Se sostiene en algunos mentideros de la Villa y Corte que si el Partido Popular anda a la deriva, medio año después de su derrota en las urnas, no es por la profunda decepción mal asimilada de ese fracaso imprevisto, sino porque nadie sabe aún en qué manos puede quedar el timón de la nave.
Las de Rajoy, mientras no se demuestre lo contrario, son las de Aznar, y bien que lo ha probado el animoso Ruiz-Gallardón, obligado por inteligencia, ambición y concordancia con el sentir de la calle a la azarosa tentativa de batallar por Madrid frente a Esperanza Aguirre. Si la presidenta de la Comunidad le pudo no fue precisamente por atributos personales, aunque su victoria dejase en evidencia dos corrientes de opinión muy dispares en el interior del partido.
La de Gallardón apunta al futuro, convencido de la necesidad de recuperar el próspero espíritu centrista que don José María malversó con su ardor guerrero. La de don Mariano y sus adeptos tiende a respetar la tutelar custodia de su ex presidente, por más que les importune el rigor de sus mensajes ultraconservadores.
Esa dependencia del jefe honorífico puede ser muy bien la razón por la que el PP, a lo largo de estos últimos meses, se muestre tan insustancial como incivil de modales en su política de oposición. Es como si nadie en la cúpula dirigente estuviera seguro del puesto que ocupa y todos, ante esa provisionalidad, se mostraran desconcentrados y tardos de reflejos para acometer sus críticas al Gobierno. Incapaces de atinar en el papel que les corresponde, y con los humores resentidos por su propias circunstancias, los populares más conspicuos no dejan de soltar dislates. Tal parece que doña Loyola, Acebes, Trillo, Zaplana y el propio Rajoy no quisieran desentonar con su presidente honorífico.
Don José María, mientras, hace campaña internacional a favor de su amigo Bush en esta última fase de la reñida campaña electoral norteamericana. De Moscú a Puerto Rico, Aznar insiste en el mezquino recurso al mensaje del miedo para que los Estados Unidos reelijan a su actual presidente. Aplica allá por donde pasa, del uno al otro confín del planeta, la medicina que tan mal resultado y memoria le dio en su propio país.
Al verle involucrado con semejante fervor en esa apuesta partidista, inaudita en un ex presidente europeo, se podría pensar que la victoria de Bush podría significar de paso un renacimiento político de José María Aznar, insatisfecho con la nada gloriosa retirada a que le obligaron sus últimos y graves errores. Quienes le conocen aseguran que esa posibilidad cabe en su programa, cabe en la vigente y fiel ejecutiva del Partido Popular y está en relación proporcional con las expectativas de triunfo de su candidato a la Casa Blanca.
Quizá por eso, hasta que no se sepa quién encabezará los destinos del mundo desde el Despacho Oval, la sombra tutelar de don José María siga cerniéndose sobre sus fieles, incapaces hasta ahora de acertar en una crítica de oposición constructiva y en un estilo conforme con los principios más elementales de respeto al adversario desde la discrepancia. Carentes de la certidumbre de su retorno, los populares sin Aznar siguen siendo de Aznar y viven con la zozobra de saberse dependientes de un futuro incierto. La desazón de esta coyuntura les tiene vacíos de contenido crítico y propensos al malaje dialéctico.
Gane Kerry o Bush, no cambiarán muchas cosas en el mundo. Acaso sólo las más precisas para que la actual y grave coyuntura internacional no se deslice hacia más adversas circunstancias. Es muy probable, sin embargo, que los sectores ideológicamente más centrados del PP, al tiempo que más a tono con la sociedad a la que deben representar, prefieran la victoria de Kerry.
De lo contrario, volverá Aznar, sin haberse ido del todo, y la unidad del partido correrá el riesgo de desgajarse porque la coexistencia de las dos actuales tendencias que ahora se soportan se hará de todo punto imposible. El nombre de ese gajo bien pudiera llamarse PCI (Partido del Centro Integrador), al que don Alberto Ruiz-Gallardón tiene todo el derecho y la capacidad de aspirar para un no muy lejano porvenir.
Félix Población. Salamanca.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 26 Octubre 2004.