Fue el incendio del Reichstag como si de un 11 S se tratase, con sus réplicas del 11 M y las que vengan y también ha habido una noche de los cuchillos largos y seguimos sin aprender. Los católicos de la llamada izquierda, se hacen un batido de legionario, con voluntario de la División Azul y luego meten, en el desfile del glorioso Día de las Fuerzas Armadas (ejércitos para la paz, ¡oh paz, cuantos atropellos se comenten en tu nombre!) a todo un anciano republicano de la División Leclerc (nada de anarquistas durrutianos, que esos no se metían en un tanque a las órdenes de generales nacionalistas como De Gaulle, ni siquiera para liberar París, porque si vale una misa, es que no vale nada), para asegurar que lo que quieren hacer es un cóctel de “reconciliación”, que como todo el mundo sabe, incluso los católicos de izquierda, esos de comunión diaria y besamanos castellano-manchego, bien cremoso y muy curado –en salud-, consiste siempre en que la izquierda debe perdonar los asesinatos de la derecha y nunca al revés.
Pero volvamos a los cuchillos largos, que de un tajo, han cercenado la información que por el mundo circulaba de forma creciente, en las páginas de los llamados Indymedia de países varios, entre ellos Uruguay y uno que había en Euskadi, entre otros bastantes. Llegó el FBI y mandó a parar, pero al revés; mandó a parar la información alternativa, las que se les cuela y va dañando el tejido, la bien urdida trama de las lavanderías de cerebros que son la prensa y las televisiones mundiales. De ahí que los dos periódicos más emblemáticos de la actual prensa española, que se tiran a la yugular por las audiencias, sin embargo, hayan estado tan de acuerdo, en materia de crítica a la prensa digital, que les perturba, más que por los ingresos, por la pérdida de control de la información deglutida que ofrecen. Aquí los únicos que podemos dar noticias somos nosotros, ¿se enteran?, nos vienen a decir. Nosotros ofrecemos informaciones “asépticas” de agencias y no opinamos sobre las mismas. Lo dicen nuestros “libros de estilo”, dicen. Y luego publican especies como la siguiente: “ELECCIONES EN AFGANISTÁN. Derrota para los violentos. REUTERS – Kandahar”, cuyo título, ya en sí mismo, es propaganda burda y lavado de cerebro, con el que se quitan las manchas más resistentes de los tejidos cerebrales más refractarios. Al final uno va y hasta se cree que ha habido elecciones democráticas en aquel país y que los violentos han perdido, sin saber bien si los “violentos”, son, a lo peor, los que tienen invadido el país ajeno, con la excusa de ayudar a preparar las elecciones, para hacer hospitales de campaña (de poner cuando se llega y quitar cuando uno se va, por si se tiene que ir) y curar a algún niño afgano elefantiásico.
Pero volvamos a los cuchillos largos, que después de leer sus peroratas fundamentalistas, bien encapuchados y con un cartel de FBI al fondo y con los Indymedia vestidos de naranja, encadenados y arrodillados ante ellos, terminaron la disertación sobre cómo debe ser la prensa que se permite y finalmente decapitaron o rebanaron los servidores de un solo y certero tajo. Dicen algunos colegas del submundo de Internet, que fue con la aquiescencia de los gobiernos suizo e italiano, molestos ambos, el primero parece que por la publicación de un par de agentes encubiertos y el segundo gobierno, simplemente porque el capo que posee la televisión pública por ser el capo y varias privadas, por ser también el capo, pues … porque si. Claro, que ustedes no deben hacerme caso, porque en estos tiempos que corren, no se pueden establecer conjeturas, ni basándose en las informaciones de los submundos de Internet, ni en los ultramundos de las lavanderías de cerebros, calladas y silenciosas y sin corresponsal o articulista que ladre un poquito ante este despojo. La forma de extraer conclusiones, tampoco exenta de riesgos, es la de utilizar el escaso sentido común y la deducción simple de la regla de tres.
Dos avisos al El Inconformista
Malos tiempos. Tiempos extraños, tiempos raros, dice la canción. En El Inconformista Digital estamos aprendiendo lo que significa tener que demostrar la inocencia para evitar que nos arrojen a los infiernos. El propietario del servidor con el que se contrata, avisa que “gentes” se quejan de recibir correos no deseados (el llamado “spam”) y que eso puede acarrearles perjuicios a ellos. Los medios para averiguar y trazar si eso es cierto o es una gran mentira o peor aún, una calumnia, están más en el servidor, que en los pobres medios del acusado, pero ello no obsta para que el servidor con el que se ha contratado el servicio del periódico diga que somos nosotros los que debemos evitar la repetición de tales hechos.
Yo he estado tres días fuera de casa y he recibido más de cien correos no deseados; abundan los de Viagra, debe ser porque mi edad figura en los datos que uno debe rellenar para acceder a los periódicos de forma “gratuita” (uno se imagina que esa gratuidad se paga con la venta de los datos a empresas que, esas sí, no tienen ningún escrúpulo). Uno se ve tentado a decir que tiene un añito, para ver si me envían anuncios de papillas de dieciséis cereales con leche maternizada (creo que ya van por dieciséis), pero los diabólicos formatos y los ordenadores al servicio del poder, no admiten que se les diga que uno tiene un año y que quiere leer el New York Times. Eso sí lo pueden trazar, pero el falso correo enviado con enlaces de El Inconformista Digital, suplantando para dicha empresa su personalidad jurídica (¿existirá la personalidad jurídica en el cibermundo? ¿será digna de defensa?) parece que no. Decía que he recibido, y sigo recibiendo, cientos de correos basura, algunos con pornografía expresa en portada; otros vendiendo “drugs”, que como todo el mundo sabe, son medicamentos. De esos que la “televisión libre” anuncia ahora por miles, cubriéndose las espaldas y diciendo “Esto es un medicamento; consulte con su farmacéutico, etc.”
Mi antivirus trabaja a destajo, y me dice que recibo decenas de mensajes a la semana, que contienen virus. Algunos tan atrevidos que aparecen con mi propio nombre, como si hubiesen sido rechazados. Otros con nombres cambiantes, pero siempre con noticias de portada inauditas, casi siempre en inglés, diciendo cosas así: “te hemos cobrado en cuenta”, para que te entre la angustia y abras el adjunto. Eso no hay forma de atajarlo, al parecer. Compre usted el antivirus platino; ya pasamos del antivirus plata y oro; a este paso, no se en qué metal acabarán las “protecciones” que uno debe pagar a estos elementos, para que evitar que te destrocen la cacharrería; pareciera esto el CiberChicago de los años 30; pagando a los especialistas en atracos para evitar que te atraquen. Curiosa evolución. Y eso no se puede evitar. Pero sorprende la rapidez con la que se mueve el propietario del servidor para amenazar al cliente de que “está enviando correos no deseados” a terceros, sin dar información al respecto, o dando la información escueta del asunto, para que el cliente, sin medios se haga cargo de su propia defensa, en juicio rápido y urgente o sumarísimo, so pena de quedar totalmente borrado del mundo de la información; esto es, “erased” (ver la película de Scharwzenegger o similar, perdonen si me olvido de alguna consonante del gobernador).
A los pocos días, se sigue recibiendo el segundo aviso de que seguimos siendo contumaces y en esta España nuestra, tan taurina, enseguida nos damos por aludidos y sabemos que nos echarán el toro al corral, aunque sea un Vitorino con toda la casta y bravura; simplemente porque un aficionado del tendido del siete, se ha desgañitado gritando que el morlaco estaba cojo. Y el torero, en la soledad del coso, se preguntará ¿y cómo demonios pruebo yo ahora, precisamente al veterinario, que el toro está en perfectas condiciones y que se respetan los principios de la lidia? No hay forma. Vendrá el tercer aviso del aficionado (no del presidente de la corrida), saldrán las mulillas y el toro se irá al corral.
Lavanderías de pesebres
A veces me da la sensación de que el culpable soy yo, por haber mencionado, con excesiva frecuencia, eso de las “lavanderías de cerebros” al hacer referencia a esta expresión, en mis habituales “puyazos”. A lo mejor he herido susceptibilidades de esa prensa, a la que hacer referencia el periodista Manuel Talens, en su escritorio y citando al periodista Manuel Trallero, que me permito citar parcialmente aquí:
“Manuel Trallero se hacía una pregunta sumamente sencilla, pero que nadie ha respondido todavía. Si, en efecto, como todo el mundo reconoce, era público y notorio que el juez Lluís Pascual (propuesto por los nacionalistas para el Tribunal Supremo) y el abogado Joan Piqué estaban cobrando millones mediante un chantaje generalizado contra los patricios de Barcelona, ¿cómo es posible que no apareciera esta información en ningún medio periodístico? ¿No había entonces en Cataluña ni un solo profesional, ni una sola empresa independiente? El último párrafo del artículo es devastador: «Y después dicen que la libertad de expresión no está amenazada en Cataluña. Menos mal». En cualquier caso, algo es seguro: en la Cataluña del poder, la verdad, esa palabra odiosa, no tiene una gran relevancia.”
Quizá sean mis insistencias en denunciar a la que a veces también llamo “la prensa del pesebre” (estas cosas las digo después de citar, textualmente, noticias publicadas y ejercer el evidente derecho a la crítica de las mismas), lo que ha provocado esas iracundas llamadas a nuestro servidor (que no estrecha nuestra mano, ni tampoco parece nuestro seguro servidor), con la exigencia de que si insistimos en enviar correos que no enviamos, enviarán a los chicos de las chaquetillas azules y las tres letras grandes amarillas en la espalda, a destrozarnos la información del servidor, antes de que los chicos de las chaquetillas les destrocen el mismísimo servidor a ellos. Eso me recuerda a lo acontecido a un canal de televisión boliviano, el de la Universidad, en La Paz, al que conseguí vender en tiempos una emisora de televisión. La emisora se había atrevido a transmitir, meses antes, una huelga de la Central Obrera Boliviana (COB) y al gobierno de turno no le pareció adecuado. Enviaron a soldados del Ejército, quienes rompieron a culatazos la única y precaria emisora con la que emitían. El gobierno reconoció después que se había extralimitado y pagó los desperfectos. Con ese dinero pudo el canal comprar la nueva emisora a la empresa para la que trabajaba y volver al aire. Pero eso fue un año después de que se quedaran sin voz ni imagen. En los tiempos que corren, dudo mucho que los muchachos de la chaquetilla azul vayan a tener la deferencia que tuvo el que entonces juzgué como bárbaro gobierno boliviano. Los tiempos son ahora peores, mucho peores, en sitios que se consideraban, a sí mismos, mucho mejores.
Cualquier tiempo pasado…
Los que conocemos el mundo de las telecomunicaciones, sabemos que las redes de radio, televisión, telegrafía (en su tiempo) y telefonía se construían para dar servicio de carácter nacional. Primero carácter nacional y se consideraban bienes de interés público. Al principio, casi todas eran públicas y de carácter nacional, salvo algún caso como el de la incipiente red telefónica española, que comenzó siendo propiedad del coronel estadounidense Sosthenes Ben, propietario de la International Telegraph and Telephone (ITT, de infausta memoria en Chile, décadas después) y que sólo Franco nacionalizó, a pesar de que existen rumores bastante bien fundados de que trabajó activamente, durante la II República, en escuchas a favor de los golpistas de Franco, de importantes personalidades republicanas.
Dentro de cada ámbito nacional, las regulaciones en materia de telegrafía, telefonía y de emisiones del espectro radioeléctrico estaban perfectamente reguladas. La internacionalización de las comunicaciones dio lugar a la creación de organismos internacionales que regulaban estas actividades entre países y arbitraban en las posibles disputas (el CCITT –nada que ver con la ITT) o la Unión Internacional de Telecomunicaciones o UIT) eran los organismos más conocidos y respetados. Asignaban prefijos a países, daban frecuencias para transmitir en onda corta, media y larga, para evitar interferencias entre países vecinos. Acordaban los medios para transferir el coste de las llamadas internacionales y los tramos que pagaba cada uno; las condiciones de las llamadas, los estándares y los medios de identificación del origen de las llamadas, bien fuese para tarificación, bien por motivos de seguridad.
Y en esto llegó Internet, tan lejos de Dios y tan cerca de los EE.UU, en paráfrasis de Porfirio Díaz, presidente de México. Gran instrumento para la difusión de ideas no convencionales. Lo abrazamos y lo tomamos como propio. Y empezó a crear problemas al poder que lo había inventado para otros usos. Era la primera vez que un agente naranja, hecho para destruir pulmones, se utilizaba, contra el criterio de diseño inicial, para hacer nutritivos y alimenticios jugos, para desesperación de los doctores Jekill de las redes tenebrosas y ocultas.
Pero Internet nacía con una semilla del mal en sus entrañas. De tan rápido que evolucionó, impidió que organismos internacionales regulasen los estándares, fijasen normas del derecho y del sentido común, dispusiesen de instrumentos para evitar fraudes y estafas. Su propio carácter internacional, creó problemas a las legislaciones al uso. ¿Qué hacer con un servidor enclavado en un país remoto, con acceso total a la red mundial? ¿Cómo evitar que se estafe a usuarios de módems que, inadvertidamente son conectados, contra su voluntad y sin su conocimiento, a sitios que cobran directamente por minuto, cantidades astronómicas, intermediando con empresas de telefonía que, sin ser los estafadores directos, se lucran parcial y proporcionalmente con esos servicios de “valor añadido”? Mundo complejo.
Uno pensaba, seguía pensando que más valía libertad sin leyes, que leyes opresoras sin libertad digital. Pero uno se engañaba. Las leyes son inicuas, las más de las veces, pero la no existencia de las mismas, en un mundo tan poblado y tan interconectado, es un caos que ni los anarquistas hubiesen soñado. Y en eso estamos. No hay defensas. No hay leyes que abarquen los miles de episodios que a diario se dan en Internet. No hay juzgados capaces de albergar todos los hechos delictivos, no hay jurisdicción aplicable; no hay fronteras. Y en ausencia de todas esas cosas, el que vence es el poder; el poder puro, duro y descarnado.
Donde antes había una veintena de países con tecnología propia para fabricar, instalar y mantener sus propias redes de telecomunicaciones, hoy apenas hay uno o dos países; y están de acuerdo en lo fundamental, aunque discrepen en lo accesorio. Ellos disponen de medios para identificar, disponen de los nodos principales para cortar, para supervisar o para controlar. Desde el 11S o quizás desde antes, tienen al “Big Brother watching us”, nos pueden vigilar. Eso no significa que lo hagan, porque desgraciadamente para ellos y afortunadamente para nosotros, somos miles de millones y no disponen de tantos espías para pagarlos y para procesar la información que circula.
Pero el poder tampoco es tonto y ya ha desistido de poder interceptar un correo particular, sea éste de Bin Laden o de un elemento molesto para el poder. A este último, si lo conocen, le pueden ver todo, pero no es eso en lo que están. Están en analizar los principales flujos de información molesta y en crear dispositivos y dotarse de estructuras legales, alegales o ilegales para poder filtrarlos, frenarlos o eliminarlos, si así lo desean. Eso es lo que les ha pasado con Indymedia. Que la han visto crecer, la ven desarrollarse y crear opinión adversa. Han visto que ha llegado a tener algo de influencia en las mentes. Eso es lo que temen. No se preocupan por un descamisado que lance diatribas sueltas, como puedo hacer yo. Les preocupan los que tienen accesos, los que ganan accesos y ofrecen información alternativa con cierta credibilidad, aunque a veces cometan errores –como todos-. Les preocupan los que quitan cuota a las lavanderías de cerebros tradicionales. Les preocupa, sobre todo, que la multiplicación de los panes y de los peces informáticos fuera de su control permita que esas informaciones avancen arbóreamente y dejen al descubierto la función de las lavanderías de cerebros. Les preocupa que ellos utilicen toda la artillería informativa sobre si Bush o Kerry, como siempre han hecho, para hacer ver que hay libertad de elección y que salga gente cantando, como los cubanos, aquel son, durante la campaña de 1976, entre el candidato Gerald Ford y Jimmy Carter “Pues mire usté/pues mire usté/lo mismo me da Ford/que Chevrolet”. Les preocupa que la gente sea consciente de que ninguno de los dos candidatos va a resolver el problema de las agresiones a países indefensos en el extranjero.
Y tienen los medios para hacer callar a los disidentes. Los tienen todos. Internet tiene hoy día, una abrumadora mayoría de servidores por todo el mundo, especialmente los de alta y muy alta capacidad, que son los encargados de enrutar todo el tráfico mundial, producidos por una sola empresa, Cisco Systems. Tienen los mayores nodos del mundo en sus manos. Tienen los pasos de control, los peajes, la gestión de la red mundial, los controles de los dominios. Mucha de la gente que contrata espacios en servidores, debido a la ubicuidad de Internet, desconocen que sus informaciones reposan en máquinas bajo control de los que poseen el poder y el control. Desconocen que si ellos quieren, los hunden. Desconocen que han podido contratar en España y quedar sometidos a las inicuas leyes estadounidenses. Desconocen que sus informaciones y sus lectores pasan necesariamente por nodos estadounidenses. A ello, hay que sumar que su poder legislativo y judicial, ha terminado subyugado al ejecutivo y que las acciones piratas no van a ser castigadas por gobiernos que han sido elegidos por ellos y que alimentan sus arcas electorales; lo mismo que a la Reina de Inglaterra jamás se le hubiese ocurrido criticar las actuaciones de Francis Drake, sino más acertadamente, nombrarlo Sir.
Solo cabe una pequeña y limitada moraleja para nuestros queridos amigos de Indymedia y para todos los que, en estas vertientes, sean Rebelión, Znet, sean Nodo50, La Haine, Red Eurosur y tantos y tantos, a partir de ahora sufrirán como todos los bienaventurados de este mundo, incluyéndonos a los de El Inconformista Digital. Sufrirán los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los hambrientos y sedientos, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos, cuando los maldijeren y persiguieren y dijeren, mintiendo, todo mal contra ellos.
La salida momentánea será preguntar al proveedor de servicios, cuando se tenga que empezar a empezar de nuevo, en qué país en concreto van a residir las informaciones que se les van a depositar en confianza; a qué leyes estarán sometidas (no acepten las de los EE.UU, porque ya no existen: es un país que ha eliminado el habeas hábeas que ficha a todos los visitantes por sistema, que aguanta Guantánamos, con la aquiescencia de su legislativo y judicial y muchas, muchas cosas más). Mensualmente, dupliquen y salven los archivos, porque pueden desaparecer de la noche a la mañana. Cuando quieran trabajar en Internet, exijan seguridades y defensas sobre acusaciones falsas y sin sentido. Por escrito, no por Internet. Exijan al servidor que actúe en defensa de sus clientes y no amenazándoles con retirar el servicio, sin mostrar pruebas. Y cuando las cosas empeoren y se den cuenta de que los demás gobiernos occidentales vienen a ser lo mismo, entonces, no habrá más remedio que volver a la vietnamita. Seamos la mancha persistente que queda en el tejido cerebral del consciente colectivo, aunque las lavanderías de cerebros se empeñen en despojarnos de ella con sus cada vez más activos detergentes.
Perfilado el 12 de octubre de 2004, Día de la raza (si es posible, humana y sin divisiones azules, ni leclerquianas).
Pedro Prieto. Madrid.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Octubre 2004.