Necesitamos un verdadero olentzero – por Rafael Pérez Ortolá

Somos capaces de pervertir hasta los personajes de la fantasía literaria. Arramblamos con todo, tergiversamos lo que haga falta… y encima nos lo creemos con una fe inamovible. Así nos sucede con el espíritu navideño, transformado en un supermercado de lo más concurrido. Con la solidaridad, quizá sea todavía peor, simplemente pongo un ejemplo, quién se acuerda de los solitarios por ancianidad, enfermos, pobreza; posiblemente el concepto solidario ya no tenga que ver con todo esto. Otro candidato a ser manipulado es el entrañable Olentzero de orígenes navarros y muy apreciado en toda Euskadi.

La génesis del personaje se remonta a las montañas, entre hadas y duendes, para consolidar una figura representativa de lo mejor entre los humanos, laboriosidad, bondad, ensamblaje con la tierra y acercamiento a sus vecinos en épocas de escasos medios para trasladarse de un lugar a otro. La convivencia y la colaboración con aquellos que sufrían penurias se representan en esa visita, propia de los tiempos invernales, de mayor quietud y recogimiento en las casonas antiguas.

No debemos dejar de lado otro importante matiz adherido al Olentzero, esas reuniones mencionadas se desarrollaban en torno a la quema del TRONCO del OLENTZERO. Como en tantas otras vivencias de la antropología, se quema el tronco, la madera o el carbón; surgiendo a renglón seguido el resplandor de la llama. La cálida acogida mutua en torno al fuego adquiere tintes de purificación, desechando, eliminando, las penurias pasadas, unas naturales y otras generadas por las tensiones de la vida. Calor en esa cercanía, mantenimiento de ese núcleo de relación humana, que cada año transcurrido quizá lo vayamos añorando con más intensidad. Son demasiadas las esencias pegadas al personaje como para desdeñarlo.

Los entornos han evolucionado muchos desde aquellos orígenes. Los carboneros aislados en las zonas boscosas, los senderos, como la sencillez y la dureza de sus actividades quedan en la bruma de los mitos.

Ahora tenemos otras pulsiones más agresivas, hormigueros ciudadanos, agresiones a la naturaleza, la paradoja de muchedumbres de ciudadanos aislados entre sí, tremendo chisporroteo de noticias, gran facilidad de maniobrar en desplazamientos o en actitudes de todo jaez. Y hemos inventado cosas geniales, disfrutamos de la política en múltiples versiones ¿O todas son la misma versión?, la enseñanza es un primor que disgrega los mejores conocimientos. Aquí no se si habrá duendes o hadas, pero de haberlas han de ser malignas porque no voy a extenderme en toda la sarta de maldades de que somos capaces.

Les voy a contar una anécdota, puro chascarrillo acaecido en alguna de esas montañas de tonos verdes a las que hacíamos referencia. Un día les voy a mostrar una foto para apreciar la gran capacidad de maniobra humana. Aprovechando cortafuegos y pistas forestales, asombra la visión de verdaderos almacenamientos de cachivaches en lugares antaño idílicos. Es posible trasladar a unas alturas considerables, desde cunitas, colchones, verdaderos depósitos de cartuchos, neveras… ¡Una auténtica exposición! La psicología se queda corta para buscar una explicación plausible a este tipo de actuaciones.

Evidentemente el actual Olentzero no puede ser idéntico a las figuras míticas. Los cambios transformaron nuestras sociedades. Las virtudes y bondades sabemos esconderlas con eficacia, su misma definición la hemos convertido en inextricable. Quizá las estadísticas, los diversos porcentajes, nublarían la visión de los más avisados carboneros.

Necesitamos de la mejor fantasía para abordar nuestras miserias. Sí, sí, FANTASÍA con mayúsculas. Ya está bien de realidades, mejor sería decir pretendidas realidades. Ahora se habla mucho del perfil requerido para un trabajo, un puesto de confianza o similares. Pues bien, acogiéndonos a la figura del Olentzero necesitamos perentoriamente volver a los esquemas, al perfil capaz de regenerar esos orígenes de franqueza, convivencia y diversión sana. Del mismo modo convendría pergeñar un nuevo tronco, una nueva llama, con la fuerza suficiente para dialogar, para establecer conexiones entre trabajadores y ciudadanos de ahora.

Las tormentas y catástrofes, los incendios y penalidades motivaban los mejores sentimientos de apoyo. Se sentían cercanos entre duendes, hadas y fantasía. Ahora somos tan machos o hembras, por decirlo a lo bruto, que no requerimos de fantasías aniñadas. De ahí los barrios inhóspitos, los vecinos crueles, los personajes melifluos, la destrucción de personas y los sufrimientos.

Hemos pasado de los cuentos de hadas a los cuentos del terror más inútil.

Pues eso, quiero romper una lanza, si bien una lanza vieja y herrumbrosa, ¿O acaso nueva? en favor de recuperar la mejor fantasía, de conversar amigablemente, de buscar entre todos, planteamientos y actuaciones más en consonancia con una Humanidad satisfactoria. ¡Pero si ya no sabemos donde hemos colocado los tan manidos Derechos Humanos! Esto se parece más al sálvese quién pueda.

Por eso clamo para que hagamos funcionar a un Olentzero renovado, quemando un nuevo tronco para convivir en su entorno y vivir con la mejor naturalidad posible.

Al final de las diferentes teorías y métodos siempre quedamos solitarios, decide cada uno consigo mismo cúal es su creencia íntima. Cuando no existen las respuestas absolutas, el razonamiento humano pasa al terreno de los sentimientos. Todos los comportamientos y sentimientos se unen con sus hermosas diferencias.

Si pierden autenticidad estos comportamientos, se desintegra el ritual y tambien una parte esencial de sus protagonistas; en este supuesto sólo se registran pérdidas.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Diciembre 2004.