Lecciones de Democracia – por Maite Padilla

Un par de noches atras tuvo lugar el primer “debate” presidencial entre el republicano Jorge Bush y el candidato demócrata John Kerry. Un primer duelo entre caballeros de la sociedad secreta “Skull and Bones”, de una serie de tres que tendrán lugar de aquí a las elecciones y que estuvo dedicado a la política exterior estadounidense. Un “debate” inaugural que aunque muy descafeinado habrá interesado a muchos dentro y fuera del “club de los poetas muertos”. Considerando lo que está en juego si se consagra la “doctrina Bush” (en origen, “doctrina Wolfowitz”) de la “guerra preventiva” y del más absoluto desprecio por el derecho internacional y el principio de soberanía. Curiosamente, si hay algo que es sagrado, nos dirán los viejos y los nuevos contractualistas, es el mantenimiento de las promesas, como lo son los pactos internacionales; pero lo que se acostumbra a dejar sin mencionar en estos casos, es que ello solamente es de observancia (“realmente”) entre los “iguales”. Así las cosas, ni John Kerry ni Jorge Bush se saldrán del guión, tal y como establecen los juramentos de sangre sellados en la “tumba” (así se llama la sede de la sociedad), y con la firma del “memorandum of understanding” de 32 páginas, preparado por la Commission on Presidential Debates (CPD), para supervisar al detalle que las evoluciones de los “debates” no conducen a ninguna “parte” a donde los candidatos no quieran dirigirse. Desde la altura del púlpito (50 pulgadas) hasta la temperatura de la sala, cómo se han de situar las cámaras, el tipo de preguntas (y de público) así como el tiempo del que se dispone para despacharlas.

Creada en 1832, “Skull and Bones” es uno de los clubs más adinerados y selectos de Yale y una de tantas órdenes esotéricas que atraviesan al sistema político estadounidense. Entre los Caballeros de Malta, el Opus Dei, los Illuminati, las logias masónicas y los cruzados, pocas instituciones políticas, económicas o mediáticas de renombre existen, que no hayan sido colonizadas por estos grupos. No parece importar que la Constitución prohíba explícitamente los títulos de nobleza, quiénes la redactaron se creyeron ellos mismos descendientes de los más fabulosos personajes, desde Braveheart hasta el mago Merlín y decidieron hacer de América (y del mundo entero) su particular campo de juegos, no precisamente florales, e inaugurar un prodigioso y nunca antes visto Novus Ordo Seclorum (un Nuevo Orden Mundial) tal y como reza el billete de dólar.

Dice la leyenda que fallecido el gran orador griego Demóstenes (el que se llenaba la boca de cantos rodados), en el año 322 antes de Cristo, el espíritu de la diosa (apócrifa) de la elocuencia Eulogia ascendió a los cielos, y allí permaneció durante más de dos mil años (me imagino que urgándose la nariz), hasta que en 1832 tuvo a bien descender del limbo para hospedarse en lo que es hoy el osario de los “huesudos” (bonesmen), en el campus de Yale, en New Haven. Para los aficionados a Excalibur y Conan el Bárbaro, “Skull and Bones” puede ser descrito como un pretencioso pastiche artúrico, “proto-germánico” y “filo-nazi”. La ceremonia iniciática tiene lugar en la habitación 322, en presencia del demonio, el Papa y Don Quijote, que ordena al neófito, “caballero andante de Eulogia” (o algo así), para después beber sangre de una vasija en forma de cráneo. Según cuentan las lenguas, en el sepulcro tienen celosamente guardada tras una vitrina de vidrio, la calavera del jefe apache Gerónimo, fallecido en 1909 y profanada su tumba en 1918 por el abuelo del presidente (Prescott Bush) y otros caballeros andantes mientras repostaban en alguna fonda de Oklahoma.

Gerónimo creía que los pactos entre hombres de palabra no se mancillan. También creía en la soberanía de las naciones indias americanas, un concepto básico, tanto en democracia como en las relaciones internacionales, y que sin embargo, la clase dirigente y sus intelectuales parecen desconocer, confundiéndola, deliberadamente, con los “intereses especiales”.

“Soberanía significa eso. Es soberano. Tu eres un… tu eres un… a tí te han dado soberanía y tu eres contemplado como una entidad soberana” (respondió el presidente al periodista Mark Trahant hace unos meses, cuando le preguntó por el significado de soberanía para las tribus indias y para sus relaciones con el gobierno federal, en el siglo XXI).

John Kerry ganó el “debate” pero tampoco hay para ponerse a hacer romanzas. Campeón de debates estudiantiles en Yale, Kerry venció por defecto. En un encuentro apañado y enlatado, plastificado y desnatado, despojado deliberadamente de cualquier tipo de espontaneidad, mediante un pacto de complicidad entre los así llamados “periodistas” y la comisión organizadora. Entidad que como la “Skull and Bones” tampoco se caracteriza por su transparencia ni su dedicación a la democratización de las campañas electorales. Fundada en 1988, la CPD es una institución educacional “sin ánimo de lucro”, privada, “que representa los intereses de los partidos Republicano y Demócrata”. Creada con el propósito de mantener a terceros aspirantes fuera de la carrera, después de que en 1980 (cuando los debates estaban organizados por la League of Women Voters), el candidato independiente John Anderson se llevó el 7% de los votos que se tendrían que haber repartido los “republicratas”. Y a los descendientes del Mayflower y a otros miembros de la “aristocracia natural” les dió un vahído.

De esta manera, a falta de un derecho fundamental al voto constitucionalmente garantizado, ni por la quinceava, ni decimonovena ni vigésimo sexta enmiendas, el derecho al sufragio de los ciudadanos estadounidenses lo detentan los Estados, que lo administran como mejor les parece. Ello da lugar a muchas irregularidades e injusticias, perfectamente legales. La cultura de los grupos de presión, organizados por los ciudadanos al margen de los partidos y en muchos casos, de los Estados, es sintomática de la deficiente representatividad de este modelo de democracia, y que, cómo no, las grandes compañías han pasado a dominar sin ningún problema, con sus extraordinarias inversiones en “lobbistas” profesionales, propaganda, think tanks, fundaciones sin ánimo de lucro y prebendas varias a los políticos.

Como dice el periodista Greg Palast he aquí “la mejor democracia que el dinero puede comprar”. Todo sea por una gestión privada y eficiente de “cualquier cosa”. Harry Potter, presidente.

Maite Padilla Zalacaín. Los Angeles. California, EE.UU.
Redactora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 2 Octubre 2004.