Haití es uno de los países más pobres del mundo. El 80% de su población está sumida en la máxima pobreza. Más de un 75% depende de la agricultura, pero ésta se encuentra destrozada por la eliminación de las barreras comerciales, siendo inundados por los productos norteamericanos apoyados en el dumping (arroz, azúcar y trigo). Sus índices sociales están bajo mínimos y la mayoría de los haitianos viven de las remesas enviadas por más de un millón de compatriotas emigrados a Estados Unidos o de la caridad internacional.
El régimen laboral haitiano es casi inexistente y se roza casi la esclavitud, es decir, sus trabajadores cobran al día 68 centavos de dólar, no llegando a las cien pesetas diarias.
Haití ha sido invadido numerosas veces por los norteamericanos. Desde 1915, por orden del presidente Woodrow Wilson para poner orden, pero sobretodo todo para cobrar las deudas de City Bank y enmendar un artículo constitucional que prohibía la venta de plantaciones a los extranjeros.
A finales de febrero se provoca la caída del cura salesiano Bertrand Aristide tras la conspiración de Estados Unidos, Francia y Canadá. Se apoyaron en la sublevación de Guy Philippe, antiguo miembro de las fuerzas armadas haitianas y entrenado por las fuerzas especiales norteamericanas en Ecuador, junto a una docena de exoficiales también sublevados. Todos ellos denunciados reiteradamente por crímenes realizados durante la dictadura de los Duvalier y del general Cedras.
Junto a estas invasiones periódicas de los norteamericanos, los haitianos han sufrido una serie de dictaduras que han sido apoyadas por estos, como la de Francois Duvalier (Papá Doc), la de su hijo, Jean Duvalier (Baby Doc) o la del general Cedras que se han destacado por el expolio que han sometido a su hacienda, por su salvajismo, con un incumplimiento sistemático de los derechos humanos.
La última intervención norteamericana busca la instalación en Haití de una narcodemocracia que proteja eficaz y legalmente las rutas de transporte de las drogas. Buscan un gobierno haitiano dócil que cuide del traslado de las drogas desde Colombia y que les redunda grandes beneficios económicos. La liberalización del mercado de divisas impuestas por el FMI a este país ha supuesto convertirlo en el lugar adecuado para el lavado del narcodólar en el sistema bancario haitiano.
Esta intervención también tiene un componente militar. Haití se encuentra ubicada entre Cuba al noroeste y Venezuela. Se pretende militarizar la Cuenca del Caribe, siguiendo la estela impuesta a la región andina con el llamado “Plan Colombia”, que constituye la base para la intervención del ejército norteamericano en los pozos de petróleo y gas, así como la ruta de oleoductos y gaseoductos.
Una vez puesto en el poder, un gobierno títere, se plantea la retirada de las fuerzas ocupantes ( norteamericanos, franceses y canadienses) iniciando así un proceso de regionalización, con la intervención de los ejércitos de la zona ( argentinos, brasileños, etc.) con lo cual le dan una mejor cara a una intervención ilegitima, que cuenta con el apoyo de la ONU, tras las presiones norteamericanas.
Si las Naciones Unidas deciden apoyar actos de barbarie o a abandonar pueblos enteros a su suerte, como Sudan, Uganda etc., o no hacen cumplir sus resoluciones como en el conflicto judeo palestino o el Sahara, quizá sirva para tranquilizar la conciencia de los gobiernos de izquierda pero demuestra la actual situación de deterioro del orden internacional y su injusticia.
Las Naciones Unidas ya no son garantía de justicia, pues solo representan los intereses de determinados países. Hoy enviar tropas a Haití significa legitimar el derecho norteamericano a derrocar gobiernos legítimos, a través de intervenciones armadas o suprimir legalidades democráticas para instaurar un nuevo orden favorable a los intereses imperialistas norteamericanos.
Si la ONU decide apoyar actos de barbaré, nuestros políticos de izquierda ya no cuestionan nada más, todo se hace en nombre de la civilización. Tanto Lula como Kirchner se están luciendo, haciendo de teloneros de Bush. Da la sensación que necesitan hacer méritos ante el emperador. Kirchner necesita el visto bueno norteamericano para su oferta de quitar a los bonos de su multitudinaria deuda. Lula requiere apoyo para no caer en la suspensión de pagos.
Si realmente se quiere apoyar a Haití, esto pasa por el respeto a los gobiernos democráticos para posteriormente invertir en el país para que se desarrolle, poniendo una condiciones mínimas de vida.
Zapatero se equivoca si piensa que con mandar 500 soldados ya ha cumplido. Lo habrá hecho ante Bush y los mandatarios sudamericanos, pero no ante muchos españoles y millones de latinoamericanos.
Los problemas de pobreza u subdesarrollo no se solucionan con militares sino con el apoyo al desarrollo mediante inversiones, buscando sociedades más justas e igualitarias. ¿Para cuando el 0,7%, Sr. Zapatero?
Edmundo Fayanás Escuer. Pamplona.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Junio 2004.