Van Helsing. 130 min. EE.UU. 2004.
Dirección/Guión : Stephen Sommers
Intérpretes: Hugh Jackman, Kate Beckinsale, Richard Roxburgh, David Wenham, Will Kemp.
Recuerdo muy nítidamente la primera vez que visioné la historia de Drácula en la pantalla, y tengo el recuerdo tan vívamente grabado porque me pasé casi toda la película escondido bajo las faldillas de la mesa del salón en casa de mis padres. Era un mocoso y hay que decir que me aterrorizó profundamente esa atmósfera siniestra en la cual el gran Bela Lugosi repartía mordiscos a diestro y siniestro. Aquel, mi primer Drácula, fue la versión de 1931 dirigida magistralmente por Tod Browning.
Crítica
Hasta el día de hoy, versiones acerca del mito Drácula de Bram Stoker las hay por doquier. Personalmente, siento una gran debilidad por esos temas y leyendas sobrenaturales, sobre esos lados oscuros de la psique humana. Dada esta debilidad, me planté a visionar igualmente la historia de Van Helsing, del director Stephen Sommers. Resulta que en esta revisión vampírica, el relato no se centra en el conde transilvano y su moralmente dudosa idiosincrasia inmortal, sino en su sempiterno oponente, Gabriel Van Helsing, de profesión erradicador de monstruos y otras criaturas abominables, mercenario a sueldo del Vaticano. Pues, ya saben: Roma locuta causa finita.
El metraje se presenta inicialmente en un blanco y negro, tributo quizás a las obras maestras del terror de los años treinta. Cuidada estética, pero un relato archiconocido. La multitud enloquecida presta a quemar la residencia del Doctor Frankenstein. Con la salvedad de que en esta ocasión resulta que el malvado Conde Drácula es el casero del ingenuo Dr. Frankenstein. ¡Tócate los pies!. Desde ese punto hasta el final, poca originalidad, un correcalles constante por la Europa Oriental, con un argumento bastante absurdo, para concluir con la eterna victoria del bien sobre el mal. Todo ello muy elaborado, eso sí, con grandes gastos en efectos especiales, pero vacío de contenido y con un guión difícil de seguir dado el intelectualmente ofensivo encaje de bolillos argumental de Sommers. Muy al estilo de “La liga de los hombres extraordinarios” (2003), dónde en esa atmósfera postalquimista en la que se representa el avance científico del siglo XIX, todo vale, y cualquier personaje literario del mundo sobrenatural aparece en escena como pedro por su casa.
Hugh Jackman, lanzado a la fama por su papel de Lobo en “X-Men”, parece aventurarse por los caminos del encasillamiento interpretativo. En este caso, del encasillamiento como hombre-lobo, difícil papel con no muchas posibilidades en cuanto a variedad artística se refiere. Cabe resaltar, el intencionado o no, tributo a otra gran obra maestra del género, “El baile de los vampiros” de Roman Polanski, con la mítica escena en la cual cientos de vampiros danzantes pasan por delante de un gran espejo, dónde como es natural dada su condición vampírica, no se ven reflejados.
En definitiva, si les interesan las tribulaciones pseudofilosóficas acerca de si es conveniente eliminar ipso facto a un hombre-lobo o tratar de salvar el lado humano que en él queda, esta es su película. Por lo demás, típico producto para el consumo masivo adolescente, volúmenes ingentes de palomitas incluidos.
David López Herráez-Von Kayoyen. Heidelberg,
Equipo de Redactores, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 20 Mayo 2004.