Parece que la jerarquía eclesiástica no está tranquila si no nos da… intranquilidad. Y es para no estarlo, sobre todo los que pertenecen a su grupo o “rebaño”, otra cosa es la visión más sosegada, aunque no menos preocupante, que podemos tener los que nos sentimos alejados de los postulados de la cúpula del nuevo “santo oficio”. Nos preocupa desde la solidaridad y conciencia de contemplar como los que estiman las palabras de la Conferencia Episcopal y las de su jefatura, el Vaticano, como dogma de fe, pueden verse afectados por la intransigencia y conceptos arcaicos a morir en nombre de una moral bastante dudosa. La pandemia que asola a grandes zonas de la tierra y que está unida indisolublemente a la pobreza y a la incultura, aspectos sin los cuales estos dirigentes eclesiásticos no tendrían razón de ser, podría mitigarse con la aceptación de que el uso de preservativos en las relaciones sexuales entre seres humanos es un método efectivo y completamente normal. El SIDA, enfermedad que, aunque no solamente se transmite por las relaciones sexuales, si es uno de los contagios más generales, es una infección de la que me siguen albergando infinidad de dudas sobre cual fue el inicio de su germinación.
Las declaraciones del portavoz de la Conferencia Episcopal, J. Antonio Martínez Camino, a la salida de su reunión con la ministra de Sanidad, Sra. Salgado, fueron noticia de impacto. Por primera vez la Iglesia oficial daba algún argumento para la utilización de un método como el preservativo para las relaciones sexuales, eso sí, para la prevención del SIDA. Pude oírla en televisión y afirmo que me causaron cierta perplejidad. La Sra. Salgado había conseguido en media hora lo que no se había logrado en decenios. Pensé en la posibilidad que nuestra flamante ministra fuera propuesta para sustituir al Sr. Annan al frente de las Naciones Unidas. Si había conseguido tal hazaña, que no podría obtener en la cantidad de conflictos que pueblan nuestro planeta. Un espejismo. Poco tardaron los jerarcas de la iglesia en poner las cosas en “su sitio”. No hay marcha atrás (sin connotaciones), estos expertos en sexualidad, cuestión que tienen vedada pero de la que dicen saber latín, califican la utilización del preservativo o condón como un acto inmoral y certifican que la única manera de prevenir tal enfermedad es la abstinencia o la fidelidad. Parece que los millones de muertos que se producen son un castigo por su comportamiento pervertido. Y a mí que me parece que practicando el sexo no solo lo pasa uno bien sino que además se conoce gente.
Para rematar la faena, y a pesar de la gravedad del asunto, tomándolo a cierta chacota, aparece el fenómeno de las rías bajas, el taimado Presidente de la Xunta gallega, D. Manuel, para echar leña al fuego. El Sr. Fraga añade una salvajada más a su amplio currículo de desventuras y desmanes. Afirma en unas declaraciones que se califica de “católico, apostólico y romano, aunque pecador”, además de avalar todo ello con una confesión pública sobre su actitud privada: “Yo, desde luego, que toda mi vida, como es sabido, he dicho las verdades sin condón, pienso morirme sin ponerme ninguno”.
Bravo. Don Manuel ha tenido una larga trayectoria de 82 años, fornicando a siniestra, a estudiantes, trabajadores y opositores al régimen franquista del que fue colaborador necesario, reprimiendo, encarcelando, censurando, firmando penas de muerte; prosiguió y prosigue, no olvidemos cuestiones como el “Prestige”, y todo ello lo ha hecho sin ponerse un simple preservativo. Le alabo la suerte de no haberse contagiado, al menos no se conoce, de ninguna enfermedad venérea. Su promiscuidad le hacía ser objeto de riesgo.
Mi amigo Arsenio, ante tales necedades, sugirió una de sus famosas “salidas” (sin connotaciones). Argumentó que si un día se pusiera en marcha una máquina del tiempo, viajaría en ella para suministrar una gran cantidad de condones al padre de D. Manuel, al Sr. Fraga.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 25 Enero 2005.