La democracia orgánica de Putin – por Edmundo Fayanás

Tras el proceloso gobierno de Boris Yeltsin, que intentó pasar a Rusia de un régimen de economía planificada de tipo estatalista a una de tipo capitalista, con la intención de lograr una democracia de corte occidental. Yeltsin nombró a Vladimir Putin como su sustituto. Ambos personajes destacan por sus escasas convicciones éticas y morales, unido todo ello por un elevado autoritarismo, proviniendo ambos del PCUS y en el caso de Putin del KGB.

Rusia se ha visto sacudida por el problema de Chechenia que incluye una guerra y unos inmensos atentados terroristas, unos desde el mundo checheno y otros con muy oscuros orígenes.

Tras el secuestro de Beslán y su masacre posterior, Putin ha diseñado un poder político de corte autoritario y centralista, siendo cualquier asomo de democracia pura casualidad.

La Duma (Cámara baja del Parlamento) ha aprobado una legislación antiterrorista que permite a las autoridades restringir las libertades ciudadanas por el mero hecho de recibir información sobre supuestas preparaciones o amenazas de atentados terroristas. Por esto se pueden suspender los derechos democráticos hasta sesenta días.

Las autoridades rusas, en este periodo, pueden prohibir reuniones y mítines, escuchar las conversaciones telefónicas, limitando la libertad de movimiento. Restringe las actividades de la prensa sobre actos terroristas teniendo que pasar su información por los órganos de seguridad.

En su lucha contra el terrorismo, autoriza al ejército ruso a realizar operaciones, incluso fuera de su territorio. En la lucha contra el terrorismo vale todo para Vladimir Putin.

A mi modo de ver, lo que realmente impide a Rusia luchar contra el terrorismo, no es la falta de base jurídica, sino la arbitrariedad legal, la corrupción y la degradación de los órganos del poder del Estado diseñado por Putin.

En su afán centralista, el Parlamento ruso, dominado por el partido Nueva Rusia de Putin, ha aprobado una ley que sustituye a los gobernadores elegidos por sufragio universal por otros designados por el presidente. El criterio de éste sustituye a la voluntad popular.

En esta reforma autoritaria y centralista del sistema político ruso, se ha preparado un nuevo proyecto de ley de elecciones, con el fin de que se aplique en los comicios del 2007, buscando la consolidación de un sistema bipartidista. La Duma o Cámara baja estará formada exclusivamente por representantes políticos, en lugar de la actual representación mixta de territorios y partidos. La Cámara Alta se le denominará Cámara Social, que constará de 126 diputados. 42 diputados serán elegidos directamente por el presidente por sus méritos especiales ante el Estado y la sociedad. Otros 42 serán elegidos por los nombrados por el presidente y los últimos 42 provendrán de las provincias. ¿No les recuerda a la democracia orgánica del franquismo?

Se exige a los partidos políticos la obtención del 7% de los votos a nivel estatal para poder acceder al poder legislativo. Esta medida tiene dos motivaciones, en primer lugar va encaminada a eliminar del sistema parlamentario a los diputados independientes que actualmente son los que más se oponen a su política autoritaria y en segundo lugar eliminar a la mayoría de los partidos políticos, añadiendo el requisito de tener más de 50.000 afiliados.

Esta claro, que Putin busca un sistema bipartidista que pueda controlar y estar a su servicio, eliminando cualquier tipo de contestación.

Esta política centralista y autoritaria, no sólo abarca al mundo de la política, sino a todos los ámbitos de la vida rusa. Así, desde el Kremlin se acalla cualquier voz disidente de la prensa, los niveles de autocensura nos recuerdan los mejores tiempos comunistas y la libertad de expresión brilla por su ausencia, la única verdad existente es la del presidente.

¿Qué decir de la política económica?

El último caso, es el proceso de renacionalización de empresas, como ha sido el de Yukos, donde su presidente osó enfrentarse con Putin, acabando en la cárcel y siendo absorbida su empresa por parte del Estado, sin guardar las más mínimas normas jurídicas.

El sistema judicial ruso es asimilable a cualquiera del mundo occidental en cuanto a la redacción de leyes, pero el problema surge en su aplicación, pues nos encontramos con la corrupción y la dependencia del poder político. La independencia judicial y de los jueces es una quimera.

Desde la llegada de Putin al poder, los derechos humanos han retrocedido a unos niveles alarmantes. La tortura policial es una constante, realizándose con total impunidad. Las confesiones y sentencias basadas en acusaciones falsas son moneda común del sistema judicial ruso.

Todos estos desmanes, como en Chechenia y contra el propio pueblo ruso, son recibidos por el mundo occidental con un silencio escandaloso y en algunos casos cómplices, como el caso del canciller alemán Schroeder.

Hoy Europa depende en unos niveles muy significativos del petróleo y gas rusos, entre el 25-30% de su consumo. En este mundo al revés que vivimos, la Unión Europea se está planteando una relación privilegiada a todos los niveles con Rusia, exceptuando su integración, buscando el horizonte de crear un área de libre comercio. Valorando más el dinero que los derechos humanos.

Por eso, no es difícil de entender que en la nueva Constitución, el apartado económico quede perfecta y escrupulosamente reflejada la economía neoliberal que nos aplican, mientras que los derechos sociales duermen en el limbo de los justos.

Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Enero 2005.