En el programa de 22 de noviembre de TVE1 titulado “59 segundos”, emitido desde la Complutense, participaron como invitados, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, los periodistas partidistas Carlos Carnicero e Ignacio Villa, el diputado de IU, Felipe Alcaraz y el de la Chunta Aragonesista, el ex cantautor José Antonio Labordeta y el especialista en numeritos y provocador profesional, el diputado Moragas del PP .
Los especialistas del PP y del PSOE no defraudaron y dieron el espectáculo. Han descubierto el poder de la salsa rosa, el poder del insulto y la descalificación en público, el “y tú más” como arma arrojadiza y ventearon todas su muchas miserias, en un espectáculo de bochorno inaudito. Eso es muy bueno para la audiencia, dirán los programadores, que ya mandan hasta a los ministros, a los que tienen agarrados por el micrófono eréctil y retráctil, en un símil de pornografía política que creará escuela, sin lugar a dudas.
Pero la intervención estrella fue, cuando el ministro, convenientemente sacado de sus casillas por los especialistas en broncas del PP, vino a decir en público, hablando de la situación en Venezuela y con el presidente de esa república de visita oficial en España, que durante el gobierno de Aznar se dio la situación “inédita” en la diplomacia española, de que el presidente diese instrucciones al embajador de España en Caracas para apoyar el golpe de Estado que sufrió Hugo Chávez.
Para qué queríamos más; ahí entró a degüello el periodista del PP (¿debería decir de la COPE? Es que las funciones se me cruzan, disculpen ustedes) y le vino a decir, casi a gritos al ministro: “Pero se da cuenta usted de lo que acaba de decir, señor ministro?” Y el ministro, que creo se dio cuenta de su enardecida diatriba, comenzó a balbucear algo así como “he dicho lo que he dicho” y cosas por el estilo. La presentadora cerró con rapidez el asunto y hoy aquél al que denominé recientemente, papanatas, será pasto de los leones y de las hienas tertulianas, que exigirán su cabeza y seguramente la consigan.
¡Vaya, qué triste! ¡Para una vez que un ministro de Exteriores dice la verdad a las claras, van y exigen su cabeza, porque “no fue diplomático” lo que dijo, aunque fuese una verdad como un templo! ¡Que triste España que se preocupa más de las formas que del fondo! Aquel turbio fondo en que, efectivamente, como dijo pocas horas después el propio presidente venezolano en el mismo medio, metió Aznar a España, cuando obligó a su embajador a reconocer al golpista jefe de empresarios venezolanos, en solitario con el embajador de EE.UU. en Caracas, apenas 24 horas después del golpe, que otras 24 horas más tarde resultó ser fallido.
Veamos. ¿No es cierto que es inédito en la democracia española que un embajador reconozca a un golpista, que derroca a un gobierno democráticamente elegido? ¿No es cierto que el hecho en sí de reconocer al golpista significa un apoyo de facto, expreso y público al golpe? ¿No es evidente que un embajador jamás daría el paso de reconocer a un gobierno golpista, si no recibe instrucciones claras y expresas de su gobierno? ¿Entonces, a qué el rasgado de vestiduras que se va a producir, porque Moratinos, en el calor de una disputa convenientemente provocada por especialistas, vaya y suelte la verdad pública que todos conocemos, aunque muchos la hayan olvidado? ¿No es más vergonzoso y hasta criminal el apoyo a aquel nefasto golpe, que las declaraciones de Moratinos sobre la verdad de los hechos? ¿Por qué diplomacia tiene que ser sinónimo de cinismo, culebreo, componenda, silencio oneroso y gregarismo de Estado, falso y corrupto sentido de Estado ante el delito?
¡Qué tiempos estos, en que uno tiene que tragarse sus sapos y culebras y volver a apoyar a los que llamó papanatas!
Pedro Prieto. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 24 Noviembre 2004.