El racismo y la ocupación – por Dr. Burhan Ghaliun

Presentamos un artículo del Dr. Burhan Ghaliun en donde nos habla del profundo desconocimiento del mundo árabe por las gentes occidentales, y de la agresión tanto militar, económica y cultural que se esta desarrollando con la ocupación en Iraq y en otras tierras cercanas.

Acerca del desconocmiento cultural del mundo árabe
El racismo y la ocupación – por Dr. Burhan Ghaliun

Independientemente de cómo se encauzará la situación en Irak en los próximos meses, los informes publicados en los últimos meses sobre la mala valoración por parte de la administración americana sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Bagdad, para más adelante descubrir la implicación de algunos responsables, dando luz verde para utilizar varias formas de violencia contra los presos en Guantánamo, después, en la famosa cárcel de Abu Ghuraib, expusieron varias interrogantes sobre el mecanismo de la democracia americana y, la acción de toma de decisiones en la gran potencia mundial, siendo obvio el decir: que estas interrogantes participaron en desmontar la credibilidad de la política de EEUU en relación a su intención en divulgar la democracia e imponer las reformas en el mundo árabe.¿Cómo en un estado del tamaño de EEUU con su fuerza e influencia, se pudo falsear la verdad y manipular la información para justificar una guerra que cada día que pasa, demuestra cuán corta de visión había sido? Y ¿Cómo altos responsables militares y civiles en este estado, instigan para cometer prácticas inhumanas de las que se avergüenza la misma opinión pública norteamericana o, encubrirlas hasta que hayan sido desenmascaradas por un periodista?

La respuesta está en las dificultades que encara todo proyecto basado sobre la voluntad de dominar por la fuerza, apostando por la superioridad militar aplastante, para justificar la unilateralidad en la toma de decisiones y rehusar el dialogo y la cooperación con las otras partes, aliados incluidos. Lo que ocurrió con los americanos, ocurre todos los días con los israelíes y, ocurrió antes con los movimientos fascista y nazi por la misma razón, ocurrió con los proyectos colonialistas clásicos y es lo que está ocurriendo dentro de algunos estados despóticos árabes y no árabes también. En todos estos casos donde se acepta el principio de dominar por la fuerza, el estado o el poder dominante o el que aspira a dominar, no tiene otra forma para imponer su voluntad y obligar a las partes débiles a renunciar a sus derechos, más que utilizando la violencia desproporcionada, ilegal e inhumana. Pero la utilización de la fuerza y la violencia desde fuera de la ley y en contra de los valores humanos, no puede pasar sin que provoque grandes protestas por parte de la opinión pública que no tiene interés directo o claro con este dominio, así que, había que deformar la imagen de la victima y su identidad e invertir la situación, haciendo de la violencia ilegal utilizada en su contra, la respuesta a la violencia ilegal y primitiva que comete la victima. Así fue como se vinculó el recurrir a la violencia ilegal por parte de las fuerzas de ocupación, en todos los tiempos y en todo lugar, desarrollando dos mecanismos integrales, cuales son, la discriminación racial contra la parte a dominar, invirtiendo la ecuación y transformando a la victima en torturador y al torturador, en victima, a través de enfocar las luces sobre las operaciones de violencia o terrorismo a las que recurren algunas corrientes minoritarias y desesperadas, en su confrontación contra la ocupación.

En este sentido, podremos comprender la rapidez con que la administración americana tiró de los informes de la ONU sobre desarrollo humano en el mundo árabe, para poner en relieve, la imagen de la ignorancia y el atraso humano y ético árabe, por un lado, y la formula que utilizó para vincular al islam como religión y convicción con algunos movimientos políticos extremistas adornados por la religión, por el otro lado.

El origen de recurrir a la discriminación racial y deformar la imagen de la victima, invirtiendo las realidades y transformando al torturador en victima, es para impulsar a los individuos bien sean torturadores o victimas a profundizar en la violencia y aceptarla como una solución inevitable. Porque si la lógica de la ocupación explica el recurrir a la violencia como una expresión de la fuerza y una reafirmación de la superioridad, fuente de nuevos y particulares derechos, los derechos del más fuerte, entonces la destrucción de la conciencia y corromperla, es una condición indispensable para crear al hombre torturador o al hombre victima y, aceptar las prácticas de la tortura o su recepción por parte de seres humanos hermanos en la humanidad. Es decir, el racismo ayuda a los torturadores a sentir que los que se enfrentan a ellos, no son grupos humanos en el propio sentido de la palabra. Por ello, los ocupantes suelen siempre llamar a sus victimas por sobrenombres y adjetivos que se acercan o corresponden a animales. Son monos, perros, vampiros o que pertenecen a etnias inferiores sin valores, ni principios o cultura. El objetivo de la filosofía racista, no es más que establecer las bases teóricas de esta discriminación que, no solo permite a los ocupantes que practican la violencia sentirse superiores moral y racionalmente, sino que les permite la práctica espontánea de la violencia como si fuera una acción de limpieza. Así que, y gracias a la ceguera a donde el racismo conduce, el torturador bien sea oficial de alto rango, soldado o presidente de una republica, no siente que su práctica de la tortura y las acciones denigrantes de la condición humana, o bien el encubrirlas, son reflejo de la degeneración bárbara, sino todo lo contrario, como si fueran en defensa de la civilización, el sistema o el interés nacional.

La práctica amoral de la tortura, la cual fue desenmascarada por los informes, en cientos de cárceles nacionales y de la ocupación que se multiplican en la tierra árabe, no se le puede separar a lo que la antecedió de continua instigación contra las sociedades árabes e islámicas y en la que participaron y participan, racistas israelíes, neocolonialistas, soñadores en imperios y un gran número de árabes y musulmanes defensores de regimenes dictatoriales. Se consiguió vincular y de forma metódica en la opinión pública, en las últimas dos décadas, a los pueblos árabes e islámicos con las diferentes formas de infra moralidad, desorden, violencia y amenazas de las que tiemblan las comunidades industriales y tecnológicas del siglo XXI. Las posiciones de los regimenes dictatoriales que justifican su existencia con la teoría de que las sociedades árabes no se gobiernan más que por la fuerza, por su cultura peculiar o retraso político e ideológico, han coincidido con las posiciones de los teóricos occidentales racistas para añadir sobre los pueblos árabes, una imagen totalmente negativa, haciendo de ellos una fuente de grandes y certeros peligros. Las fuerzas que tienen interés en la zona, animaron a generalizar hacia estos pueblos una posición precondenatoria, impulsando la enemistad hacia ellos al justificar el menosprecio hacia sus derechos y el dominio de sus recursos, haciendo que dicho dominio fuera una acción natural que no debe provocar mucha protesta u oposición. Acompañó a esta sistemática difamación de la imagen de los árabes, la reactivación de las memorias históricas enterradas en occidente y que unían entre las convicciones religiosas islámicas y la herejía, las continuas y públicas voluntades de guerrear, conquistar y enemistarse contra occidente, las demás religiones y etnias. Esta negativa memoria, se unió a la imagen contemporánea que ve en el islam una religión clásica, conservadora y rechaza la modernidad y sus valores, insistiendo en vivir con los valores y ambientes medievales. Si a ello añadimos, unas recientes memorias históricas, vinculadas a los conflictos derivados de las guerras de independencia contra el colonialismo, a las imágenes de recientes grupos fundamentalistas conservadores e islámicos o, a los extremistas y violentos, si la añadimos la creciente creencia de la incapacidad de las sociedades islámicas a adaptarse a los nuevos barómetros democráticos y legales, formando una imagen horrorífica sobre el mundo árabe, donde se mezclan la nulidad de la civilización con la ausencia de los valores éticos.

Los atentados de las torres gemelas en septiembre del 2001, llegaron para generalizar esta imagen, condensándola en la mente y haciendo del hombre musulmán, un sinónimo del hombre atrasado que utiliza la violencia sin respetar ninguna legitimidad humanitaria, ley o ética. Siendo esta, la imagen cuyo objetivo es hacer que la opinión pública internacional, acepte con unanimidad la justificación de la guerra caliente para dominar Oriente Medio a través de la fuerza de las armas, controlar sus recursos materiales y políticos y, utilizar este control, para imponer a los países de la zona, el seguidismo a los grandes países industriales y conseguir su colaboración, al precio más bajo.

La guerra cultural, en la que participan medios de comunicación mundiales sometidos al control político, para vincular a las convicciones, la cultura y las comunidades islámicas con la violencia y el terrorismo, no puede hacer más que crear un ambiente de escepticismo y duda sobre todo lo que sea árabe o musulmán, en medio de la opinión pública internacional. Esta política, no solo desanima a varias fuerzas en el mundo a acercarse al mundo árabe y musulmán, evitando cualquier comunicación e intercambio, sino que justifica a muchas fuerzas en el mundo, prohibir públicamente el acceso al mundo árabe, a la tecnología y a los nuevos avances, por miedo a ser utilizados con fines militares terroristas o en contra de Israel.

Sin embargo, las consecuencias más peligrosas de esta declarada guerra, no radica tan solo en el desarrollo del racismo contra los árabes y musulmanes con todo lo que conlleva de violaciones claras del derecho humano, como lo pudimos ver de forma clara en las torturas de la cárcel de Abu Ghuraib, o como lo demuestra desde hace años, la utilización sistemática de la violencia oficial contra el pueblo palestino, con todo lo que acarrea de pérdidas de vidas humanas, destrucción de la infraestructura económica, social y cultural, sino también, radica y de manera más espectacular, en los impulsos que percibe la opinión pública árabe y musulmana de fuerte tendencia a la introversión, a la ruptura cultural, científica y social con occidente, sintiendo temor hacia él y un escepticismo generalizado sobre sus intenciones, de manera que, se imposibilita aceptar cualquier evento que llega desde este mundo o desarrollo que contiene valores humanos.

Tampoco es una exageración la afirmación que dice: que el mayor peligro que amenaza el desarrollo científico, tecnológico, económico y social, e impide la acumulación del capital nocional, al día de hoy en el mundo árabe, es al mismo tiempo la marginación que nos imponen algunas políticas y estrategias internacionales para contenernos, y la voluntad a la auto introversión o a la auto marginación que nosotros escogemos, o que nos escogen sectores crecientes dentro de la opinión pública árabe e islámica en nombre del enfrentamiento al ataque occidental, y responder a la enemistad pública y agravada contra la cultura árabe e islámica. Así pues, no hay más peligro sobre el futuro del avance científico y tecnológico en el mundo árabe que la desconexión con el mundo desarrollado y la aceptación de la marginalidad y el aislamiento.

El Dr. Burhan Ghaliun escribe en el periódico de los Emiratos Árabes Unidos, Al-Ittihad (La Unión), este artículo fue publicado el pasado día 7 de Julio en ese periódico.

Traducido por Jamal Halawa. Olias del Rey. Toledo.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 9 Julio 2004.