Los desencuentros están proliferando en nuestras esferas sociales. Destacan más los públicos por aquello de ser vistos por más gente. Los ámbitos políticos, religiosos o comerciales representan a los más afectados. Las trifulcas entre enconados contrarios comienzan a pasar desapercibidas de tan repetidas. Con todo, no vayamos a desdeñar los enfrentamientos en niveles de mayor intimidad, la violencia intrafamiliar entre los más sonados.
Curiosamente partimos de un hecho positivo, por fortuna cada persona es portadora de peculiaridades, de diferentes sensibilidades ante las circunstancias de cada nuevo día. Si todos fuéramos clonados la realidad ofrecería un talante bien distinto. Ahora bien, no estamos acostumbrados a convivir y aceptar consecuentemente todos esos matices aportados por otros individuos. Estamos ante una paradoja que tensa las relaciones, tanta diversidad ofrecida por cada humano y tan escasa tendencia a tolerarse las diferencias. Pudiéramos decirla como variedad incomprendida.
Tomar en cuenta las cosas que nos vienen de fuera supone una provocación. Un estímulo ajeno a nuestras manías o tendencias exige una cierta atención por nuestra parte. ¡Naturalmente esa actitud atenta requiere un cierto esfuerzo! Todavía será mayor si pretendemos conseguir el conocimiento de lo foráneo. Y no entremos en mayores profundidades, no vivimos en un momento propicio para esfuerzos, qué le vamos a hacer. De ahí que la desidia y la pereza se impongan ha la hora de entablar relaciones con otras prersonas.
Desde estas perspectivas no muy optimistas afloran las esquinas, las púas, las víboras y las serpientes. Cuando te descuidas un instante tienes algún puyazo metido. ¿Se han fijado como hablan las víboras humanas? Les falta poco para presumir de lenguas de fuego. ¡Qué decir de las serpientes humanas de conductas melifluas y pérfidas! Un auténtico muestrario rebosante de atractivo. Como si la vida de por sí no aportara las suficientes adversidades. Es increíble que actuemos de esa guisa.
Como cruel paradoja, ahí están escondidas miles de realidades asombrosas. Detrás de un fino telón. Las exigencias referidas nos debieran llevar a plantearnos algunas preguntas jugosas. ¿Qué somos? ¿Qué queremos? ¿Cuáles son nuestros límites?
Aún cuando fuéramos al terreno de los egoísmos, ¿Cómo se refuerza nuestra entidad personal? ¿Qué cualidades contribuyen a una mejor vida humana? De nuevo conviene insistir, por definición somos personajes de muchas preguntas y abiertos a unas respuestas que no acaban de llegar.
Ahí están desde los esfuerzos de la gente trabajadora, los ensamblajes técnicos con todas las avanzadillas del momento, la sensibilidad de las personas, sus seres queridos… Sí, ahí están… pero detrás de un telón imaginario que se llama contacto. No acaba de levantarse esa separación para que puedan percibirse unos a otros.
Los cultivos y abonos empleados en nuestra civilización nos llevan de cráneo hacia un desdén mayoritario del que apenas se librarán unos pocos. Desde los mostradores nos contestan personajes acartonados cuyas ideas van por la inopia, lejos del ciudadano. Los planes económicos tiene a gala prescindir de pequeñeces humanas, o rinden o no. ¿Hace falta mencionar al estamento político? Estamos logrando unos caminos perversos para transitar todos separados, procurando que no se distingan ni siquiera aquellos que caminan más cerca de uno.
¡A ver si todavía van a tener razón este tipo de actitudes! ¿Aparte de cuerpo tenemos algo más? Los sentimientos, la conciencia, la conducta, el pensamiento en una palabra ¿Únicamente alcanzan para actividades ramplonas?
Es una especie de fisiología individual, aquí podemos sacar a relucir las múltiples investigaciones que indican una fuerte relación de todo lo referido con moléculas cerebrales, endorfinas, receptores y todo eso. Precisamente por eso, resulta evidente que no se conciben dogmatismos cerriles. Estamos constituidos por una amalgama muy compleja, con interconexiones de variables curiosas, con mutaciones y todo tipo de asimetrias.
¡No vamos a pretender negar estos componentes humanos! Eso supondría algo así como negar nuestra existencia como tales seres humanos y eso es demasiado.
Parecemos las estrellas, cada uno la suya claro y pretendemos ilusionarnos con que todo gira en derredor nuestro. Somo muy pretenciosos. Pero no podemos pasar sin las relaciones con los demás, encuentros, sensaciones, afectos, colaboración, la amistad. Es decir, lo opuesto a los defectos comentados al principio.
Estamos agarrados a la tabla de la vida y en vez de dedicar nuestras acciones al alivio de las cuitas de cada día, ensayamos perversidades con los demás.
«Lo que he querido decirte es que uno se proyecta en una época, en un ambiente que hace suyos y le parece que, mientras él viva, la época y el ambiente vivirán con él. De pronto algunos se dan cuenta de que son simples supervivientes agarrados a una tabla, y eso me ha ocurriodo hoy a mí» Dice González Ledesma en «Soldados».
Por eso es tan importante recuperar el contacto como única forma de crecer en nuestro proyecto personal.
Rafael Pérez Ortolá. Vitoria.
Redactor, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 10 Junio 2004.