“Ojos azules no llores/No llores ni te enamores/Llorarás cuando me vaya/Cuando remedio no hay./Tu me juraste quererme/Quererme toda la vida/No han pasado dos, tres días/Tu te alejas y me dejas/En una copa de vino/Quisiera tomar veneno/Veneno para matarme/Veneno para olvidarte/Ojos azules no llores…..”.
Huayno Boliviano. Mercedes Sosa.
He aguardado unas horas, unos días, para hablar de la tragedia ocurrida en la localidad albaceteña de Hellín. Un tren ha segado la vida de cinco personas, cinco seres humanos, tres mujeres (una de ellas embarazada) y dos hombres, inmigrantes de origen boliviano, que en una maniobra, en un error fatal, se saltaron un paso a nivel que tenía la media barrera bajada.
Afán por llegar al trabajo diario, afán por llegar, por arribar a ningún lugar.
No quiero contar o comentar si las mediadas de seguridad del paso a nivel eran las adecuadas. Parece ser que las cumplían.
No pretendo hablar sobre las declaraciones que los responsables políticos que allí se personaron, hicieron. Que sí la situación del ferrocarril convencional es insoportable (los mismos que no han hecho nada en décadas en ese sentido). Los mismos que miraron hacia otro lado cuando algunos estaban expedientados por reivindicar el mantenimiento de ese tren. Los que hace cuatro días tenían responsabilidades sobre el tema y parece que con ellos no va la vaina.
No consideraré las promesas sobre la eliminación de pasos a nivel. Ese discurso es repetitivo. ¿De difícil solución?, seguro. Pero falta voluntad y poner los dineros encima, dando prioridad a este asunto por encima de otros gastos suntuarios. ¿Comento alguno?.
Quiero hablar de esos ciudadanos, esas personas que de manera asidua mueren en el trayecto al puesto de trabajo, y especialmente de los que han muerto últimamente en accidentes ferroviarios. Recordemos los que fallecieron en enero de 2001, 12 ecuatorianos en Lorca.
Se habla de su intento de que no les parara la Guardia Civil al ser unos “sin papeles”, no tenían carnet de conducir, iban a trabajar al campo para conseguir unos euros, esos que les permitiera volver a su país, o traerse a sus familiares. Huyeron de la miseria y la muerte en su país, encuentran la muerte en el paraíso soñado. En la madre patria. A lo mejor llegaban tarde y ese retraso les podía suponer el final de su trabajo. No se.
Recuerdo una anécdota que me ocurrió hace años en Madrid. Iba en autobús a mi labor diaria cuando un joven se abalanzó frente al vehículo, un frenazo terrible del conductor evitó la tragedia. El hábil conductor increpó, no sin razón, al chaval. Este con bastante calma para el momento que había pasado contestó: No se que es peor morir atropellado o llegar tarde al trabajo.
Bolivia, esa nación cuya capital tiene el nombre más precioso que puede tener un lugar: La Paz. Esa ciudad que dada su altura casi toca el cielo. Un país esquilmado por los intereses de los grandes.
Los recursos naturales de Bolivia siempre fueron botín preciado. Ahora el gas es motivo de un grave enfrentamiento social por el intento de que, de nuevo, sean moneda para que unos pocos de allí, y otros pocos de fuera, se beneficien y que la mayoría del pueblo siga en la miseria y la penuria.
Las gentes bolivianas, como otras del cono sur, piensan en este occidente rico como tierra de promisión. La realidad es bastante más cruda y terrible.
En recuerdo de estos desdichados hombres y mujeres muertos en nuestra tierra me viene a la mente una canción que oía a un grupo de esa zona de nuestro planeta, Los Calchakis. Grupo de gentes que abandonaron sus países (paraguayos, chilenos y argentinos) y crearon este grupo para dar a conocer la bella música de los pueblos indios. La canción es “LUZ DE AMANECER” del compositor Carlos Ayala, y en sus estrofas decía: “Voy subiendo tu estatura, minero boliviano…, chicha que chicha, chicha mala, otros ya duermen tú trabajas, tu forma se gasta como una esperanza, minero boliviano, cuando despiertes tendrás tu paga. Coqueando, coqueando lo vas pasando. Coqueando y coqueando que estás esperando tu libertad”.
Emilio Sales Almazán. Talavera.
Colaborador, El Inconformista Digital.
Incorporación – Redacción. Barcelona, 14 Mayo 2004.