Un suicidio conveniente – por Rafael Pérez Ortolá

Ante todo pongo de manifiesto la excelencia de un corto, escrito por Alfonso Reyes, titulado SUICIDIO y publicado en El Colombiano dias atrás. A partir del mismo vienen las citas y comentarios reflejados en este artículo, que por inconformista se adhiere a la fina ironía, sarcasmo y ¿por qué no? sabiduría del conocido escritor.

Abundan de tal manera los dramas y tribulaciones en torno a las peripecias vitales, emponzoñamos de tal manera las relaciones entre grupos humanos, que no pueden extrañar aquellas respuestas personales culminadas en suicidios. El método empleado girará en torno a mil vicisitudes. Se trata de un hecho real, el suicidio se lleva a cabo en todas las sociedades.

Alfonso Reyes nos propone entre todos los métodos «suicídese usted mediante el único método de suicidio filosófico«. Así, a primera vista suena a una forma suave de apartarse de la vida. Y puestos a plantear asuntos tan serios, hablar de la suavidad no sería cosa baladí. Si el suicidio impone siempre, lo hará de manera más intensa cuando se lleve a cabo con métodos tremebundos.

Nos dice como llevarlo a cabo, «Desinterésese, olvídese de su persona, dese por muerto, como cosa transitoria llamada a extinguirse, haga tabla rasa en su interior». Como quién no dice nada, nos invita a prescindir de los intereses, de los egoísmos, de tantos planteamientos ampulosos y de tantas actitudes como utilizamos para acogotar al personal. Sencillo suicidio, prescindamos del entramado ególatra, desaparezcamos, y ya está.

A partir de ese paso, «todas las cosas que le afecten pasarán a la categoría de ilusiones intrascendentes, mera curiosidad intelectual, y usted deseará continuar la experiencia de la vida, seguro como está de la liberación». La vida se ha vuelto sencilla, uno percibe mejor los detalles sin esos apegos individuales que tanto los enmarañan. ¿Simplemente vivir? ¡Ah! Pero saboreando los platos más auténticos, sin elaboraciones culinarias sofisticadas. Hasta puede ser posible que percibamos un nuevo olor a vida, vida como tal, auténtica.

Dice Reyes en sus conclusiones, «comenzará usted a sentir que la vida le divierte, cuanto le acontezca le parecerá ganancia, el mundo le sonreirá de tal suerte que ya no deseará morir, y entonces su problema será el contrario».

La candidez no es la panacea para solventar todos los desaguisados. La enrevesada urdimbre de la vida discurre por muchos vericuetos. No basta la pasividad receptiva. Pese a ello, son tantas las evidencias de nuestras exageraciones, e inventamos tantas perversidades, que una SIMPLIFICACIÓN como la propuesta nos alcanza como una ráfaga de aire fresco.

Al valorar el suicidio filosófico quizá lo calibremos como necesario, sobre todo si llevados de un cierto tono humorístico no lo acabamos transformando en un pasotismo castrante. Disfrutemos de los redescubrimientos, en la naturaleza, en la estética que busca las cosas maravillosas y en los comportamientos humanos capaces de ilusionarnos. Necesitamos esa página abierta de una vida tersa que ahuyente tantas maquinaciones.

Quizá se trate del único suicidio recomendable. Y si nos fijamos, en la aplicación del método pueden introducirse las mejoras que uno estime oportunas. Uno puede ser creativo hasta en eso. Introducir salero, solidaridad, ternura, compañerismo, descubrir maravillas, mientras uno se va suicidando no está nada mal. Hasta uno puede pensar en ir prolongando ese desarrollo del suicidio.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 22 Septiembre 2004.