Actualmente, se pueden fabricar cuantas mentiras sean necesarias para obtener los beneficios deseados. Tanto es así, que muchas veces se nos dan como ciertas verdades elaboradas en laboratorios de inteligencia perversa. Por el contrario, algunas de las ficciones mostradas dejan de serlo para convertirse en crueles realidades; quizá sea por la necesaria ley de la isostacia planetaria. Así, la inversión de los términos se hace posible y podemos decir que hay aparentes ficciones que son más reales que las verdades ficticias que cuenta la oficialidad establecida.
Por si no fueran suficientes las cosas que nos cuenta Michael Moore, en sus libros y documentales, en los que desvelan las amistades peligrosas del gobierno estadounidense y los grandes negocios que se sustentan, La gran impostura, de Thierry Meyssan, ya metió el dedo en la yaga dándonos argumentos para dudar de las verdades inventadas, aunque hay más autores que ahondan en ciertas hipótesis para explicar lo que ya muchos y muchas intuimos en los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono de EE.UU. Las escenas reiteradas de la catástrofe dieron para mucho: observar la caída de las colosales torres. Algunos expertos dijeron que más parecía una voladura con explosivos en «los bajos fondos» y dicha hipótesis va tomando cuerpo.
Está claro que dos aviones se estrellaron contra ellas, pero hay argumentos técnicos suficientes para despejar ciertas dudas razonables, máxime conociendo la estructura del edificio y el material que usaron para soportar tan ingente obra. Colosos que apuntaban al cielo y al infierno al mismo tiempo; torres hechas a prueba de casi todo, con materiales que sólo podía fundirse a 1.600 grados. El impacto y el fuego causado por el derramamiento del combustible sólo alcanzó 800 grados. En las imágenes reiteradas de la caída pudo observarse cómo la antena de uno de los edificios cayó hacia abajo en picado, así como las moles.
Los expertos, independientes de la oficialidad, apuntaron la similitud que tenía con una voladura realizada desde los cimientos del edificio. Bruno Cardeñosa, periodista de investigación, averiguó que en el observatorio Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, se exploran los movimientos que proceden del subsuelo; los sismólogos están pendientes de cualquier movimiento que se aprecie bajo tierra. Pues bien, el 11 S se detectaron movimientos sísmicos más tarde de la tragedia de la Torres y poco antes de derrumbarse. Movimientos de gran intensidad que sólo pueden producirse cuando la corteza terrestre sufre algún desgarro. El observatorio recogió la vibración energética procedente de la tierra; otra pieza más para recomponer el puzzle de la tragedia.
El 11 S, Historia de una infamia, de Bruno Cardeñosa, ofrece datos nuevos y elocuentes que refuerzan las tesis que Thierry Meyssan ofrece en La gran impostura.
Otra pista: la empresa Raytheón fabrica aviones que pueden ser manejados desde tierra y dispuestos a volar sin pilotos. Dicha empresa facilitó un avión para que ciertos personajes sauditas pudiesen salir de EE.UU., «el día después», a pesar de que se prohibieron los vuelos y de que los árabes comenzaran a ser mirados bajo el microscopio de la duda. Pero hay más, algunos trabajadores muy cualificados de dicha empresa viajaban en tres de los aviones secuestrados y, según Jane Waldie, hermana de uno de los fallecidos en el atentado terrorista, el nombre en clave del hermano era, 9-11, ¿coincidencia?
Según Thierry Meyssan, algunos radioaficionados aseguraron haber detectado señales de radio anómalas, procedentes de las torres, que afectó a los equipos de televisión del World Trade Center; una fascinante casualidad ya que ni Atta ni sus cómplices, según declaraciones de sus profesores de vuelo, sólo habían pilotado pequeños aviones, pero no tenían destreza para pilotar Boeing 767, verdaderas fortalezas volantes. Otra casualidad; dicha empresa hizo un interesante movimiento en bolsa, días antes del gran desastre, que le reportó buenos dividendos. La empresa Raythelon perdió algunos trabajadores cualificados en dichos vuelos, pero ganó en la operación bursátil 4000 millones de dólares.
Para rizar más el rizo, Bin Laden, el enemigo planetario Nº 1, «antiguo…» agente de la CIA no ha sido capturado como prometió Bush y además, casualidad de las casualidades, aparece dos días antes de las elecciones presidenciales de EE.UU, en un vídeo (sería demasiado descaro que apareciera en directo) para aterrorizar aún más a la aterrorizada sociedad norteamericana. Momento crucial que indicaba la tendencia de voto: empate entre Kerry y Bush; ¿casualidad, o estrategia política?
Ha ganado Bush y con él la «gran impostura»; alegría para unos, desesperanza para otros. Aunque la política exterior de ambos no difiera mucho, también están las formas; las de Bush son horribles y basadas en la mentira. Desgraciadamente, aterrorizar, mentir y otras tropelías son consumidas como menú apetitoso para gran parte de la sociedad, que necesitan adormecerse entre mentiras reconfortantes que les alivien de la pesadumbre de pensar; las verdades crudas son más difíciles de digerir. Qué le vamos a hacer; /…somos conformistas persistentes/ erguimos mentiras sobre obeliscos gloriosos/ y hollamos verdades como pertinaz despojo.
En otro orden de cosas, los hielos se derriten, los volcanes helados se calientan y entran en erupción, Arafat, mientras escribo estas líneas, agoniza en un hospital francés, un informe del Pentágono avisa sobre los desastres ecológicos si no cambiamos radicalmente nuestra relación con el Medio Ambiente y sigue y sigue…
A los siniestros personajes que juegan al ajedrez con humanos no los vemos, aunque los intuimos; pesan sobre nosotros cual espada de Damocles, no son elegidos en las urnas y tienen agentes de doble cara para argumentar las jugadas mortales realizadas sobre el tablero.
Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Redactora, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 8 Noviembre 2004.