¿Tiene Palestina la solución? – por Edmundo Fayanás

Se acaban de celebrar las elecciones palestinas a la presidencia de la Autoridad Nacional Palestina, siendo presentadas como una oportunidad para enderezar el camino hacia las negociaciones palestino-israelíes.

Tras la muerte de Arafat, este proceso electoral ha dado paso a Mahumud Abbas, a quien gusta presentarse como paloma, madre de todas las palomas. Éste cuenta con el beneplácito de los norteamericanos y el reservado asentimiento israelí.

Al igual que Arafat, Abbas intentará negociar una tregua, pero ésta solo puede sostenerse si Israel da pasos auténticos hacia la paz, lo que significa un plan de retirada de toda Cisjordania, a lo cual se han negado hasta ahora.

Nuevamente se vuelven a cambiar los términos de este conflicto. En vez de establecer, que la clave de la solución es poner fin a la colonización de los territorios palestinos por Israel y el cumplimiento de éste de las resoluciones de la ONU, tal como exige las leyes internacionales, se presenta el problema como de responsabilidad del lado palestino, planteando que no es la ocupación, sino la democratización palestina el punto fundamental de la resolución del conflicto.

La situación económica en Palestina es gravisima. Su tasa de paro es del 26,3% de su población y el 47% de la misma está sumida oficialmente en la pobreza, con un salario medio de menos de dos dólares diarios. Todo ello sin contar los 600.000 palestinos, que los organismos internacionales consideran como pobres de solemnidad, cuyas necesidades vitales y asistenciales son cubiertas por estos organismos. Pero esta ayuda no suele llegar con regularidad, soliendo subsistir con dólar y medio por día.

La ayuda internacional, que recibe anualmente Palestina, está cifrada en 950 millones de dólares, que como vemos son insuficientes. Las donaciones de los países extranjeros mantienen directa o indirectamente a un grupo de 250.000 palestinos, que consiguen impedir que se hundan en el mundo de la pobreza.

Las arcas de la administración palestina están vacías. Los funcionarios junto con los 30.000 policías cobran frecuentemente con mucho retraso sus salarios lo que coloca a la red asistencial y policial al borde del colapso. Si a esto, añadimos los casos de corrupción y de incapacidad administrativa hacen que la situación sea explosiva.

La corrupción palestina, que tan frecuentemente se le ha acusado a Arafat, no es proporcionalmente mayor ni más importante que la de cualquier otro país, pero es muy dolorosa, primero por la lucha que tiene el pueblo palestino y en segundo lugar, por los niveles de supervivencia humana que se están dando.

El otro foco del conflicto palestino-israelí es la demografía. En esta batalla Israel está perdiendo la guerra demográfica. La noche en que Ariel Sharon ganó las elecciones del 2001, mandó llamar con urgencia al profesor de la Universidad de Haifa, Arnon Saffer. Éste predecía en un informe demográfico, de 1987, que el número de palestinos en Israel y en los territorios ocupados superaría a la población judía en el año 2020: 8,7 millones de palestinos frente a 6,3% millones de judíos.

La población palestina crece al ritmo del 5% anual frente al 2,9% de la judía. La franja de Gaza tiene una espectacular tasa de fertilidad del 7,5% y una media de siete hijos por mujer. En Gaza con sus exiguos 360 Km2, el número de nacimientos es de 48 por cada 1.000 habitantes, más del doble que la media mundial. Más del 50% de su población tiene menos de quince años, pasando ésta a los tres millones de habitantes, en el 2025.

El diario israelí Haaretz empieza a ver la posibilidad de que los palestinos renuncien a la existencia de los dos estados, Israel y Palestina, marcándose como objetivo la conquista del poder de Israel por el procedimiento democrático de las elecciones. Ven el modelo que están siguiendo los chiís en Iraq, como ejemplo a seguir.

Las proyecciones demográficas que ha hecho la Oficina de Referencia de Población de Estados Unidos son demoledoras: Israel tardará cuarenta y cinco años en duplicar sus cinco millones de judíos, los palestinos de Gaza la duplicaran en quince años y los de Cisjordania en veintidós años.

Algunos expertos piensan que el acceso a la educación provocaría un cambio en el papel de la mujer y controlaría su fertilidad, ambas cuestiones conducen al progreso económico y a la democratización. Pero en el caso palestino, el estado de guerra lo anula, transformándose la natalidad en un arma más. HAMAS mima y cuida especialmente en su red de beneficencia a las familias numerosas.

Con la tasa de fertilidad judía actual y con una inmigración en regresión, pese a los esfuerzos por traer extranjeros, coloca al Gobierno israelí en una encrucijada de muy difícil solución. La tasa de inmigración es la más baja de los últimos quince años y el estado de guerra no invita a aventuras a los judíos no amenazados. La ventaja palestina en la batalla inmigración-fertilidad puede ser, quizá la única razón para regresar a la negociación.

Junto a la crisis económica y pobreza actual, unido a la explosión demográfica que se vive hay que unir el problema del agua, recurso esencial para la vida.

El agua ha estado presente en todas las guerras judeo-árabes que se han dado. Israel siempre ha tratado el agua como un asunto de seguridad nacional. La situación hídrica de toda la zona es muy preocupante, con un agotamiento del río Jordán que ha pasado de un caudal de 1.250 Hm3 anuales, en 1953, a los 200 Hm3 anuales del año 2002. Se está agotando los acuíferos y el déficit hídrico se calcula para el año 2010 en más de 350Hm3. Mientras un palestino de Gaza paga 1,2 dólares el m3, los colonos judíos de la zona pagan 0,1 dólar el m3. Un judío de Israel consume diez veces más agua que un palestino. El problema del agua se agravará en la misma medida que crezca la población y se vayan reduciendo sus recursos hídricos por agotamiento.

Un rayo de esperanza se puede ver en el horizonte, porque la situación es tan desesperada para ambos contendientes que los llevará a la mesa de negociaciones. Esperemos que la Unión Europea sepa jugar un papel importante y sirva para centrar el asimétrico papel de los Estados Unidos que destaca por su prosionismo. Judíos y palestinos se merecen un acuerdo basada en la paz, la justicia y la equidad.

Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona. 12 Enero 2005.