De vez en cuando, aunque con mucha escasez, la pequeña pantalla ofrece espacios de interés. La 2 es un oasis entre tanta “parrilla” putrefacta, de crónicas rosas, marcianas y debates planos.
Los que nos conformamos con los canales que se ofrecen en abierto y que, aunque llames privados, son sufragados indirectamente por toda la ciudadanía, podemos ver alguna joya informativa como el espacio “CRÓNICAS” que hace unos días brindó un trabajo muy bueno sobre lo que significó el cambio en materia educativa de la República, desde 1932 a 1939. En el momento que vi la programación no dudé en buscar un hueco para aposentarme delante de la TV y ver algo distinto, algo que suponga un análisis que abra los ojos sobre hechos pasados o presentes y abra la “urna” del pensamiento único.
Sorprenden las cifras que se explican sobre el esfuerzo que se pretende con la proclamación de la República y la Constitución de 1931. Se pretendían construir 27.000 escuelas en el primer bienio 1931-1933, de las que “sólo” se llegan a construir 16.000, se aumentó el sueldo a los maestros ya que cobraban menos que los obreros (siempre recuerdo la frase “pasas más hambre que un maestro de escuela”). En las imágenes contemplamos el trabajo del creado Patronato de las Misiones Pedagógicas, donde Alejandro Casona, María Moliner, Carmen Conde, María Zambrano o Luis Cernuda, llevaban su testimonio en forma de música, libros, teatro, etc. a una población convenientemente analfabeta, por los intereses de una clase dominante que de esa manera tenía a la población atrapada en su ignorancia. La gran distinción de formar ciudadanos ante el propósito de nutrir el país de súbditos.
Dos veteranas alumnas recuerdan su infancia y visitan el colegio donde iniciaron su instrucción. Una, Carmen Ruiz-Peinado recuerda en la misma aula como, muchos años antes, les impartían la enseñanza. Otra, Palmira Plá, cuenta algo sublime: “Me convertí en maestra para hacer con las niñas lo contrario de lo que hicieron conmigo”.
Intervienen estudiosos en la materia. El profesor de la Universidad de Salamanca, Francisco de Luis, el Catedrático de Historia de la Educación, Antonio Molero, o el Profesor de la Universidad de Valencia, Juan Manuel Hernández Soria. Hacen un recorrido sobre lo que significaron estas medidas para impulsar una sociedad basada en el conocimiento para todos y todas, la tragedia del levantamiento fascista y la represión posterior. No eluden las preguntas sobre las actuaciones respecto a las ordenes religiosas y el artículo 26 de la Constitución de la República.
Es cierto que ese artículo fue importante para que el clero, la impenitente “iglesia oficial”, buscara argumentos para declarar la guerra al estado, y por ende al pueblo español.
Aquella Constitución que en su Artículo 1º expresaba que España es una República democrática de trabajadores de toda clase, o en el 6º dónde manifestaba que España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional, trataba a las confesiones religiosas como Asociaciones sometidas a una Ley especial y, entre otras disposiciones, las prohibía ejercer la industria, el comercio y la enseñanza. Si se da por hecho su carácter religioso y su “reino no es de este mundo”, es plausible la negativa a que hicieran negocio con el comercio y la industria, y por lo tanto, negocio con la enseñanza. Negocio económico e ideológico.
Una vez consumada la trágica victoria del golpismo se procedió a depurar a los maestros que, después de jueces y fiscales, fueron el grupo más represaliado. Según algunos autores existen en el AGA (Archivo General de la Administración) conservados más de 50.000 expedientes de depuración de maestros. En estos figuran las acusaciones más variadas y peregrinas. Desde “manifestar y/o propagar ideas izquierdistas” a “dudar del éxito del alzamiento”, en el aspecto político, a las de motivo religioso, como “no ir a misa o ir poco”, “tener hijo sin bautizar” o “frío en religión”.
Los que tuvimos la “suerte” de ir al colegio bastantes años después, pudimos sentir el azote (también en el sentido literal del termino), de una educación basada en el miedo, el pecado, la separación de niños y niñas, el palo y la famosa frase “la letra con sangre entra”. A pesar de ir a colegios públicos.
En definitiva, el levantamiento militar y el posterior régimen franquista, abortó un modelo de enseñanza asentado en un modelo laico, obligatorio y gratuito, y que atribuía al Estado el servicio de la cultura, eran los principios de la Institución Libre de Enseñanza que entendían la transformación social a través de la educación.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Noviembre 2004.