Debemos gritar por la dignidad – por Rafael Pérez Ortolá

A veces es bueno gritar. Un buen grito expande los pulmones y seguro que suaviza las tensiones de esas almas tan atareadas en nuestros tiempos. ¿Alguno no gritó nunca? De forma evidente, las causas pueden ser muchísimas, un susto, un gol, una celebración u otros estímulos.

Me interesa sobremanera el GRITO de la PECULIARIDAD. Una indudable sensación de frescor irradia cuando percibimos en las realidades (como pueden ser las hierbas más sutiles, los animales y tambien los homínidos) esa presencia irreductible de las diferencias que dan cuerpo a los vitalismos en que estamos inmersos.

Luego se suele pasar al supuesto derecho a la dignidad, podemos llamarlo GRITO por la DIGNIDAD. Pero ahí solemos vocear en el desierto, confundimos los términos y uno ya no sabe si canta o asusta a los pájaros.

Afirmamos que cualquier hombre tiene su dignidad, pero no se menciona, o se insiste poco en el detalle crucial, la tiene precisamente por ser PERSONA.

¿Qué pasa si uno abdica de esa entidad personal? Renuncia a criterios morales, responde a puros intereses, todo lo vende o sigue esquemas puramente placenteros. Rompe toda su estructura personal, desaparece como sujeto autónomo, su poderío únicamente consiste en funcionar a bandazos, sin fundamentos antropológicos.

Ha perdido todo tipo de respeto por sí mismo. A este sujeto le corresponderá muy poco grado de dignidad. Cuando se trivializan palabras y conceptos, ya no puede uno circular con puntos de referencia y lo mismo da arre que só.

Emerge así una prioridad, una urgencia, acudir a grandes zancadas en busca del PUDOR kantiano, para conservar un poquito de esa dignidad personal en la que podamos desarrollar nuestras vidas. Sin alharacas, pero nuestra propia vida.

Cómo va a establecerse un diálogo si cada participante está mentalmente disgregado, sólo es un montón de ideas sueltas, sin organización, ni siquiera una mínima consolidación. ¿De qué va a discutirse en ese pretendido diálogo?

Sólo si disponemos de una cierta dignidad podremos establecer contactos válidos con el entorno, con las personas -de otras ideas, inmigrantes, marginados-.

A partir de ahí ya es posible soñar con crear ese nuevo conjunto armónico donde estén involucradas las personas, ese ÁMBITO DIALÓGICO (Laín, López Quintás) para ser capaces de originar nuevas plataformas para expresarnos y convivir. Pero no como magmas amorfos, como simple acúmulo de carne hablante. Grito, grito por lo tanto, en favor de que abunden las personas con una dignidad creativa, específica de cada individuo.

Roberto Juarroz escribió: Todo lenguaje es un malentendido. La palabra propia del hombre todavía no existe.

Podemos añadir, si falta hasta la dignidad de ir con franqueza en busca de esa palabra, ¡es que no la conseguiremos ni por aproximación! Sin esa actitud personal, nos enfrentaremos a nuestra existencia equiparándonos a los cantos rodados del barranco.

Alguna CHISPA INTERIOR nos tiene que motivar, sin grandes complejidades, para establecer ese contacto necesario con el resto de la sociedad. Como entes colaboradores, no como estólidas piedras desplazadas por cualquier corriente.

Gritar por esa dignidad se convierte en algo perentorio en momentos de convivencia difícil -terrorismo, conflictos de pareja, problemas laborales, catástrofes-. Se comenta poco que llegar a conseguir un buen nivel de dignidad exige educación, aprendizaje, respeto. En fin, cosas que tampoco se sacan de cualquier pozo y se tienden a despreciar.

Por eso gritar puede convertirse en un recurso muy rudimentario. Ahora bien, cuando se trate de dos asuntos tan significativos -Aprendizaje y Dignidad- no creo que esta forma de llamar la atención fuera muy desproporcionada.

Nos jugamos defender las particularidades nobles de cada persona. Ese camino no será el único pero si uno de los más valiosos contra tantas globalizaciones como se ciernen sobre todos nosotros. Desde el más pequeño a los más poderosos ¡Qué manía con uniformarnos!
Por todo ello propongo muchos gritos por defender la dignidad de las personas. De cada una y no hablar de una referencia general ineficaz que enmascare los abusos.

Claro que sería mejor decir: ¡Espabile cada uno para aprender y desarrollar su PROPIA DIGNIDAD! A ver si podemos despertarnos con un GRITO SALUDABLE, para redescubrir algo tan vital para cada persona. Es la única vía para agrupar gentes valiosas.

Es decir, diferencias saludables y dignidad constructiva para defenderlas.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 2 Diciembre 2004.