La decepción de Lula – por Edmundo Fayanás

La elección de Lula como presidente de Brasil supuso una esperanza dentro de los movimientos de progresista mundial. Se pensaba que era posible un gobierno que lentamente fuera transformando la realidad social brasileña.

Pero apenas un año y medio después de que surgiera la esperanza de Lula, donde creíamos que otra política era posible, la realidad nos devuelve a una nueva frustración.

La situación económica era grave, estando a punto de presentar la suspensión de pagos de su deuda externa, la situación de las infraestructuras era ruinosa, no había crédito internacional y el 90% de los funcionarios llevaban tiempo sin revisar sus salarios.

Parece que Lula está más comprometido con la evolución de la macroeconomía que con los cambios sociales, la educación y la sanidad.

El primer objetivo ha sido restablecer la credibilidad internacional, logrando una cierta estabilidad del real brasileño frente al dólar y una bajada de la inflación que esta sobre el 9%.

Pero esto ha tenido un coste muy importante, si en el año 2002, el trabajo suponía el 50% de la renta nacional, en el 2003 bajo al 36%. Así podemos decir que dos tercios de la renta nacional se concentran en el beneficio, intereses y rentas de las clases dominantes. Esta pobreza progresiva se está agudizando con Lula, debiéndose a la creciente concentración de la riqueza en las clases capitalistas

Ha primado la estabilidad económica, lo cual ha significado que se ha sacrificado el crecimiento (en el 2003, el PIB tuvo un descenso del 0,2%, debido a la reducción del consumo familiar, provocado por la caída de rentas y por el crecimiento del desempleo) y con él las reformas institucionales, las políticas sociales contra la pobreza y la lucha contra la desigualdad.

La autoridad máxima de la iglesia brasileña, el arzobispo de San Salvador de Bahía criticó al gobierno de Lula por celebrar el superávit fiscal récord de este primer trimestre del 2004, diciendo “no veo que la recaudación récord se refleje en beneficios para el pueblo, pues no hay un centavo para la parte social”.

El diario Folha de Sao Paulo informa que casi la mitad de los programas de máxima prioridad social gastaron menos del 10% de sus presupuestos.

Lula se ha mostrado incapaz de orientar su proyecto político histórico de incorporar a los pobres excluidos. No ha sabido diseñar un plan que defina claramente un cambio de mentalidad de la sociedad brasileña, buscar un equilibrio entre una sociedad tan desigual, donde los sectores más pudientes participen para recuperar a la mayoría pobre buscando un reparto social más justo. Éste debía haber buscado un equilibrio entre estabilidad económica y desarrollo social

La economía brasileña tiene un PIB de 500.000 millones de euros y un gasto del sector público de 155.000 millones de euros. Pero bastaría que el 2% de su PIB es decir, unos 10.000 millones de euros para provocar una transformación social muy importante en Brasil y este programa serviría como referencia de transformación social ante el mundo.

Pero el gobierno de Lula sigue trabajando en la línea de la asistencia coyuntural a los problemas de la pobreza, en lugar de la abolición estructural de la exclusión social. Así el Plan “Hambre Cero” se mantiene como un programa de caridad para controlar a los potenciales votantes pobres. En lugar de eliminar la pobreza, el Plan ha enriquecido a sus administradores, ha dado lugar a corrupciones y ha reforzado las tradicionales relaciones de clientelismo entre patrones y obreros.

Ha presentado un superávit comercial de 20.000 millones de reales y de 41.000 millones en la Seguridad Social, pero este superávit ha sido destinado a pagar 30.000 millones de dólares a la banca extranjera mientras que sólo se sube el salario mínimo mensual de 240 a 260 dólares que representa el 1% descontada la inflación.

El mayor fracaso de Lula se sitúa en la reforma agraria, donde ha expropiado muchas menos explotaciones agrarias que Fernando Cardoso. En el primer cuatrimestre del 2004 ha proporcionado tierras a 7.000 familias frente a la promesa de 115.000. En todo su gobierno ha asentado a 21.000 familias frente a la promesa de 230.000. Lula ha fracasado en la reforma agraria debido a sus vínculos con los grandes propietarios de las explotaciones y con las multinacionales de la industria agraria.

Ha desarrollado una política subsidiaria a la de los norteamericanos frente el mundo, ahí se enmarca el envio de 1.500 soldados a Haití para proteger al gobierno títere haitiano. Se han movilizado a 15.000 soldados en la frontera colombiana en colaboración con el gobierno de Uribe, que no destaca precisamente por su respeto a los derechos humanos.

Podemos criticar a Reagan y a su comparsa porque su política favorece al 20% de la población, que son los ricos, pero los políticos como Lula que tienen un discurso progresista y de solidaridad, pero que en su practica no se diferencia del neoliberalismo, producen un profundo dolor en muchos corazones no solo brasileños sino de todo el mundo, ante la inclinación política asumida por éste.

Este es uno más de esos políticos que con discursos de izquierdas que luego hacen políticas de derecha. Una desilusión más y van tantas…, pero tengamos esperanza porque el mundo siempre avanza y la lucha por la justicia y la solidaridad son políticas justas que continuamente reclamamos millones de personas en todo el mundo.

Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Agosto 2004.