Torturas reveladoras – por M. S. Capdevila

Se pregunta un comentarista cuál de las fotos de las torturas en Irak quedará como símbolo de esta inconmensurable catástrofe para los más elementales valores humanos, como la imagen de la niña huyendo aullando desnuda y quemada, entre otros habitantes del poblado atacado con el criminal sistema del naplam, quedó grabada en la historia como punto de inflexión de aquella otra cada vez más parecida derrota moral estadounidense en Vietnam. Por supuesto, los peores actos de tortura quizá ni han sido filmados, y todavía no hemos visto todas las imágenes grabadas que se conocen, aunque muchas hayan sido sólo «para ojos estadounidenses»; fotos que, en expresión de los mismos senadores norteamericanos, son incluso diez veces peores que las publicadas hasta el 13 de mayo. A mí, la que más me impresiona, por mostrar hasta qué punto eran masivos, cotidianos y «normales» esos tormentos es la foto de un soldado estadounidense vejando a varios iraquíes, apelotonados desnudos en el suelo en el mismo pasillo de la cárcel, mientras otros dos soldados contemplan el espectáculo y varios más pasan por ese corredor como si no ocurriera nada, o incluso conversan entre sí con la mayor indiferencia.

¿Quiénes constituyen, pues, una parte tan central del «Eje del Mal»? No tendremos paz auténtica y duradera mientras no denunciemos el hipócrita maniqueísmo de que hay «buenos» y «malos», y critiquemos los abusos de nuestros «buenos» amigos antes de que se repitan los horripilantes crímenes que hoy descubrimos, y cuyas incalculables secuelas –máxime, si no juzgamos y condenamos como se merecen a todos los culpables- padeceremos también nosotros y hasta los hijos de nuestros hijos.

M. S. Capdevila. Madrid.

Cartas de los lectores.

Incorporación – Redacción. Barcelona, 15 Mayo 2004.