Pero si somos algo…El empeño voraz de recordarnos».
Aurora Luque, en Apuntes del siglo pasado.
Cuando intentamos abarcar nuestra retrospectivas humanas quizá podamos percibir algunos matices interesantes, enfocados hacia el pasado más reciente o atisbando los ancestros más significativos. A las primeras miradas se nos ofrece una amplia nebulosa, y a partir de ella se delimitan importantes recursos.
A medida que nos vayamos introduciendo, se caerán los velos, apareciendo imágenes y relaciones subyugantes. Al levantar cada capa se descubren realidades ocultas o disimuladas, apareciendo también nuevas incógnitas. Según la intensidad de nuestras investigaciones serán más perceptibles unos datos u otros; en definitiva, nuevas perspectivas.
El método empleado en esa aproximación condiciona los hallazgos. Así, de una guerra civil pueden estudiarse datos económicos, muertos, ideologías, situaciones del ciudadano medio, militares, etc. Los conceptos entresacados pudieran ser extremadamente contradictorios. Tenemos diferentes pasados a nuestra disposición.
Otro ejemplo, las fotografias, pueden aportar matices tan variados como autores de las mismas hayan intervenido. Sus enfoques, coloridos o individuos retratados orientan los resultados. Siempre se abren múltiples variantes, más aún con métodos mas poderosos.
Algo parecido ocurrirá según la zona del pasado por donde elijamos viajar, sean familiares, naturaleza, cosmos, economía y tantas materias como deseemos.
No será raro encontrar estereotipos demasiado esquemáticos. Unas veces por comodidad, soslayando estudios más profundos. En otros momentos el motivo del estudio permanece muy alejado, no lo podemos recoger con nitidez. Rozamos lo desconocido y nos vamos arrinconando en símbolos o mitos, ya que no podemos expresarlos mejor.
Existe otra situación más desdeñosa cuando mostramos una indiferencia simple ante estos hechos. No nos interesamos por el pasado. Si resulta grave este alejamiento, tiene un añadido peyorativo; como tantas cosas, si no se usa se pierde como aportación cultural y vital. Ya no sabremos como van a repercutir sobre nosotros esos antecedentes.
Lamento la traducción del pasado a simples efemérides. No voy a discutir su importancia, pero pocas veces reflejan las situaciones de los sufridos ciudadanos corrientes. Sus vivencias particulares formarán parte de la nebulosa inicial, aunque sean las más directamente implicadas con los actuales pobladores.
Puede contemplarse todo esto en tono hierático, como una ESFINGE, esculpida y sin reflejos vivos. Como un pergamino escrito hace mucho tiempo, percibido estáticamente, sin ninguna relación con nuestras actividades actuales.
Las sensaciones pueden plasmarse como una sensibilidad, como pudiera reflejar la «geometría sentimental» orteguiana. Cada zona del planeta, comarcas o pueblos, repercutirán en nuestras percepciones según la relación que tengamos con ellas. Unas veces por nacimiento, por amigos allí residentes, por hechos culturales o cualquier otro motivo. Se trata de una relación sentimental.
Entre esta pléyade de circunstancias encontramos muertos y vivos, también vivales con señeros representantes en todas las épocas. ¿Somos capaces de desenmarañar todo eso? ¿Qué nos interesa reflejar? No basta con anhelar aquellos aspectos beneficiosos para nuestro devenir en la historia personal. ¿Cuáles son? El pasado ahí está, y nosotros, aunque nunca sabremos del todo hasta que punto conectados entre sí.
Hay EXTRAÑOS en el pasado, no son nombrados por los escritos y enciclopedias, no parece valorarse que sean los auténticos humanos, sufridores en mil batallas. Me interesan estos especímenes semiocultos, como especialmente significantes para los actuales pobladores.
Por lo tanto podremos concluir afirmando: También somos extraños en unos acontecimientos y vivencias pasados, sobre todo en la medida de no haber detectado los hilos de conexión adecuados.
¿Qué pintamos en todo esto? ¿Nos afecta? ¿Nos interesan las raíces? Ojo con la tendencia uniformadora, todo es interesante y muy curioso, apasionante, pero sin especificar demasiado, no vayamos a crearles problemas a los pensadores oficiales.
Si nos dejamos llevar, seremos MUY EXTRAÑOS, no tendremos nada que ver con ese pasado manufacturado a estilo industrial. Hasta puede llegar a ser todo una pura ficción. Con su sarcasmo habitual escribía Julio Caro Baroja: » La gran memoria histórica es tremenda y parcialísima…es inexorable… y tanto más respetada, cuanto más confusa.
El pasado no es una planta exuberante de la que vayamos cortando ramas. Pone muchos elementos a nuestra disposición, aunque condicionados, exige una esmerada elaboración. Ya chirrían los pasados ideados por el jerarca de turno. Debemos exigir datos, agradecer los servicios voluntariosos de los manipuladores de turno y … pensar. El pasado es una labor personal, una pesca inagotable y apasionante.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 1 Julio 2004.