Los cenizos displicentes – por Rafael Pérez Ortolá

No siempre las sombras son buenas. Con los calores se aprecian más esos árboles frondosos con una buena sombra. Una siesta mecido por una buena brisa se convierte en un placer que por los ajetreos, descuidos con el medio ambiente y pérdida de sensibilidad nos hemos encargado de convertir en una especie próxima a extinguirse.

La mala sombra entraña otras características picajosas. ¿Podemos llamar mal gusto? ¿Qué es eso de tener buen gusto… o mal gusto? Consiste en un cariz especial en el carácter de ciertas personas. Aquí no se trata propiamente de perversidad, los sujetos con mala sombra no son capaces de actuar mejor porque no tienen la sensibilidad suficiente para discernir. Son patosos para el descubrimiento feliz de los aspectos positivos.

El cenizo abunda en eso de la mala sombra, como si de esos árboles imaginarios de la vida se originaran sombras capaces de crear plantas como el cinismo, el desdén, la malquerencia, la relación pringosa con la sociedad. Se trataría de una sosera especial, sin llegar a grados nefastos de malas intenciones o actitudes crueles. Sin más, no se plantean ni los interrogantes, su visión de la vida pulula por esa borrosidad que les impide distinguir las realidades maravillosas.

Como no perciben las aristas estimulantes que toda vida plantea, su horizonte es plano, conformando un escepticismo radical, sin necesidad siquiera de buscar argumentos. El color gris domina sus ambientes neuronales cuando se trata de colaborar para conseguir una vida digna.

Tanta mediocridad presenta una ventaja indiscutible, para ellos exige poco esfuerzo. Constituye un fuerte impulso a la pereza mental y de la otra. No detectan entornos meritorios, son incapaces para esto. Su forma de pensar no da para mayores logros. Y no se trata de niveles bajos de inteligencia, tiene mucho de genética esta forma de ser. Quizá se pueda educar en torno a mejores gustos, quizá, aunque cuesta mucho modificar un talante de este tipo.

Conviene acercarse con tiento hacia estas formas de pensar, las cuestiones no suelen ser totalmente perfiladas, todas las personas tenemos algo de cenizos. Lo importante será mantener dominado este defecto, compensando con otras características más deseables. Sobre todo intentando salir de este atolladero al buscar aspectos más positivos de la vida.

¿Resulta difícil identificar a los más destacados representantes? Cada uno puede otear a su alrededor con la seguridad de sonreir ante la abundancia de actitudes poseedoras de ese talante.

En el entorno deportivo existen personajes cuyo interés radica en los malos resultados del adversario, cuando se acumulen penurias para sus contrincantes ellos van entrando en esa felicidad gris mencionada. Quizá porque se ven impotentes para generar cualidades meritorias se van arrinconando en esa perspectiva,

Hay políticos a todos los niveles con pocos haberes en su cuenta de resultados, con no demasiado trabajo personal y grandes deseos de sacar a relucir las debilidades de sus oponentes. Este suele ser su lema, vean las maldades de otros partidos o personas de otras tendencias.

Se pueden ampliar estas lindezas a países o comunidades, dominará el esfuerzo por hacer ver los malos caminos seguidos por todas aquellas que sean ajenas a sus grandes ínfulas. No vayamos a introducir reformas en nuestras comarcas o ciudades que alteren esa cómoda tranquilidad pasiva.

Entre las diferentes profesiones tampoco se libra uno tan fácilmente, con demasiada profusión brotan esas miradas pequeñas hacia todo lo de su alrededor. No hablo de verdaderas insidias, sólo de esa incapacidad para paladear las bondades de otros trabajadores próximos. Con esa actitud únicamente se saborean las penurias de los circundantes.

De todo el muestrario podemos entresacar los cenizos ilustrados. No sólo son inteligentes, eruditos y con alto nivel en sus actuaciones, son capaces de proyectos muy alambicados. Su sombra empieza a oscurecerse cuando se lanzan a ese tobogán de unos fines impersonales, logros que elucubran sus grandes cabezas, pero dejando al márgen a las personas. Prescinden de las personas, no entienden como unos simples individuos deban importunar sus grandes pensamientos.

Aunque sólo se tratara de tomar actitudes más positivas, ya es suficiente para desenmascarar a los cenizos, poner de manifiesto su grado de complacencia con las desventuras y sus pocas aportaciones a una vida más agradable. Empezando por eliminar cada uno de nosotros aquellos comportamientos que podamos desarrollar con mala sombra.

En Agosto debemos reivindicar más las grandes y buenas sombras, no andamos tan sobrados de ellas. Si además se trata de menospreciar aspectos meritorios, tanto peor para los cenizos y sus adláteres.

Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 7 Agosto 2004.