Siempre se busca la panacea… y no existe.
Los recuerdos son restos de lo vivido precipitándose por un insondable agujero negro. En esa cascada, en perpetua caída, la situación de cada vivencia es variable; unas ya entraron totalmente en las tinieblas para siempre, otras permanecen en ese manido subconsciente de ambiguas relaciones y finalmente, hay aspectos o datos que permanecen aún a disposición del sujeto. Toda una gradación desde el recuerdo al olvido.
En su repercusión sobre las personas, los hechos influyen por su gran impacto o por su reiteración. Aspectos que contribuirán a la mayor viveza de los recuerdos. Unos por grandes, otros por repetidos generan en los individuos impulsos de calibración muy compleja. Pensemos en deseos reprimidos, sentimientos, opresiones, torturas u opresiones.
¡Entramos en contacto con tantas situaciones! Ahí radica la importancia del mitológico río del OLVIDO, para bien discurrir sobre una cosa hay que olvidar otras. Sí, pero no dominamos esa función, no siempre cae al fondo lo que nos convendría olvidar. ¡Cuántas desazones nos sobrevienen por descontrol de recuerdos y olvidos!
La justa medida es ambigua, oscilante y dibuja múltiples caras. Los recuerdos pueden servirnos para mantener exultantes diferentes impulsos laborales, sociales, familiares o de cualquier actitud en la vida. O pueden convertirse en una rémora, aturdirnos y coartar los comportamientos cotidianos, por precaución, por temor, odio, etc. Ante tamañas mareas no extrañaremos sus extremos por vías de neurosis, depresiones o más intrincados vericuetos psiquiátricos.
La Humanidad recurrió a inhibiciones basadas en recursos variados, como cambios de ubicación geográfica, elección de otras compañías y drogas… las más variadas drogas. Como este es un camino pleno de insatisfacciones, se pasó de las copas para olvidar hasta toda una recua de señuelos equívocos, sobre todo por su complicado control y efectos nocivos.
Ahora se lanza a los medios el empleo de una sustancia para eliminar los recuerdos. No tan nueva, se trata del PROPANOLOL, medicamento ya veterano para el tratamiento de la hipertensión arterial. Como frena y aplana, también disminuye aquella receptividad para los recuerdos. Ahora bien, es capaz de provocar importantes descensos de la presión en las arterias, colapsos y muertes. Una vez más todo funciona en relación a la dosis empleada.
En el presente descubrimiento surge el fenómenos de la serendepidad, al estudiar los efectos del fármaco en procesos cardiovasculares, sin buscarlo se comprobó como esos sujetos toleraban mejor grandes impactos desfavorables, porque los recordaban menos.
Bien utilizado puede servir en los momentos oportunos. ¡Ah! ¿Cuál es el momento oportuno? Si el suceso que pretendemos olvidar ya ocurrió ¿Cómo evitar su recuerdo? Porque administrarlo en todo momento para impedir posibles recuerdos nocivos será notoriamente excesivo.
No vayamos a crear una falsa imágen de panacea y libertad mal entendida. Se ha precisado el efecto de un fármaco que podrá usarse con ese nuevo fin. Ante tantas situaciones angustiosas será potencialmente útil, aminorará la repercusión en casos de sufrimiento. A nadie se le escapará la necesidad de una valoración adecuada para cada individuo implicado.
No precindamos de los efectos positivos de los recuerdos en sí, en la formación de cada persona y en el desarrollo de sus actividades constituyen un elementos crucial. Aprendizajes, evitar repetición de errores y tantas aplicaciones.
Los medios debieran cuidar con finura informaciones sobre estas cuestiones. No es una novedad propiamente dicha, no modifica las características estructurales de los recuerdos, ni tampoco los elimina. El Propanolol produce una atenuación en esa función de recordar. De su manejo adecuado dependerá su bondad y eficacia.
No nos dejemos impresionar por sensacionalismos y panaceas de poco pelo.
Como personas, como agrupaciones o como naciones, con tanto olvido nos anulamos nosotros mismo y con ello desvirtuamos las posibles quejas posteriores. Las diferentes características de la acción personal no pueden eludir la búsqueda entre ese equilibrio inestable entre recuerdos y olvidos. De ahí a manejar al gusto del momento esos recuerdos va un abismo que por ahora no sabemos recorrer.
Cada quien se verá abocado a tomar posturas con recuerdos y con olvidos, su realidad no va a dejarla a los uniformadores llegados de fuera. ¿O quizá sí pretendemos eso? Aquí citaría a Jose Bergamín: «¿Por qué callas, dejando al pensamiento / SIN voz, y SIN palabras los sentidos? / ¿No ves que cuando siembras el silencio / preparas la cosecha del OLVIDO?”
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 5 Noviembre 2004.