Terror – por Emilio Sales Almazán

Ayer, un mensaje me comunicaba que encendiera una verla en recuerdo de los niños y niñas asesinados atrozmente en Beslán (Osetia del Norte) por un comando criminal.

El inicio de tal mensaje era en Noruega y la noticia se propaló, aunque no se exactamente el impacto que tuvo. Desde mi ventana, en la noche, solamente dos tenues luces brillaban en la oscuridad. Claro que mi visión era parcial y la mirada no llegaba muy lejos.

Ciertamente, y por desgracia, las velas deberían iluminar todas y cada una de las noches del año. Por todas las niñas y niños, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos que a diario mueren en las continuas guerras y matanzas a lo largo y ancho del planeta. Este planeta nuestro escenario de guerras y sangre en nombre de religiones y patrias.

Claro que al parecer, tanto en la vida y la muerte hay clases sociales. Vivos y muertos de primera, segunda, y hasta de ninguna categoría.

En la patria del “gran hermano”, en ese que se autoproclama la democracia más avanzada del mundo (que inmensa caradura), se celebran honras fúnebres por los más de 1.000 soldados muertos en la invasión genocida de Irak. Más de 7.000 heridos engrosan el “parte de guerra” en esta misión salvadora. El “bombero pirómano” encendió la mecha y en la actualidad el mundo es mucho más inseguro que cuando las huestes de Sadam gobernaban el país iraquí. El mundo es un hervidero por doquier, gracias a la paranoia de los dirigentes que hacen de su particular lucha contra el llamado terrorismo internacional su sustento para mantenerse en la poltrona. Ellos y los intereses que defienden, muy alejados de los de la práctica totalidad de los seres humanos.

En una sola acción han asesinado a cientos de habitantes de ese lugar del Caúcaso. En Irak los muertos civiles se podrán contar, si alguna vez se consigue, por miles. Y en Sudán. Y en los múltiples lugares del planeta donde la zarpa imperialista pone su huella.

La pregunta es obvia: ¿Qué mundo se puede construir sobre tanta sangre?

En el Festival de Cine de Venecia se ha proyectado el último film de Jonathan Demme (El silencio de los corderos, Filadelfia, etc.) “The Manchurian Candidate”. En la cinta se plantea algo tan factible como que el futuro presidente de los Estados Unidos de América sea un títere manejado por una multinacional ultraconservadora. Al candidato se le implanta un chip en el cuerpo para que obedezca las ordenes que esta multinacional le dicte.

En el análisis de la película el crítico Carlos Boyero hace una buena descripción del argumento. “Contemplando en la vida real a Bush, especie de muñeco inarticulado, robot peligroso, sonámbulo feliz que toma sin pestañear decisiones bélicas con capacidad para enfangar a todo el universo, llegas a la conclusión de que los autores de este argumento no deliran ni se inventan ficciones, sino que incluso se quedan cortos en su inconsciente voluntad de realismo”.

¿Cuántos de nuestros próceres habrán sido objeto de esta especie de lobotomía?. La respuesta puede ser espantosa.

El horror de los rostros de las criaturas en el truculento vídeo del colegio de Beslán nos demuestra que los seres humanos no tienen límites en su capacidad para hacer sufrir. No hemos avanzado nada en siglos. Mártires en nombre de supuestos dioses, en nombre de arcaicas visiones del mundo. Gente que se inmola mientras los señores de la guerra, el poder religioso (de todas las religiones), el poder económico (que son todo lo mismo), contemplan como la manada les hace el trabajo sucio.

Habrá, ante tanta barbarie, que inventar nuevos adjetivos para definir el terror. Ya no quedan palabras.

Emilio Sales Almazán. Talavera.
Colaborador, El Inconfomista Digital.

Incorporación – Redaccion. Barcelona, 10 Septiembre 2004.