III Conferencia Internacional sobre le Agotamiento del Petróleo y el Gas – «El petróleo tocó los 40 dólares el barril y toda la atención del mundo se volcó sobre la energía, sus costes y el impacto o la influencia sobre la vida de las personas.»
El petróleo tocó los 40 dólares el barril y toda la atención del mundo se volcó sobre la energía, sus costes y el impacto o la influencia sobre la vida de las personas. Algo que solíamos pasar por alto, pues según los economistas clásicos, el petróleo, como cualquier fuente de energía, era otro bien más, como cualquier otra cosa que se pudiese comprar en el mercado.
Pero hete aquí que el petróleo no es como otro bien más. Es, ni más ni menos, que la mejor forma de energía, la más barata, la más utilizada (es el 40% de toda la energía que por todos los con conceptos, los seres humanos consumen en el mundo), la que mejor se almacena y más fácilmente se transporta. Es la energía que mueve más del 90% del transporte mundial (por tierra, mar y aire) y es la energía, junto con el gas natural, de la que se hacen todos los plásticos e infinitos derivados que en el mundo existen y de donde salen muchos de los fertilizantes e insecticidas que permiten a la agricultura, junto con los millones de tractores y cosechadoras y camiones, producir los alimentos que hoy comemos.
El petróleo es insustituible por otra fuente de energía conocida (sea gas natural, carbón o uranio). Porque de gas hay unas reservas energéticas del orden de magnitud de las del menguante petróleo y sería desvestir un sano para vestir a otro y además, habría que transformar toda la sociedad industrial para utilizarlo. Porque el carbón es enormemente contaminante y no sirve para elevar aviones y si con el se pretende hacer combustible sintético, como ya hizo Hitler, se puede ver que ya no resulta tan interesante, aunque sería igualmente contaminante. Y porque el uranio, cuyo mineral es escaso en la corteza terrestre, sólo produce electricidad y deja espantosos residuos y la sociedad sólo es eléctrica en un 30% a la entrada de las centrales que lo producen y en un 10% a la salida de los puntos de consumo domésticos o industriales.
Los científicos lo saben. Saben que en EE.UU. de cada diez calorías que contiene un alimento, nueve provienen del uso intensivo del petróleo en la agricultura y una sola caloría proviene del sol, para realizar la fotosíntesis. En Europa deben ser unas seis o siete calorías en energía fósil las que contienen los alimentos por cada caloría que aporta el sol.
Así pues, el petróleo no es un bien como otro cualquiera. Es el requisito previo para que los demás bienes del mundo moderno puedan existir. Antes de la era del petróleo también se necesitaba energía, pero la proporcionaba el cuerpo humano y los animales domesticados a su servicio, o las corrientes de agua o de viento que movían los molinos, sin los cuales, tampoco existirían otros bienes.
Y en esto, llegó el petróleo a cuarenta y no mandó a parar.
Los economistas de la tierra plana, los que creen que el crecimiento puede ser infinito en un mundo finito, siguen, por supuesto, dando explicaciones de todo tipo al fenómeno, entre las que no son menos truculentas las de la influencia en los mercados de los atentados en Arabia Saudita o de la guerrilla en Irak. Hablan de “confianza” o “falta de confianza” de los mercados, como si los mercados fuesen personas (en realidad, lo son: los que controlan los mercados son personas y muy concretas).
La Enciclopedia Británica en su Anuario dice que queda petróleo para 40 años, al ritmo de consumo actual. La multinacional petrolera British Petroleum viene a decir lo mismo y lo denomina “Reserves to Production Ratio” o “R/P Ratio”, es decir, el cociente que existe entre las reservas probadas de crudo en el mundo y el ritmo de consumo actual, del que el último dato de 2003 dice que era de unos 80 millones de barriles de 159 litros o unos 139 kilos diariamente. O dicho de otra forma, de unos cerca de 30.000 millones de barriles al año. Está claro que el cociente dice que hay unas reservas probadas de algo más de un billón (un millón de millones de barriles) en todo el mundo. Y el mundo sigue escuchando a los economistas y leyendo periódicos y revistas del color sepia del negocio que dicen que el mercado libre lo atenderá todo y que la ley de la oferta y la demanda se hará cargo de todo.
Sin embargo, algo se mueve, algo empieza a oler podrido en Dinamarca. Algo no encaja. Algo que no está en la prensa de color sepia se escapa, como si el tanque de los secretos oleaginosos hiciese aguas como el Prestige. Algo empieza a aflorar a la opinión pública. Desde que el petróleo ronda los 40 dólares, ha habido una especie de instrucción para empezar a contar algo que hasta ahora no contaba y no se contaba: que el petróleo toca techo; que el petróleo se acaba.
Las consecuencias de ello parecen simples o evitables, pero no lo son. No se trata de una crisis coyuntural. Es estructural y afectará a la vida de miles de millones de personas en las próximas décadas. Las personas que hoy tienen 40 años, lo verán y desde luego nuestros hijos sufrirán plenamente esas catastróficas consecuencias. Hay cientos de millones de personas que ya lo están sufriendo desde hace años, aunque los 500 millones de personas que vivimos más o menos bien en los países industrializados del mundo, no nos hayamos querido dar cuenta.
Desde 1979, el consumo de petróleo per capita en el mundo está en franco descenso, aunque no nos hayamos enterado. Pero la población ha seguido aumentando. Los que desde 1979 hemos seguido creciendo, para orgullo y solaz de nuestros gobernantes, lo hemos hecho, por tanto y sin saberlo (o sin querer saberlo) a costa de la degradación de la vida de los demás, de los más, porque desde entonces, hemos crecido sólo los menos. No hay que creerse, por tanto, las estadísticas, que como todo el mundo sabe, están después y solo después de las mentiras y las grandes mentiras. Si hay algún factor en el que todo el mundo está de acuerdo y todas las gráficas existentes así lo constatan, incluyendo las de los economistas de la tierra plana y apóstoles del crecimiento infinito, es que el crecimiento económico, el PIB que tan bien y tan fluidamente manejan los economistas y el crecimiento energético son totalmente especulares.
Es la estadística del pollo para dos, que da medio pollo per capita, aunque uno se haya comido los dos y el otro se haya quedado en ayunas. La curva que se da a continuación en la figura 1, la ofrece el famoso geólogo Richard Duncan.
Así pues, les podrán decir misa, pero si el consumo de petróleo per capita ha disminuido desde 1979, aproximadamente a un 1,20% por año es que si unos han crecido en su consumo, ha tenido que ser a expensas de muchos otros. Así de matemáticamente sencillo.
Los medios de comunicación, han empezado a hablar, si bien tímidamente, de que “el petróleo barato se acaba”. Y una oleada, que arranca con reportajes en la BBC, en la CNN, en Los Angeles Times, el New York Times y demás medios de difusión mundial, comienzan a hablar de que vienen tiempos malos, sin precisar mucho. Les siguen una miríada de otros medios, entre los que se incluyen los periódicos, televisiones y radios españolas, como Tele5, la propia TVE1, un suplemento dominical de El País con un artículo de Mariano Marzo, un catedrático de Estratigrafía y Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona, quien poco después es entrevistado por RNE Radio 1 sobre el mismo tema. El último aldabonazo lo ha dado la revista National Geographic del mes de junio de 2004, recién salida a los mercados, que titula en portada “El fin del petróleo barato” y dedica, nada menos que 30 páginas a todo color, a tan delicado asunto.
Una persona medianamente inteligente y reflexiva se podría preguntar: ¿Por qué ahora se empieza a tratar este asunto, si el petróleo se va a acabar dentro de 40 años, según los expertos y además los economistas juran y perjuran que “ya sacará alguna otra cosa el mercado libre, cuando el petróleo escasee? La respuesta de una persona sensata es que si el petróleo, que mueve el mundo moderno que mantiene con vida a más de seis mil millones de personas, se acaba dentro de 40 años, es para empezar a preocuparse ya. Es decir, sería natural que los medios de comunicación y los gobiernos empezasen a preocuparse por encontrar, si es posible, alternativas al petróleo u otras formas de vida sin petróleo, si es que las hay.
Pero no. Ni los gobiernos ni los medios de comunicación están preocupados por lo que pase dentro de 40 años. Al fin y al cabo, unos están en el poder 4 años y los otros son en su inmensa mayoría empresas privadas, cuyos accionistas exigen resultados (léase, beneficios) cada año, a un año vista de horizonte y si tienen plan estratégico, a tres o como mucho, cinco años. ¿Por qué entonces están empezando a marear la perdiz del “fin del petróleo barato”?
Pues porque el petróleo tiene un comportamiento parecido a la vida misma. Su explotación y su utilización siguen un patrón determinado, que no es plano. Es una forma de campana. Cada pozo de petróleo sigue una curva de producción que arranca lógicamente de cero con su exploración sondeo, perforación y bombeo y va subiendo en capacidad, hasta que el yacimiento subterráneo al que llegó la perforación se va agotando y su presión decae o el agua se va filtrando a su interior. En un momento, la producción llega a un cenit (en inglés “peak oil”) y luego baja de forma inexorable, hasta que el depósito o bien se agota, o bien se queda tan escuálido que extraer un barril cuenta en energía (¡ojo, no en dinero, que el dinero es una ficción!) un barril y en ese momento, independientemente de lo que cueste el barril de petróleo, ya no compensa sacar más petróleo.
Lo que sucede con un pozo, sucede con la suma de pozos de un campo petrolífero (Texas, Alaska etc.) y sucede también con la suma de campos petrolíferos de una región o país. Y por supuesto sucede también con la suma de regiones y países que es el mundo. La curva en forma de campana, se conoce como “Curva de Hubbert, en honor a su inventor, King M. Hubbert, un geólogo que descubrió esa tendencia en los primeros pozos y campos que se fueron agotando en Texas y extrajo sus reglas en forma de esa curva. Con ese bagaje, Hubbert predijo que los EE.UU. entonces envueltos en un mar de petróleo (¿recuerdan la película gigante?) y de abundancia sin límites, llegarían al cenit en 1970, en los 48 Estados de la Unión (los denominados en inglés “the Lower 48” que son todos excluyendo Alaska y Hawaii) y que el mundo entero llegaría al cenit en el año 2000.
Las risas por aquella predicción en un mundo de glotonería petrolífera sin límites, llegaron hasta Hawai. Cuando en 1970, EE.UU. llegó al cenit, de forma inexorable e irreversible, pese a ser el país con mejores técnicas y mayor poder financiero del mundo (ni la mejor tecnología ni las ilimitadas cantidades de dinero que el Tesoro pudiese imprimir pudieron evitar lo inevitable), se empezó a desenterrar a Hubbert y a ponerlo en un altar. Hoy los EE.UU. han consumido más del 80% de sus reservas. Se ha explorado cada milla cuadrada de territorio y cada año sigue cayendo, sin remedio. En la actualidad, los EE.UU. consumen unos 20 millones de barriles diarios y apenas producen localmente 7 u 8 y cada año producen menos a ojos vista. El resto, lo tienen que importar. Cada año más, doblemente más, porque producen localmente menos y su sistema exige hacer crecer su economía; está construido para hacerla sólo crecer. Los EE.UU. lo han intentado todo con la tecnología; han inventado los mejores sistemas para explotar los pozos hasta la última gota posible (que nunca es la última gota que existe en el yacimiento). Inventaron las perforaciones horizontales, la inyección de gases y líquidos para aumentar la decadente presión de los pozos, sus sistemas de diagnóstico tridimensionales y últimamente cuatridimensionales de los yacimientos (la cartografía de un yacimiento), mediante explosiones controladas y la recepción de ecos, como en las ecografías se verifican los tamaños del feto. Nada. Apenas consiguieron enmascarar la curva de Hubbert. Los geólogos que saben, dicen que estas mejoras tecnológicas, en las que los economistas cifraban su esperanza en un futuro de petróleo ilimitado, apenas han servido para enmascarar y deformar la curva de Hubbert de su propio país. Se sabe que cuando se insiste y se sobreexplota un campo, la curva se puede deformar y alargar algo con una meseta en el cenit, en vez de un pico, pero luego más dura será la caída.
Y en estas, nadie se fijó en la caída de la curva de producción de los EE.UU., pues que ellos bien se suministraban de otros lugares (Venezuela, México o el Golfo Pérsico, entre otros). Nadie se fijó en que la antigua URSS llegaba también a su inexorable cenit en los años 80. Casi nadie se fijo que Europa (es decir, Noruega y Reino Unido en el Mar del Norte) llegaban a su cenit en 1999 y 2000, para caer a velocidades aún mayores que las de los grandes campos estadounidenses, aunque los europeos también tienen una tecnología y una capacidad financiera que les debería haber salvado, según los que creen que esos dos factores pueden mover montañas, aunque al parecer no son capaces de hacer parir más petróleo del que la Naturaleza ha creado.
Y así, llegamos a la producción mundial y a los 40 años que le dan de vida, “al ritmo de consumo actual”, es decir a los 80 millones de barriles diarios o cerca de 30.000 millones de barriles al año. Si el problema fuese que nos quedamos sin nada dentro de 40 años y hasta entonces aquí paz y después gloria, seguiríamos como los avestruces, consumiendo unas décadas más. Incuso aunque eso entrase en contradicción con los planes de los ministros de economía del mundo, que siguen poniendo en los programas electorales de sus partidos y en sus programas de gobierno, crecimientos económicos, ergo energéticos, del 3% anual. Y sabiendo, como saben, que creciendo un 3% al año, de forma acumulativa, por supuesto, en 25 años se duplica la producción de bienes y por tanto, también del consumo de energía y entre esas energías, la del petróleo. Eso acortaría los 40 años que dicen que durará “al ritmo de consumo actual”. Pero ni siquiera es esa absurda contradicción de párvulos lo que los pone nerviosos, aunque sigan sin reconocerlo. Es la forma de la curva de Hubbert de la producción mundial, que aquí se expone tal y como la ven los científicos y geólogos de ASPO la Asociación para el Estudio del Cenit del Petróleo y el Gas.
El gran problema, el problema que empieza a ser inocultable, tiene dos vertientes dobles. Por una lado, la curva de subida, que ya conocemos, porque es historia y por otro lado la espeluznante curva de bajada, que está al caer. Las otras dos vertientes son que con esa forma de caída queda petróleo para más de 40 años, claro, pero muy lejos de poder ser “al ritmo de producción actual”, como gustan de decir enciclopedias y multinacionales del petróleo. Y lo que vienen a decir es que, incluso aunque sumemos el petróleo que se espera obtener de las arenas, pizarras o esquistos bituminosos, como los de la franja del Orinoco o de Athabasca en Canadá, también conocido como petróleo pesado o muy pesado (“heavy” o “extra heavy”), o el que se encuentra en aguas profundas (“Deepwater”), o el que se espera extraer de áreas de muy difícil acceso en zonas polares (“polar”) o incluso las cada vez más importantes cantidades de líquidos combustibles que se obtienen de licuar el gas natural por diferentes procesos (“Natural Gas Liquids”).
Resulta que poniendo toda esa carne en el asador, estamos a punto, si no lo hemos hecho ya, de bajar a los infiernos por una pendiente en la que cada año habrá más gente, cuyos gobiernos aún no han reconocido este hecho irreversible y siguen planificando, no sólo mantener “el ritmo de producción actual”, sino hacerlo crecer al menos un 3% anual, que es un simple aprobado para cualquier ministro de economía que se precie y que ni sabe ni se atrevería a decir a sus electores que va a programar decrecimientos en vez de crecimientos.
La curva de Hubbert puede tener algunas oscilaciones en el electrocardiograma, que pueden tener fines políticos (véase la curva mundial, con los efectos políticos de la crisis de 1973 o la crisis de los 80, o la no menos relevante crisis de la caída del comunismo y desintegración de la antigua URSS) o incluso de empuje tecnológico, pero al final se verifica que si el campo tenía X y el mundo Y se suele extraer al final entre 0,8 y 1,2 X del campo y entre 0,8 y 1,2 Y del mundo.
La curva, como me dijo Ali Bakhtiari *(1), al referirse a los grandes y ya viejos y cansados grandes yacimientos del golfo Pérsico (“giant” y “supergiant”, en terminología inglesa, para definir a los que tienen más de 1.000 millones de barriles y 10.000 millones, respectivamente), es como la vida misma de las personas: nacen, crecen con pujanza, llegan a la cima de sus posibilidades (sean físicas o mentales) y terminan declinando irreversiblemente. Al igual que sucede con las venas y arterias de las personas, las perforaciones y la circulación de sus fluidos por el interior, se va haciendo más difícil con el paso del tiempo.
Y el problema es que estamos en el cenit y que la caída, no el agotamiento final, dará enormes problemas a la Humanidad. Si el cenit para el petróleo denominado “convencional” (es decir, el de fácil extracción, según el estado de la técnica actual) ha sido ya en el año 2000, como aseguró el profesor Kenneth Defeyyes, o llegará hacia el 2005-2006, como opina Richard C. Duncan, o en el 2007, como opina Ali Samsan Bakhtiari, es para el 2006-2007, o la revista más importante del mundo del petróleo, el Oil & Gas Journal, que ha calculado recientemente el cenit de la producción mundial del petróleo convencional para el 2007-2008 o es para el 2008, como dice ASPO este mes, adelantándolo dos años, después de sus continuas reevaluaciones, aunque como aparece en la gráfica, ya estamos prácticamente en la “meseta” superior de la producción mundial, no es muy importante. Ni siquiera lo es la evaluación que hacen algunos medios, como la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que se niegan a calcular el pico, aunque saben sobradamente de las formas de la curva de Hubbert y aunque dicen que las reservas totales son 3 billones de barriles y no 1,2. Incluso en esas favorables teóricas condiciones, que están muy por verse, Oliver Rech *(2) estimó en la citada Conferencia Internacional de Berlín, que incluso creyéndonos esos 3 billones de barriles restantes, el cenit de la producción mundial de petróleo se daría apenas en 2020 ó 2022 y la caída se produciría después desde un punto de consumo mundial muchísimo más alto y con efectos mucho más devastadores.
Para colmo de males, Matthew Simmons *(3), insistió en público y en la entrevista que nos concedió en que el mayor campo del mundo, el de Gahwar en Arabia Saudita, del que se esperaba manar la leche y la miel de forma indefinida y que permitía a Arabia Saudita actuar de comodín cuando cualquier otro país productor fallaba por cualquier causa en entregar su cuota, está en declive serio. Y puso en cuestión el nivel de unos 260.000 millones de barriles de reservas que dicen tener los sauditas. Esto fue un mazazo para los sauditas, que cuando realizó estas declaraciones en EE.UU. por primera vez en marzo de este año, levantaron inmediatamente las protestas, por medio de los directivos de la empresa estatal petrolera, ARAMCO. Veremos pronto, quizá muy pronto, si su capacidad de seguir haciendo de comodín permite bajar los precios por debajo de los 30 dólares, como quiere Occidente, o si nos encontramos verdaderamente, al principio de un precipicio sin salida. Por si fuera poco, Simmons también puso en duda que Irak poseyese los 116.000 millones de barriles que tiene contabilizados en la OPEP y que le colocan como segundo país del mundo en reservas. Simmons dijo no tener seguridad sobre la verdadera cifra, pero si dijo estar seguro de que no era superior a los 100.000 millones y que podría dar el susto de tener apenas 40 ó 50.000 millones de barriles, debido a la mala gestión de los pozos y su prematuro agotamiento, por causa del prolongado embargo de varios años antes de la invasión.
En definitiva, los mas de seis mil millones de habitantes del planeta, se encuentran en un punto crucial de la historia: el de seguir creciendo en población y desde luego seguir intentando crecer en la actividad económica, mientras el principal combustible mundial desaparece y disminuye inexorablemente cada año entre un 2 y un 4% respecto del anterior. Las tensiones y los problemas que se pueden plantear, son inenarrables. Mucha gente, puesta ante la tesitura, prefiere mirar para otro lado. Hay que entenderlo. Pasa lo mismo con la vida humana. Cuando uno enfrenta su edad al espejo, mucha gente no reconoce su propio envejecimiento, su propio y lento agotamiento. Es tan cierto y real como la vida misma. Y más en esta sociedad, en la que los nuevos sacerdotes económicos nos habían hecho creer que el crecimiento del capital ( y de las cosas que con él se pueden comprar) podía ser infinito, en un mundo finito. Por eso a los viejos, en esta cínica sociedad, se les llama “la tercera edad” y a los asilos “residencias”. Eufemismos para esconder verdades que no se quieren mirar de frente. Con la producción mundial de petróleo, estamos como en ese momento crucial de la vida en que empiezan a aparecer canas, a caerse el pelo, a aflojarse los músculos y a perderse las neuronas. Podemos engañarnos a nosotros mismos, teñirnos el pelo, ir al cirujano estético (la fe ciega en que la tecnología lo resolverá todo) y lo que queramos. Pero si la esperanza de vida son 75 años y nuestro DNI dice que tenemos 70, no debemos engañarnos más de lo necesario.
Un parlamentario alemán, hablando en la Conferencia de ASPO, llegó a reconocer que existe un grave problema pero vino a decir, con toda la cara y frente a un auditorio de 300 personas (cita no textual):
«Los parlamentarios estamos para servir a nuestros electores. Y nuestros electores quieren progreso, quieren crecimiento, quieren mejorar su nivel de vida. ¿Cuánto creen ustedes que duraría en el cargo si les cuento que esto no puede seguir creciendo? ¿Cuánto creen que duraría mi partido en le Parlamento si hacemos eso?»
Espero con ansiedad el momento en que los gobiernos y los partidos se vean obligados a reconocer que el momento ha llegado, aunque pierdan el escaño y su partido se quede fuera del Parlamento. Todo, antes de engañar a un anciano decrépito, como es nuestro modelo de sociedad consumista, que es un joven y que puede seguir comportándose como un joven. No hay muerte más indigna que la de estos pobres personajes.
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Anotaciones:
*(1) Ali Samsam Bakhtiari es doctor en ingeniería química y experto superioradjunto a la Oficina del Director en el Departamento de Planificación Corporativa de la National Iranian Oil Company (NIOC). Comenzó su trabajo en NIOC en 1971, como ingeniero de proyectos en su centro de investigación. En 1974, ingresó en la Compañía Petroquímica Nacional como Ingeniero de Proyectos en el Departamento de Evaluación de Proyectos y en 1977, cambió a la División de Planificación Corporativa. Volvió la Centro de Investigación de NIOC en 1985, donde dirigió diferentes departamentos y después fue Director Adjunto para Proyectos Especiales. Entre 1990 y 1995, fue un experto superior en Tecnología y Desarrollo en la Dirección Corporativa de Planificación, coordinador de seminarios internacionales de NIOC en Irán y secretario de varios comités técnicos internos. De 1996 a 1998, fue experto superior en Tecnología y Asuntos Medioambientales en la Dirección Corporativa de NIOC. En 1999 fue editor gerente del Journal of Iranian Petroleum Institute. Ha sido también conferenciante a tiempo parcial en el Departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Teherán y ha publicado numerosos artículos y es el autor de “Peaks and throughs” (London; Minerva Press 1996) sobre la historia del Irán moderno.
*(2) Oliver Rech es un analista de la energía en la división de Análisis Económico del Instituto Francés del Petróleo (IFP) Estudió en la Universidad de Pau (BA con sobresaliente) y se graduó en Administración de Empresas en el Tours Business School. En 1999 obtuvo el master en Economía de la Energía en la escuela del IFP (con sobresaliente) Rech trabajó como analista estadístico en la AIE, en la OCDE y como ponente sobre la economía del petróleo en el ENSPM Formation Industrie (IFP Group) Ha escrito sobre escenarios energéticos a largo plazo, publicados en la Revue de l’Energie, en el Oil and Gas Science, en le Technology Journal, Oxford Energy Forum y Revue de l’Union Française des Géologues.
*(3) Matthew Simmons es presidente y director ejecutivo de Simmons & Company International, que es una empresa financiera especializada en inversiones energéticas. La empresa ha ayudado a su amplia base de clientes a completar 500 proyectos financieros de inversiones, por un valor conjunto de unos 58.000 millones de dólares. Simmons se graduó*censored*laude en la Universidad de UTA y obtuvo un MBA con mención especial en la Escuela de Negocios de Harvard. Trabajó en la facultad de la Escuela de Negocios de Harvard como Investigador Asociado durante dos años.
Fundó Simmons & Company International en 1974. En los últimos 28 años la empresa ha jugado un papel fundamental en asesorar a sus clientes en llevar a cabo una amplia gama de transacciones financieras, desde fusiones y adquisiciones a inversiones públicas y privadas. Hoy la firma tiene unos 130 empleados y disfruta de un liderazgo como uno de los mayores grupos bancarios en inversiones energéticas del mundo, con oficinas en Houston, Boston, Londres y Aberdeen
Los documentos de Simmons se publican de forma regular en varios periódicos y publicaciones, incluido World Oil, Oil & Gas Journal, Petroleum Engineers, Offshore and Oil & Gas Investors.
Pedro Prieto.
Corresponsal de El Inconformista Digital en la III Conferencia Internacional sobre le Agotamiento del Petróleo y el Gas. Berlín.
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 2 Junio 2004.
El Inconformista Digital recomienda el Web Crisis Energética para aprofundizar en esta tématica – http://www.crisisenergetica.org