burbujeante, desaparece progresivamente toda la enjundia del asunto. Ya se convirtió en escuetos índices de audiencia.
7. Olvido del hallazgo. No me resisto a sacar a colación el escalofriante artículo de Jack Fuchs publicado en El Nuevo Diario de Nicaragua (29.1.5). Lo titulaba Auschwitz nunca fue liberado. En su calidad de sobreviviente, la fuerza del mismo es demoledora pese al tiempo transcurrido.
Quizá no existiera ese afán liberador del que se hace gala, quizá trás el hallazgo horripilante quedaran aturdidos.
Por lo tanto, demasiados olvidos y silencios para cosa buena.
Y para desgracia humana, estos comportamientos ignominiosos no son exclusivos de unos u otros, ni tan siquiera de una época concreta. ¿Hace falta citar nombres? Sería la vuelta al mundo de los horripilantes magnicidios. ¿Qué país o cultura se libra de ellos? Algunos querrán medirlos por el número de víctimas, otros por la benevolencia torturadora, pero no hay escape.
Por eso crujen los silencios, somos muy proclives a ejemplarizarlos. Eso sí, silencios u omisiones los hay de todos los calibres. Así es más fácil olvidar.
Perdonar, olvidar, son palabras mayores. Si las frivolizamos el embrutecimiento tendrá vía libre. Exigen un tratamiento más adecuado y sincero. De lo contrario quizá sea mejor hablar del viento.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Febrero 2005.