Parto de la visión inicial de una jirafa peculiar, resumida genialmente por el gran escritor guatemalteco Augusto Monterroso recientemente fallecido. «La jirafa que pronto comprendió que todo es relativo» es uno de sus cuentos breves. Y su arte nos conduce irremediablemente a las perspectivas humanas encarnadas en la susodicha jirafa.
En primer lugar, deambula por esos páramos y caminos con la cabeza tan alta, que no acierta a detectar los mojones orientativos a ras del suelo. Sus elucubraciones tienen lugar a una altura casi estratosférica, y lo de aquí abajo queda distante, cuando no olvidado o desdeñado.
Mas su situación elevada le acerca al borde de un desfiladero profundo donde se libra una gran batalla, mucha sangre, muchos muertos, mucho humo. Siempre con los gestos estúpidos de los caídos. Eso sí, confiados en que la historia recoja sus gestos heroicos; y eso no faltará, la historia de un bando los de unos, las del otro bando recogerá los de sus contrincantes. Nunca falta el relato épico de los partidarios.
En uno de esos asomos periscópicos de la jirafa, sale disparada una bala de cañón que pasa rozándole la cabeza. Si llega a medir su cuello unos centímetros más se queda sin cabeza. Y si el desfiladero hubiera sido menos profundo el topetazo mortal sería ya pasado. Todos estos avatares llevaron a la jirafa a su conclusión final: «Ahora comprendo que todo es relativo».
La sagacidad de Monterroso se transformó en provocación para los animales humanos. Si la jirafa fue capaz de adelantarse a Einstein, nada menos que descubriendo la relatividad de las cosas, ¿Cómo debieran reaccionar el resto de animales ante vicisitudes similares? ¿De que sirve al hombre tanto caletre y tantas ínfulas intelectuales?.
Resulta muy notorio que las trifulcas no faltan en nuestro mundo, hasta sin buscarlas nos salpican diariamente en toda la cara. Podemos informarnos de los acontecimientos en desfiladeros lejanos, otra cosa bien diferente será que los valoremos como simple espectáculo sin entrar a considerar su meollo. También abundan los sucesos más próximos y hasta domésticos o escolares. Asombra la escalada de violencias ante las que no respondemos muy fehacientemente. ¿O quizá piensan Vds. que si lanzamos las respuestas adecuadas?
Más bien me inclino a pensar que si la jirafa descubrió la relatividad, entre todos los humanos superamos con creces ese descubrimiento, llevamos tiempos descubriendo una desvaída estolidez que no tiene nada de relativo, pudiera llegar a denominarse el ESTÚPIDO ABSOLUTO.
¡Qué no seamos capaces de superar a la jirafa en discernimiento! Y sobre todo, ¡Qué no consolidemos unas actuaciones más en consonancia con nuestros conocimientos! Tantos avances científicos y elucubraciones posiblemete nos lleven a la conclusiónde que no hay conocimientos significativos, ni cualidades, ni ganas de ser consecuentes.
Tenemos unos Derechos Humanos completamente enmohecidos y desvirtuados por un alud de palabras y excusas. Se tergiversa todo en una serie de funcionamientos turbulentos, no se detecta el juicio detrás de esas actuaciones. Es preciso sacar del armario las mejores cualidades, los mejores derechos humanos, y convivir, simplemente eso, convivir. Ante tanto desbarajuste, todas las colaboraciones serán escasas, pero ya va siendo hora de seguir directrices con algo de humanidad colaboradora. Ya tenemos suficientes ejemplos de la humanidad perversa.
Bien estará la relatividad como diversidad biológica y enriquecedora, pero en las primeras matemáticas ya se citaba el denominador común y eso también lo vamos olvidando. Esa porción de factores comunes es también ciencia. Si no establecemos una reacción en consonancia con los males, seguiremos enlodados de la forma más abyecta.
Augusto Monterrosos también escribió «El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio». Como ya había destruido todo en la primera caída, ya no hacía falta destruir más y se deprimió mucho.
Ahí radica la disyuntiva ¿Somos demoledores o constructores?
No vayamos a esperar siempre a que venga un Godot, o a que un Gran Hermano nos vengan a resolver las cuestiones. No sólo nos arriesgaremos a que nos aplasten los mocos, en todo caso serían soluciones ajenas, no las nuestras.
Es una tarea radicalmente nuestra el que podamos vivir las buenas perspectivas de la relatividad, desde las vivencias personales, familiares, agrupaciones inconformistas y con esas ambiciones dedicadas a mejorar nuestros entornos. Desde lo pequeño y sin enormes aspavientos.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 13 Octubre 2004.