Acaba de aparecer un estudio en el tomo 40 de Archivos de Bronconeumología, firmado por M. Nebot y otros cinco colaboradores, al que voy a referirme por varias razones: Se trata de un trabajo cuidadoso y de elaboración meritoria, nos acerca a las facetas involucradas en el comienzo del hábito de fumar, valora los aspectos sociales y toca puntos claves de los entornos más habituales para todos y para los jóvenes en particular.
Así como de refilón, cuando estamos acostumbrados al sonsonete de tantas campañas, cuando únicamente escuchamos las autocomplacidas peroratas de los organizadores; los datos mondos y lirondos nos hacen aterrizar. Es que si les dejamos hablar demasiado nos atontan y un día llegarán a volar los elefantes. Veamos sino algunos datos.
Desde 1998 al 2001 se hace un seguimiento epidemiológico exhaustivo de 1056 escolares de Educación secundaria obligatoria en escuelas de Barcelona. ¿Cuándo empiezan a fumar? ¿Qué factores influyen en ello? ¿Cuáles son sus condiciones familiares? ¿Repercuten sus compañías, diversiones, etc.?
Si en 1998 la proporción de fumadores regulares era de 1.7 % en chicos y chicas, cuatro años después esa proporción ha pasado a 22 % en los chicos y alrededor del 40 % en chicas.
Como factores predictivos del inicio en el consumo, diferencian en chicos, intención de fumar en el futuro, baja eficacia para resistir presiones, consumo de los hermanos, tiempo libre en bares, bajo rendimiento escolar y comportamientos conflictivos; considerando en las chicas la baja autoestima, tabauismo de los hermanos, tiempo libre en discotecas y vivir en barrios de nivel socioeconómico elevado, vivir en familia monoparental y menor concepto del riesgo. Los índices estadísticos son muy relevantes para esas variables.
Otro dato, la edad de comienzo pasa de los 14 a los 13 años, un año más pronto en líneas generales.
Como ya destacan los autores se distinguen dos claros grupos de factores favorecedores del tabaquismo en estos jóvenes. Por un lado los que pudiéramos llamar PSICOLÓGICOS – COGNITIVOS, estos van consolidando la actitud personal de cara a enfrentarse a la costumbre de fumar. No podían faltar aquellos aspectos del ambiente, tanto familiar como de diversión, son INFLUENCIAS del ENTORNO.
Los resultados del presente estudio inquietan por la edad de los implicados y por tratarse de fases iniciales, propiamente el comienzo del tabaquismo. No debemos conferirle caracteres absolutos, en estas valoraciones siempre habrá matices que no fueron incluidos.
Una cosa es la pretensión dirigista, delimitando quien y donde va a fumar. Otra, las tendencias en cada grupo social y las sensaciones íntimas conducentes al encendido del pitillo. Como suele ocurir con el alcohol, cocaína u otras drogas y a diferentes edades.
En el reiterado recurso a utilizar sustancia tóxicas se mezclan vivencias. No es posible eliminar la necesidad de su uso, las personas pasamos por muchas fases. Desde el gratificante placer de usarlas, al seguidismo de prácticas sociales, como angustias personales o mejoras momentáneas en el tono vital; todo ello contribuye a que recurramos a alguna de esas sustancias. Así abocamos con frecuencia a una adicción y a los efectos nocivos consiguientes.
No me parecen adecuadas las medidas centrípetas para combatir estos hábitos, son demasiado incompletas. ¿Quién puede abarcar todos los matices? Mucho peor si no planteamos el problema en sí y nos limitamos a oponernos a una sóla droga. Como agravante, estas medidas desde el exterior no suelen abordar el núcleo central, las motivaciones personales, horizontes de los individuos, libertad personal, etc.
No resulta raro que entre los excesos libertarios mal informados y las sutiles maniobras del entramado económico, se aparente luchar contra el tabaquismo cuando se favorecen otros muchos aspectos que lo favorecen, como con muchas de esas variables referidas en el estudio.
El abordaje central y desde allí centrífugo exige un planteamiento mucho más radical. Debe partirse de la nitidez informativa sobre los efectos de cada sustancia, ni exagerar, ni amedrentar; tampoco esconder o tergiversar los datos interesadamente. No hará falta insistir en que los acercamientos radicales a las personas son diversos, respetuosos y comprometidos; pero inesquivables al proponernos algo serio.
Ahi están los hechos, desde el sano inconformismo, no consiste en abordarlos desde el exterior, el trabajo ha de ser nuclear y sincero. Cada persona es un mundo y debiera encontrar medios para desarrollarlo. ¿Estará dispuesto cada uno a respetar eso en los demás?. ¿En qué aspectos es posible obtener mejoras sociales y personales?
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Noviembre 2004.