Las revelaciones en torno a la genética se refuerzan unas a otras, de los genes y cromosomas se pasa a la evolución de las especies y a los procedimientos técnicos para alterar esos mecanismos. Hasta en los informativos cotidianos adquieren rangos elevados este tipo de noticias. Y como pasa con casi todo, se alcanzan logros encomiables junto a comportamientos ambiguos e incluso peligrosos.
Otro matiz nos aboca a considerar la genética moderna como un oráculo con pretensiones de omnipotencia. Nada más lejos de la realidad, no pasan de constituir una rama más del saber humano. Se descubren novedades, se avanza, pero cada uno de ellos está sometido a tan alto número de influencias, que las posibles variaciones y sorpresas se multiplican.
Lejos de obtener una explicación simple, cada gen nuevo, cada progreso, introduce otras posibilidades no conocidas anteriormente. Su efecto será distinto según la edad, las hormonas, las dietas, las emociones y otras influencias muy numerosas. En vez de simplificar las respuestas se tornan más complejas.
A la gente común nos aturden con tanto chisporroteo de datos, descubrimientos y pretenciosos asombros. Pese a todo ello, en las vivencias cotidianas nos topamos con la realidad difícil, enfermamos, sufrimos taras, nos demenciamos y nos acercamos a la muerte. Grandes logros, no tan grandes remedios y unos finales con pocas variaciones.
En estos panoramos dominan las preguntas sobre las respuestas. El predominio de las incógnitas nos hace girar en torno a nosotros mismos. Estas vueltas y revueltas generan la TRILOGÍA VITAL que nos mantiene, se caracteriza por unas líneas parentales ligadas a los más directos antecesores, por una implicación social y por el trazado de nuevos proyectos. En estos 3 polos radicará el verdadero sentido y alcance de lo conseguido en esta vida.
Estamos en unos días muy relacionados con los difuntos, en mayor o menor intensidad cada quién evocará alguno de sus familiares desaparecidos. Sus influencias contribuyen a la delineación de un presente cuyo merito habrá que desentrañar. Son esas raíces el primer polo de la trilogía referida. ¿Cómo los recordamos? ¿Se trata sólo de influencias subconscientes? ¿Les respetamos? ¿No queremos oir hablar de ellos? La relación que obtengamos con esas LÍNEAS PARENTALES definirá, quizá demasiado, las características más intimas de los individuos actuales.
En referencia a los aspectos comunitarios, no es infrecuente considerarlos como puras anécdotas o chirigotas, palabras con tendencia a poca implicación personal. Eso supone un progresivo hundimiento intolerable. Nadie discutirá las diferencias, pero no podemos prescindir de las IMPLICACIONES SOCIALES. Los caracteres comunes son constituyentes de la humanidad, como mínimo tan verdaderos como los particulares. Estas peculiaridades no pueden anular los rasgos válidos para el conjunto. El olvido de este segundo polo impediría el desarrollo humano. Es un ensamblaje perentorio, inesquivable. No debe ser una mera imbricación pasiva de estar juntos, como tejas, una al lado de la otra. Se necesita algo más vivo.
Bachelard comentaba la pretensión de aislamiento diciendo «Estoy solo, por lo tanto somos cuatro». Con su mejor voluntad se quedaba corto, cada uno somos verdaderamente una auténtica muchedumbre, ¡Tantos contribuyen en la constitución del yo de cada uno! Por añadidura, eso yo únicamente puede ejercer como tal ensamblado en el conjunto.
Al llegar al tercer elemento de NUEVOS PROYECTOS, se nos plantea con claridad meridiana la fuerte unión con los parientes y con el contexto social. A partir de ahí las respuestas planteadas serán diversas. Oiremos con frecuencia que la indiferencia nos apabulla, el desánimo se actualiza, y el aturdimiento tiende al bloqueo de iniciativas. Eso se traduce en un progresivo despego en relación con las responsabilidades.
Como escribió León Felipe «Me sé todos los cuentos… «. Nos los cuentan con todas las máscaras y variaciones. De esa manera contribuyen a desorientarnos. Si escuchamos a los pretendidos globalizadores, la anulación personal alcanza niveles planos de conciencia.
Ante la falta de proyectos vitales recios, la primera en resentirse es la línea sucesoria, los individuos podrán subsistir aunque convendrá plantearse el nombre que se deba dar a esa vida plana.
Con la moderna genética, con los antecesores difuntos, con la convivencia más próxima, convendría bosquejar los proyectos con una cierta altura de miras. Eso lleva parejas unas exigencias de esfuerzo y participación, de buen talante, para recobrar una dignidad comprometida.
El árbol se fundamenta en semillas y raíces.El tronco y la savia contribuyen a su mantenimiento. ¿Cómo sería un árbol sin ramas? O que estas ramas fueran una pantalla ovalada, eso sí, globalizada, sin diferenciarse unas de otras.
Participar nunca equivaldrá a uniformidad.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Noviembre 2004.