El 12 de julio de 1904 nacía en la localidad chilena de Parral, Ricardo Nefftalí Reyes Basoalto, que sería conocido en todo el mundo con el seudónimo de Pablo Neruda. La trayectoria vital de este insigne hombre tiene tantas aristas que es imposible resumir en pocas líneas sus 69 años de existencia.
Es, a mi entender, el poeta militante por excelencia, junto a otro poeta de su época, Miguel Hernández, y a su vez, junto con el vate de Orihuela, el que mejor ha cantado al amor. A ambos les unieron la Guerra Civil española y su militancia comunista. Ambos fueron asesinados por la enfermedad, la cual se cebó en su tristeza al ver perdidos sus sueños de libertad. Cuanto paralelismo entre los dos “hermanos” de lucha.
En mi librería se hospedan la práctica totalidad de las obras del poeta chileno. No todas leídas, pero si repasadas, sobre todo la poesía, ese don de la vida que te permite coger la obra por el lugar que te apetece, avanzar, retroceder, parar…
“Confieso que he vivido. Memorias”. Edición de 1974, páginas cercanas al color pajizo, que me alargan la vida, recuerdos de tantos años, lecturas ávidas. “Estas memorias o recuerdos son intermitentes y a ratos olvidadizos porque así precisamente es la vida”.
Entre las páginas recortes de la prensa de entonces, “Isla Negra”, su refugio, lleno de los más increíbles objetos. Colecciones de mascarones de barco, de botellas, de todo lo posible e imposible.
Como no recordar la canción maravillosa que resuena en la mente al recitar “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir por ejemplo: La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos…”. Un libro pequeño, editado en México, un libro de bolsillo para tener a mano el mensaje de desamor.
Una de las grandes bellezas que se pueden comprobar son los títulos de sus obras: “Residencia en la tierra”, “Memorial de Isla Negra”, “La rosa separada”, “La Barcarola”, “La espada encendida”, “El río invisible”, etc.
Ahora, en los cien primeros años de su vida los homenajes aparecen por doquier, algunos de ellos, válgame la expresión, chirrían. Es conveniente, por parte de algunos, el dar asepsia al poeta, despojarle de su militancia e ideología. Es bonito que a sus versos se le ponga música, varios cantantes editan un disco de homenaje: Neruda, en el corazón. Joan Manuel Serrat dice: “Cuando conocías a Neruda se te metía en el corazón. Era encantador, mágico y coherente con su tiempo”. En el homenaje también hay crujidos, Neruda era coherente en su tiempo y ahora. La coherencia, tanto hablada y tan poco practicada.
Este poema me ha aparecido entre los libros del poeta, si cambiamos nombres vemos que está de plena vigencia, desgraciadamente.
hasta hoy, hasta este amargo
mes de setiembre
de 1973,
con Bordaberry, Garrastazú y Banzer
hienas voraces
de nuestra historia, roedores
de las banderas conquistadas
con tanta sangre y tanto fuego,
encharcados en sus haciendas,
depredadores infernales,
sátrapas mil veces vendidos
y vendedores, azuzados
por los lobos de Nueva York.
Máquinas hambrientas de dólares,
manchadas en el sacrificio
de sus pueblos martirizados,
prostituidos mercaderes
del pan y el aire americanos,
cenagales verdugos, piara
de prostibularios caciques,
sin otra ley que la tortura
y el hambre azotada del pueblo.
En algún lugar de Chile, 15 de Septiembre de 1973.
Este poema, recogido por “LA Opinión” el 20 de Septiembre, fue repartido en forma de pasquín por las calles de Madrid unos días después, y es uno de los últimos, o tal vez el último, poema de Neruda.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 12 Julio 2004.