Señor director:
Debemos tomar conciencia de lo que significa realmente la reelección de George W. Bush. Los hasta ahora amigos del pueblo estadounidense queríamos pensar que esa inmensa tragedia de los últimos años había sido responsabilidad casi exclusiva de un reducido grupo de integristas y negociantes que, habiendo alcanzado la presidencia con métodos dudosos, había enloquecido,estaban haciendo retroceder a su país y al mundo hacia épocas medievales. Mas al reelegir ahora a Bush, la mayoría del pueblo estadounidense ha refrendado y aceptado, al menos con medios lícitos, la guerra preventiva y el abandono de los tratados de Ginebra para limitar sus daños, el genocidio continuado, las torturas sistemáticas, el menosprecio oficial “a lo Guantánamo” de todos los derechos humanos, la aniquilación de las artes y la cultura ajenas y hasta la destrucción más insana y suicida del mismo planeta físico, renunciando al tratado de Kyoto, para imponerse comercialmente a los demás países con sus inferiores costes de producción. Subrayémoslo, porque es capital: toda esa barbarie sin precedentes ha sido ahora aceptada y confirmada con vistas a la futura actuación de su país.
No queda, pues, sino aprender la amarga lección, dejarnos de vanas y cada vez más peligrosas ilusiones, que denotarían ya una cobardía de personas incapaces de afrontar esta tragedia, y hacer todo lo necesario para no seguir siendo víctimas de algunas de esas acciones, aliándonos con cuantos rechazan esas conductas como incompatibles con una civilización digna de ese nombre, para oponernos a esa confirmada invasión de los nuevos bárbaros; dicho sea esto con perdón, entre otros, de un Atila que escuchó la voz del Papa y no destruyó Roma como Bush ha destruido Bagdad; que no enmascaraba sus conquistas con hipócritas apelaciones a la propia seguridad y a difundir la democracia, y que daba la cara y lo demás en el combate, sin matar masivamente –incluidas mujeres y niños- a distancia inalcanzable e ir a pavonearse de ello durante unos minutos de una noche, con un pavo de cartón. Cada vez está más claro que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen y eligen. Aprendámoslo y escarmentemos: los pretendidos guardianes de la libertad acaban siendo los amos de quienes se entregan a su custodia.
Diego Mas. Madrid.
Cartas de los lectores.
El Inconformista Digital.-
Incorporación – Redacción. Barcelona, 4 Noviembre 2004.