Prensa y diarios varios
“Pedrosa entra en la historia”, “Pedrosa ya es el niño prodigio de la moto”, “Un talento al que no encuentran límite”,”Dani Pedrosa, el campeón del mundo más joven de los 250 cc.”. Etc. etc.
Perplejidad. Estupefacción. Eso es lo que siento. Me siento bicho raro. Me siento muy marginal y marginado. Porque veo a la prensa del pesebre, a las narcosalas de 14 a 30 pulgadas y a comentaristas o tertulianos en general y a periodistas deportivos en general, exultantes con esta noticia. ¿Y qué es lo que yo veo, con esos ojos distorsionados que tengo?
Pues veo que nos meten en las secciones de deportes, una actividad que no tiene nada que ver con un deporte a la tradicional usanza. Una actividad que mete unos ruidos infernales, que gasta combustibles a lo loco; una cuerda de personajes que se comportan exactamente igual que aquel oso polar enfermo de la casa de fieras, dando vueltas, incesantemente, incansablemente, neurótico perdido, siempre al mismo circuito de su reducida jaula, sin descanso. Siempre con los mismos tics, moviendo la cabeza, desesperado en aquel encierro. Eso es lo que veo en las pistas. Cientos de vueltas a lo mismo, a velocidades frenéticas, con unos ruidos propios de sociedad enferma.
Veo a un niño manipulado desde los 14 años, por sus padres, por su entorno, por las marcas que tatúan su cuerpo, por el salvaje entramado de las multinacionales de los vehículos de motor. Todos orgullosos, todos exultantes, de que su marioneta haya alcanzado el “éxito”. Todo su pueblo en vela, para ver en una narcosala gigante como su idolito ganaba un no se que, que parece ser tan importante, que ha ocupado las portadas de todo el país durante varios días.
Veo a un niño tirando vino espumoso sobre las cabezas de los fervientes adoradores de esa locura de ruido y dispendio de gasolina y alcohol, con un botellón inmenso. Veo una criatura manipulada por Telefónica Movistar, por Dunlop, por Elf, por Nolan, por Honda, por Cinzano y por muchos más, que por pagar menos, solo salen cuando se da la vuelta a la solapa o en el interior de la gorra (hay que decir los nombres de las marcas, de los que promocionan esto que veo como una verdadera salvajada, que patrocinan alcoholes, incluso de alta graduación en le deporte, motores muy consumistas, caros y ruidosos, teléfonos móviles de lujo, gasolinas, etc); lo veo convertido en un dramático niño anuncio. Luego protestamos cuando sale un niño torero, igualmente manipulado, a sufrir cornadas de una bestia noble, empujado por padres, apoderados sin escrúpulos y quien sabe que más personajes. O cuando vemos a un niño actor o cantante, manipulado por los padres (siempre los consentidores padres), por el director de cine o del programa de televisión, por los cazatalentos y exprimido hasta el tuétano para que rinda una y otra vez, porque su primera canción o su primera película fue un éxito de audiencia o de taquilla, que son las que mandan.
Nos parece lamentable y esto del niño Pedrosa, ya adulto legal reciente, nos parece una proeza. No lo entiendo. Los niños toreros sufren cornadas y los niños motoristas se rompen los tobillos, el cráneo o lo que sea y siguen manipulados por ese entorno, tan viciado, que vuelve a llevarlos en volandas sobre la moto (es que es su afición de toda la vida, se excusan los mayores que lo manipulan) para salir de nuevo a la palestra, embadurnados de marcas, dando ejemplo de cómo se bebe alcohol en público, y de cómo se debe despilfarrar el cava caro. Dando ejemplo de cómo los niños pueden ir a 230 Km/h para que cuando lleguen a ser adultos de 18 ó 19 años, puedan tener la experiencia para ir a 250 ó quien sabe si 300 Km/h. Adelantando a otros muñecos de feria, de huesines y estructura corporal nada atlética, nada deportiva, en suma (parece que en este negocio convienen “jockeys” de poca envergadura, como en los caballos).
Cada vez entiendo menos de este mundo. Niños en motos a velocidades de vértigo, otros individuos en coches de diversas fórmulas, todavía más rápido, campeonatos de “rallyes” con gentes descarnando caminos rurales, incluyendo algunos que van desde París hasta Dakar, haciendo exhibición y ostentación de medios y de gasto, frente a poblaciones hambreadas; campeonatos de motos que saltan como cabras por montículos imposibles y también destrozando paisajes rústicos. Y siempre, detrás de ellos las empresas que se vanaglorian de esta estupidez, en un mundo que tiene a los ministros y ministras-floreros de Medio Ambiente sin dimitir por estas barbaridades y abusos de los de siempre e incluso a algunos colegas de gabinete asistiendo a las carreras, invitados por los patrocinadores. En un mundo que debería estar debatiendo pasar de los vehículos privados a los públicos, dada la escasez creciente de combustibles fósiles, en vez de promocionar motores, chasis, ruedas, frenos y demás zarandajas diseñados para resistir cada vez mayores velocidades (ridículas) y mayores tensiones.
No lo entiendo. Sencillamente, no lo entiendo.
Prensa y televisión varia y variopinta.
El asunto de Arriar Izar.
El asunto de cerrar General Motors y Opel
Se aceleran las contradicciones en el sistema y las vivimos como si no las hubiera, o como si no fuesen tales.
Me asombra que sindicatos que presumen de su carácter pacifista y progresista, estén apoyando que los astilleros públicos mantengan a toda la plantilla en sus puestos (lo que está muy bien), pero que no se planteen si es a base de aumentar la actividad de la producción de navíos bélicos, que solo sirven para pegar tiros y lanzar misiles con que destruir seres humanos. No entiendo por qué entre sus exigencias (ya que exigen, que sea para algo coherente), no se encuentre la de mantener a toda la plantilla y además, para la producción de navíos civiles. Dirán como respuesta: es que para los navíos militares ( o de Defensa, como eufemísticamente gustan decir) hay mercado (¡ya estamos otra vez con el dios mercado) y para los civiles no lo hay. Pues miren ustedes: eso también es una decisión gubernamental. Si el gobierno decide no comprar más fragatas y no exportar buques de guerra a terceros países (que vaya usted a saber lo que harán con ellos luego, que sólo sirven para pegar tiros, recordemos) y decide impulsar la navegación marítima civil y pacífica, pues tendríamos, primero mercado y después, trabajo civil y digno para los trabajadores y no habría que estar dando tornillazos con tirachinas a los policías que son pagados, a su vez, para reventar obreros con pelotas de goma o asfixiarlos con botes de humo.
Son contradicciones para mi ininteligibles. Cuando alguien me da la excusa de que “jobar, si tu estuvieses en los astilleros, no dirías eso si tu puesto de trabajo estuviese en peligro”, me planteo que mientras eso no suceda con cada uno de nosotros, difícil tenemos el verdadero cambio del mundo; difícil tenemos el “otro mundo es posible”.
Son contradicciones como la de los obreros de General Motors y Opel, que ahora se anuncia que pone en la calle a varios miles en Europa y todos salen a pedir que la multinacional siga produciendo cada vez más coches privados, para que ellos sigan cobrando a fin de mes. Es lo mismo. Encima, más lamentable aún. Porque si la decisión se hubiese tomado conscientemente y explicado que tiene fines ecológicos (¡¡ya no caben más coches en el planeta!! ¿Cómo lo vamos a tener que decir para que lo entiendan?), todavía sería más inteligible. Pero no. Es una decisión porque la crisis y el incesante aumento de la mecanización fabril hace que esos empleados sobren. Las cuentas están claras. En un mundo aceptado en el que las empresas que pierden o que no ganan lo que el empresario considera suficiente (eso es el libre mercado ¿no querían libre mercado?) cierran, no hay nada que hacer. Pero lo que no entiendo es que por un lado estemos queriendo ser más ecologistas y que por el otro, persigamos producir cada vez más coches privados, si es que podemos. Ese nudo gordiano, que debía estar apretando las gargantas de los ministros y ministras-florero de Medio ambiente, pues los tiene al pairo. Los ministros-florero, apenas se dedican a adornar las conferencias sobre “desarrollo sostenible” (¿se enterarán estos elementos que no hay desarrollo que sea sostenible para siempre?). En fin, el designio de los tiempos. Las contradicciones. Seguiremos así, hasta que la olla reviente, incapaces de programar por adelantado, con ciencia y conciencia, los cambios para que otro mundo sea verdaderamente posible.
Pedro Prieto. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 23 Octubre 2004.