La autenticidad educativa – por Rafael Pérez Ortolá

Si nos metemos a valorar las actuaciones en las cuales nos vimos involucrados, el desencanto y la decepción van a ser muy frecuentes. Es suficiente con observarse uno mismo, pero alrededor tampoco son muy consoladoras las observaciones. ¿Por qué son tan marcados los desajustes entre las teorías y las actuaciones? Dicho de otra manera, ¿Por qué somos tan poco consecuentes?

Y en este dislate tan extendido no se dan muchas diferencias, sean orientaciones políticas, religiosas, profesionales o del tipo que queramos introducir. Las rarezas nos muestran de vez en cuando gente consecuente, ateos (Tierno Galván), pacifistas (Gandhi), religiosos (Ellacuría), profesionales (Marañón), verdaderos y sólidos pilares de un entramado social encomiable. Sin dudarlo ni un ápice existirán muchos más ejemplos, con menos nombre, aunque puedan ser más valiosos.

El nudo de la cuestión es muy claro, esforzarse en una forma de pensar elaborada, valorar los entornos que nos toca vivir y enlazar todo eso, supone una forma de ejercer como seres humanos que pudiéramos designar como cabales. Cada persona pondría en juego sus características para una colaboración social. Y eso cuesta, el calor se escapa por los múltiples poros de nuestros defectos.

Aquí no valen las etiquetas nominales

Llegados a este punto, bueno sería que los planteamientos educativos de una sociedad desarrollaran estas directrices, y eso con dos niveles de actuación imprescindibles: A) Aportación cultural de conocimientos, y B) Esquemas o formas de establecer las valoraciones.

Como esto no es un asunto mágico, dado que lo realizan las personas, la apertura de miras y la pluralidad son un buen factor para compensar los disparates. Los ateos que no respeten a los demás o traten de imponer su ley, los pacifistas que sólo ejercen en su sector, los religiosos seguros de su único dios al que representan para ejercer con su criterio particular omnipotente, los profesionales que no ejerzan como personas sacados de su escueta línea de trabajo, todos ellos no podrán ser buenos ejemplos de los planes educacionales tan deseados.

Me parece esencial, el meollo de la cuestión quizá, que en este mundo estamos abocados a una limitación en los conocimientos, siempre hay una frontera que no logramos superar. Mucho sigue escribiendo sobre esto Eugenio Trías. Y si en algún sitio resulta esto básico es en la escuela o la universidad. Como no veo dudas sobre ese límite fronterizo de conocimientos en el que nos movemos, el DIÁLOGO una vez más es crucial. Pero somos humanos y cada quisque enseguida se apoltrona en sus consideraciones. Y como hay muchos quisques, los defectos pueden acumularse.

Si cada uno de los sectores no adopta criterios abiertos y de contrastación de conocimientos e ideas, difícilmente se podrá conseguir un buen nivel de consenso. A nivel religioso observo demasiados deseos impositivos, no sólo católicos, cuando precisamente la religión tiene la parte fundamental anclada en la vivencia personal auténtica; de lo contrario ¿Qué religión será? Además, me intranquiliza ver enseñantes de religión ambiguos ante hechos terroristas. También gerentes de la educación que por ateos intentan eliminar creencias u otro tipo de consideraciones. Por poner algún ejemplo.

Al repasar estas consideraciones podemos alcanzar el no va más, continuar con las disquisiciones o circunloquios, quedando todos cada vez más distanciados entre sí. De continuar por este camino no van a faltar ejecutores de las posturas extremistas.

Acabo de leer los circunloquios del Rabí Isaac Ben Yehuda en el delicioso libro de José Jiménez Lozano. En el se pone de manifiesto la trágica paradoja de Ben Yehuda, por un lado se ve urgido a husmear en el hecho religioso personal, pero su vivencia se hace muchas preguntas sobre ese Dios, los sufrimientos, etc. Más ese énfasis cuestionador le conduce a una lapidación en toda regla.

No se si es totalmente cierto o no, se habla de una loseta en su tumba, de arenisca roja, con una inscripción que habla de la loseta tallada en la cantera, de como Ben Yehuda fue cogido y machacado en el mortero, pero como el ángel le acogió y se escondió en su polvo machacado. El ángel escogió refugiarse en el polvo de la vida, no podemos prescindir de la realidad vital.

¿Por qué esa fruición en machacar a todo discordante?
Siempre me preguntaré cómo a nivel educativo cuesta tanto librarse del lastre, no sólo debe tratarse de que todos tengan acogida, por el contrario las escuelas y universidades debieran mostrar las diferentes tendencias a toda luz. Echo de menos unos planes menos anquilosados, con menos estructuras sólidas y más caminos de aprendizaje.

No me atraen las posturas de eliminación, por aquello de que siempre exigen un eliminador y… ¿Quién será el buen eliminador? A mi juicio, las molleras deben estrujarse para buscar fórmulas participativas.

La tentación siempre ha estado muy visible, simplificar y buscar lo más cómodo. Se quitan los estorbos y buscamos lo neutro. Ahora bien, esta postura emponzoña más la situación porque los polos, las tendencias, se ausentan del debate público. Y eso me parece peligroso porque cada grupo va por su cuenta sin contar con el otro.

¿Hacen falta ejemplos? Actuaciones políticas, posturas religiosas, tendencias profesionales poco confesables, tergiversaciones informativas, en suma, demasiados intereses creados para que las personas puedan vivir auténticamente según sus particulares formas de ser.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 29 Septiembre 2004.