Hemos asistido estos días a la exaltación de la figura de Reagan tras su muerte, esto es debido al propio interés de la administración Bush para tapar sus errores en la crisis de Iraq.
Fue un presidente muy importante que ha dejado huella en los procesos internacionales posteriores y por la puesta en vigencia del neoliberalismo actualmente en vigor.
Hizo bandera con el lema “el gobierno es el problema y nunca la solución”. Esto supuso una ruptura con la tradición de acuerdos sociales, con la extensión de las libertades políticas, el keynesianismo económico y con el estado del bienestar.
Pretendió limitar la presencia del Estado en la economía a través de la desregulación y las privatizaciones. Las políticas aplicadas fueron un desastre para la clase trabajadora norteamericana, pero un regalo para los ricos. Fue el responsable de la peor recesión desde 1929, y el crecimiento económico en los años de su gobierno fue inferior a la década anterior, a pesar del estimulo de políticas militares expansivas, que están en el origen de los masivos déficit presupuestarios federales que triplicaron la deuda norteamericana. A finales de la década de los ochenta, los salarios habían bajado y la tasa de pobreza había aumentado en un 20%.
Su política consistía en reducir los impuestos a los ricos y aumentar al mismo tiempo los gastos de seguridad y defensa a costa de los gastos sociales, generando un déficit fiscal récord. Consiguió situar los impuestos en el primer lugar de los debates, haciendo subsidiario el desarrollo y la calidad del Estado del Bienestar. Al mismo tiempo dejó bajo mínimos a la educación pública, la sanidad pública, a los transportes públicos y en general a todos los servicios que presta el Estado.
Aquí ya tenemos experiencia, es la política que ha desarrollado el Partido Popular de Aznar y que difícilmente cambiará el PSOE de Zapatero, mientras no acometa una reforma fiscal con el principio de que pague el que más tenga.
En política exterior, Reagan fue aclamado porque se le atribuye el final de la guerra fría y de romper con el control del comunismo, todo ello basado en su firmeza política. Pero se olvida el apoyo al movimiento antisandinista con la muerte de más de 30.000 nicaragüenses, el apoyo a las dictaduras centroamericanas y a sus escuadrones de la muerte. Esta falta de respeto a los derechos humanos de los centroamericanos fue dirigido por el embajador norteamericano en Honduras, John Negroponte, que dirigió un celebre centro de torturas. Este Negroponte ha vuelto a ser nombrado embajador norteamericano en Iraq. ¡Qué casualidad! Volveremos a ver una vez más la conculcación de los derechos humanos de los iraquíes ante el silencio de la prensa internacional como ha sucedido en Guantánamo, en base a no se sabe bien que principio de seguridad.
Reagan intentó destruir los sindicatos. Inició una guerra sin precedentes contra los pobres, su oposición fue total a los derechos cívicos y apoyó sin disimulo el apartheid en África del Sur. Ayudó a los radicales islámicos en Afganistán, con Osama Bin Laden, recibiendo el título de libertador, siendo empleado de la CIA, hasta que se volvió contra los norteamericanos creando la red Al Queda.
Se negó a hablar públicamente del SIDA durante seis años, decía “tal vez Dios nos trajo esta plaga porque el sexo ilícito va contra los Diez Mandamientos”, con lo cual no dotó con suficientes medios los programas federales para combatir la enfermedad. Prohibió el aborto, recuperó la oración en la escuela y puso en el máximo lugar la bandera.
Margaret Thatcher describe a Reagan a la perfección, decía “no tiene nada entre una y otra oreja”, sin embargo ha dejado el neoliberalismo triunfante, que no solo ha sido adoptado por la derecha, sino que la izquierda socialdemócrata ha hecho escuela. Sólo hay que ver el programa de PSOE y su política de rechazo a una reforma fiscal más justo que rectifique la desarrollada por el PP y está también en la falta de critica que durante los ocho años de Aznar le hicieron a su política económica.
Este es el hombre cuya administración encabezó la lucha de clases por cuenta de los ricos, arrastró la política norteamericana hacia la derecha y reconstruyó el imperialismo americano después del desastre de Vietnam.
La administración Bush ha puesto a Reagan en los altares, porque es una forma de ensalzarse así mismo, tras los continuos desastres que provocan.
Descanse en paz Reagan como hombre, y esperamos que su neoliberalismo también lo enterremos pronto y pase a la historia, como una era de creciente desigualdad e injusticia.
El epitafio de Reagan como dice Walden Bello sería “aquí yace un hombre que fue muy bueno para el 20% de sus compatriotas y para sus ricos y poderosos amigotes de todas partes, pero muy malo para el resto de nosotros”.
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 3 Julio 2004.