El programa televisivo “Línea 900” que emite la segunda cadena de Televisión española nos ofrece un reportaje estremecedor y lúcido de la represión fascista que desplegó el ejercito sublevado contra la legalidad republicana y el pueblo español. Nos habla del campo de concentración y exterminio en la localidad de Castuera (Badajoz) donde se reunieron a cientos de ciudadanos de la zona para aplicar el exterminio programado por el franquismo rampante. Desde allí se fueron trasladando a los detenidos para hacerlos desaparecer en un acto de vil cobardía y asesinato en masa.
Hasta la fecha los familiares de los desaparecidos buscan respuestas y solo hallan silencio, cuando no desprecio. Un manto de silencio cubre sus preguntas que hacen a los habitantes de la zona. Nadie quiere hablar, un miedo cerval invade las tierras extremeñas. Los asesinos hicieron bien su trabajo. Las amenazas de ayer, el miedo pasado es un presente sin respuestas.
En el programa salen esposas de los que un día fueron vilmente asesinados. Tambien aparecen las hijas de varios de ellos. Todas viven fuera de la localidad pacense. Aparecen también algunos de los que estuvieron presos en aquel campo de terror, de cuya vista aérea nos da cuenta la cámara. En una zona no se le permite rodar y es el medio aéreo la única posibilidad de ver donde se produjeron los hechos.
En el pueblo hay un mutismo total. En el Hogar del Pensionista estas hijas de las víctimas se adentran para conversar con algunos de los allí presentes. La, al parecer encargada del lugar, muestra su disgusto e intransigencia. Son expulsadas del local.
Uno de los ex-presos, residente en Francia, cuenta su estancia en el campo del cual se escapó para llegar al país vecino tras 72 días andando. Otro cuenta la actitud del cura del campo, sus arengas. Frases como las de que ”no tenéis derechos, solo deberes, o habéis sido vencidos por un gran estratega, por el general Franco…”, o unas muy llamativas del carácter clerofascistoide del elemento ”Dios se apiada de vuestras almas, pero no de vuestros cuerpos”. Clara muestra de la “caridad cristiana” profesada por la iglesia golpista que colaboró y financió el asesinato en masa del pueblo español.
El responsable de la policía local recibe a las visitantes y las atiende de modo cortés. Muestra algún libro salvado de su destrucción donde se apuntaban algunos de los nombres de los allí represaliados. Emoción en la vista al cementerio donde una de las asistentes cuenta, al parecer como primicia, como vio el cuerpo de la madre de otra de las allí presentes cuando acababan de asesinarla.
En la localidad cercana de Cabezas del Buey las huestes falangistas también trasladaron a muchos vecinos al campo de Castuera. El cronista de la villa se atreve a decir que el miedo es la causa de que nadie quiera hablar. El miedo que somete a un pueblo que vive de la agricultura y el ganado, y donde el “amo” se puede enfadar con el que hable y dejarle sin el sustento. Siglo XXI donde se continúa con la España profunda, el señorito y el ¿derecho de pernada? Se juegan el pan si el cacique se enfada y, quizás, algo más. No creo que sea difícil averiguar quién es el dueño de tales tierras. Me gustaría saber el nombre del “capo”.
Cuando se habla de reconciliación un asco me subleva. ¿Qué reconciliación va a haber cuando hay miles de personas cuyo paradero es un misterio? Familias enteras rumian en silencio su dolor y la desesperación de no encontrar respuestas para sus preguntas. Cuando cada uno de esos desaparecidos y desaparecidas estén localizados y sus deudos puedan darles el descanso que se merecen, cuando rescribamos lo acontecido y sepamos la verdad de tanta ignominia y vileza, cuando demos cumplida satisfacción a tanto dolor, podremos empezar a hablar de reconciliación. No olvidamos.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 19 Octubre 2004.