Cuando las ciudades de muchos países se visten de fiesta, cuando los mensajes publicitarios invitan a un desmesurado consumo, no puedo dejar de pensar en las víctimas del hambre, en los que sufren injusticias, en aquellos que padecen las infames guerras, no puedo olvidarme de los refugiados que huyen de sus ciudades, de aquellos que sólo oyen el sonido de las bombas y las metralletas, de todos los que sus ojos se vuelven mares negros.
Éste es un poema desesperado
y Faluya se viste de negro.
Ciudad de mezquitas llorosas
que imploran justicia.
Dolor que se eleva entre ruinas
mientras el dios de la guerra
impone su acero.
Faluya vomita sus muertos
y el mundo llora con ella.
Todos somos de Faluya,
aunque no tengamos mezquitas
ni muertos que enterrar.
Se ahogó el juego de los niños,
el gemido de los amantes
y el cántico de la vida.
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Diciembre 2004.