Invasores, héroes y villanos – por Teresa Galeote

Creo que no descubro gran cosa al decir que el uso de las palabras se degenera, intencionadamente; se las da diferentes significados dependiendo de quienes realicen determinados hechos, aunque éstos sean iguales. Esa doble vara de medir es un atentado contra las más elemental norma de razonamiento e indica que nos quieren sumergen en la estulticia más absoluta; nos quieren sólo como consumidores, pero no como entes pensantes ya que se considera dicho ejercicio como algo desfasado y peligroso.

Se invaden países amparándose en las más viles mentiras y después se extrañan de que el pueblo invadido se resista a la barbarie que origina dicha ocupación; si se defienden son terrorista y se usa dicho término hasta la saciedad, en cambio, si colaboran son tratados como demócratas y patriotas. Los gobiernos que ocupan un país con el único objetivo de dominar zonas plagadas de materias primas son simples bárbaros invasores. Van con la bandera de liberadores cuando deberían llevar la bandera negra con la efigie de la calavera. El pueblo ve la destrucción y sufre la masacre, la desolación, el hambre y la muerte. Siempre hay quienes colaboren fielmente con los invasores; siempre lo ha habido y siempre los habrá. Se arriman al festín con la pretensión de sacar tajada del saqueo que se hará después de la invasión; irán al olor de la miel, sin vislumbrar que pueden quedar atrapados mortalmente en la dulzona melaza. Dicen ser salvadores de tiranos, aunque los promocionan y amparan cuando les hacen falta para conseguir sus objetivos.

Las tornas se cambian con frecuencia y naciones que antes fueron invadidas hoy se tornan en invasoras, aunque algo ha cambiado; antes, a los resistentes se les llamaba héroes y se levantaban estatuas en su memoria y ahora se les llama insurgentes o terroristas. Qué decir de la guerra de los cien años que mantuvo enfrentadas a Francia e Inglaterra por el dominio de Gran Bretaña. Qué decir de la resistencia del pueblo español a las tropas napoleónicas, sus hazañas pasaron a la historia por la defensa que hicieron de su tierra, y del resto de países que presentaron resistencia ante las ansias expansionista de Napoleón. Mención aparte merece el pueblo estadounidense, las trece colonias inglesas del este norteamericano supo desembarazarse muy pronto de la metrópolis y siguieron colonizando las tierras de los pueblos indios y masacrando a sus habitantes. Así llegaron hasta el Pacífico y por el sur se extendieron usurpando gran parte de tierras mexicanas, aunque algunas fueron compradas a Francia y España. Su pensamiento les llevó a dictar la doctrina Monroe, «América para los americanos» y el Destino Manifiesto «La nación americana está destinada a civilizar a los pueblos bárbaros». Sabemos que EE.UU es el gran imperio que hace guerras fuera de sus fronteras por mantener su hegemonía, pero no ha sufrido ninguna invasión.

Las cruzadas de la Europa medieval cristiana fueron vistas por los musulmanes como invasiones; se asentaban por la fuerza en sus tierras como amos y señores del lugar. La realidad, despojada de mentiras, es que había una clara decisión de colonizar nuevas tierras por la curia romana y por los reyes y nobles europeos; tenían que dar feudos y alojamientos a los segundones que la famosa ley del Mayorazgo había dejado sin patrimonio; Papado y Nobleza querían dominar tierra, almas y cuerpos. La historia se repite una y otra vez, aunque las formas y las materias primas sean diferentes: antes, la tierra daba poder, dinero y prestigio, hoy, es el petróleo y el gas el motor que mueve la industria y el transporte. Controlar las rutas comerciales para la comercialización de los productos es otro referente.

Cierto es que en todos los tiempos han existido intrigas y cómplices para deshacerse del rival político y que el hecho de comulgar con la misma idea o religión no son motivos suficientes para mantenerse unidos. La división de los pueblos árabes y musulmanes siempre ha sido patente y ahí radica una de sus grandes debilidades. Enfrente están los grandes magnates del dinero; unidos, aunque se desprecien. Capaces de invadir países si es necesario para lograr sus oscuros objetos de deseo, no sin antes haber puesto la maquinaria propagandística en marcha, preñada de mentiras. Si hace falta que a los invasores se les reciba con vítores y flores se contratan actores y extras que lo pongan en escena; siempre hay quienes se presten al juego por un puñado de dólares. El dios dinero crea y moldea a grandes villanos para engañar y convencer.

Los últimos gobiernos de EE.UU se han convertido en una gran empresa depredadora (Terror S.L.) donde la política es una mera comparsa del poder económico; lástima que haya tantos bufones para divertirlos y tantos cómplices para aplaudir.

Se complenta con el poema: De plena actualidad.

Teresa Galeote. Alcalá de Henares, Madrid.
Colaboradora, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona. 3 Agosto 2004.